Homenaje a “El Observador”
Publicado el 2016/05/14 por AGN
Por Alberto Ordóñez Ortiz
Para comenzar rindiendo el homenaje que por sobra de méritos se merece la Revista “El Observador” que acaba de cumplir por todo lo alto la epifanía de su décimo octavo aniversario de fundación, permítanme, emplear más de una digresión, para mí imperativas, en cuanto la recia postura moral, sumada a la información veraz, oportuna y contrastada de la Revista cumpleañera se identifica a plenitud con las límpidas líneas maestras que son consustanciales a las que guían el accionar de Diario “El Mercurio”. Las disgresiones, se remiten en primer término, a poner en entredicho -como suele hacerlo ‘El Observador”- el estado de emergencia nacional decretado. ¿Pará qué? me pregunto, si hemos vivido en estado de emergencia permanente. Con sabatinas. Con los demás poderes sumisamente subordinados. Con las enmiendas y enmenderos [alzapies], porque lo que hacen, no es precisamente con las manos. Con la ilimitada y desbocada impuesto manía que no tiene fin y otras manías más que, sólo se dicen confesionario de por medio. Con la prepotencia erigida en el altar mayor de una mediocracia rutilante, ¡sí! rutilante en la medida del oscurantismo que propala y que nos recuerda a la siniestra Santa Inquisición: con la pira lista en contra la libertad de expresión, su contante más ruin, pero por ruin, reveladora de las mentalidades que padecen de delirio de persecución y de otros estatus esquizoides.
Por todo lo dicho, y, por lo demás, a los ecuatorianos nos correspondía y nos corresponde declararnos en estado de emergencia. Lo contrario es tomadura de pelo, como lo es la reciente noticia de que el presidente ha sido víctima de un paro cardíaco. Razón tiene en desmentirla, y, digo que tiene razón, porque para que haya esa clase de paro, normalmente -lo dicen los médicos- se necesita de corazón. ¿Verdad? Lo que puede haber ocurrido -no me extrañaría- que fue un recurso desesperado para atraer la compasión y bajar la caldeada temperatura reinante.
Cómo no rendir -fundado en las digresiones reseñadas- justo homenaje de reconocimiento a “El Observador”, si consideramos que su accionar es viva expresión de su libérrima conciencia crítica y del emblemático coraje que constituye su rasgo más sobresaliente, en cuanto el fino estilete con el que penetra sin cortapisas en todos los temas que aborda, ni se diga si nos referimos a la incorruptible postura de Jaime Cedillo, su inteligente Director y artífice de un medio que por fuerza de su imperio es de lectura obligada, cuya presencia es esperada con ansia por el amplio número de sus lectores cautivos que crecen en proporción geométrica.
En ese orden, los editoriales de Jaime, constituyen piezas antológicas en las que la profundidad, integridad y veracidad conforman una trilogía que le ha permitido desnudar la realidad local: el caso del tranvía, por ejemplo, y a nivel nacional: la permanente crítica a los desmedidos y tercos yerros gubernamentales. No nos resta sino unirnos al alborozado festejo y decir: Si así llueve que no escampe y, desde luego, Salut au “El Observador” Salut.
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