Publicado en mayo 7, 2016 en Columnistas/La Info/Las Ideas por Anamaría Correa
Hace 9 años nos gobierna. Nos tiene acostumbrados a siempre vivir contra las cuerdas, a no tener un momento de reconciliación nacional ni de mínima paz en el ambiente, porque como buen niño caprichoso, debe ganar todas las peleas y cuando no existen, crearlas para hacerse nota.
Es que al niño picado solo le importa tener siempre la razón, salirse con la suyas todas las veces, degradar a quien le plantea un camino diferente al suyo, llevar los asuntos al terreno irracional y peligroso de “yo tengo la razón, ustedes no saben nada”.
Por eso imagino, como ese espejo de la mashimachine –herramienta brillante–, debe haberlo sacado de quicio. No recuerdo desde el espejito mágico de Blancanieves, un espejo que otorgue un reflejo más fidedigno de la realidad, que la fabulosa plataforma creada por 4Pelagatos. Me imagino la escena hilarante, del niño picado dando alaridos a sus asesores para que callen al espejito maldito.
El niño picado no soporta que otros niños le hagan chistes, peor aún que se burlen de él, que lo imiten o que lo reprendan . El niño picado es incapaz de reírse de sí mismo o aprender a relacionarse con los otros como sus iguales. Tampoco le viene fácil reconocer sus errores. Siempre actúa a partir de la revancha personal y de un sentimiento de profunda inseguridad. Por eso debe ganar cada partida.
Algunos ecuatorianos ingenuos celebraron un anuncio, que quizás leyeron incompleto, sobre que se iban a eliminar las sabatinas y el “Ministerio de la Felicidad”. Hay que conocer tan solo una pizca al niño (¡y vaya que ya llevamos años de conocerlo!), para saber que eso jamás iba a suceder. Que el anuncio iba cargado del sarcasmo, ironía y sentimiento de superioridad que caracterizan sus actuaciones. El clásico chantaje al que nos ha acostumbrado: Yo hago esto, pero ustedes hombres y mujeres de mala fe, hagan esto a cambio.
La política desde la mente “lúcida” del niño picado es un campo de batalla en donde permanentemente se juega a sí mismo. A diferencia del estadista, quien sabe colocar los temas de la agenda pública separada de sus propias emociones y pulsiones, para el niño picado, siempre se trata de sí mismo como un asunto personalísimo. Por supuesto, él es el principio y fin de todo lo que sucede, entonces cada acto tiene que ir impreso de su visión de suma cero de la realidad.
Ni siquiera una tragedia como la del reciente terremoto, aplacó la manía del niño picado. Por el contrario, sacó su lado más oscuro. El “yo te meto preso si me chillas por algo que no sea un ser querido que perdiste” nos muestra la imagen de un infante fuera de sí mismo.
El daño luego de 9 años de ser gobernados por el niño, es significativo. 9 años de una pedagogía perversa en la que hemos sido conducidos al debate público como a un campo de guerra. Aquellos jóvenes que solo conocen a este niño en el poder, quizá asumen que el capricho y la pica es la lógica natural de la política. Así como tomará años la reconstrucción de la costa ecuatoriana, igualmente será costosísimo borrar esta huella perversa que nos han impreso en el manejo de lo público.
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