El Presidente de la República intervino anoche, en cadena nacional, para defender las cifras de la proforma de 2019. Una intervención voluntariosa y políticamente pensada para tranquilizar a algunos sectores de la población y salvaguardar el rostro social de su administración. Por eso se refirió a la educación, la salud, el IESS, “los viejecitos”, los estudiantes… Pero, el optimismo puesto por el Presidente, no incidirá en la percepción de fondo que ya manejan la sociedad política, los empresarios y los inversionistas: esa proforma presupuestaria se basa en premisas optimistas que la realidad no refrenda. Se puede afirmar, en ese sentido, que esa proforma constituye ya el primer gran panzazo del gobierno de Moreno en el campo económico.
El escenario es adverso: los bloques en la Asamblea ya anunciaron que no votarán a su favor. La misma Comisión de Desarrollo Económico de la Asamblea que aprobó el informe, hizo 17 recomendaciones (algunas estructurales) que, de tenerlas en cuenta el gobierno, desencuadernan su proyecto. Y a medida que pasan los días, surgen en la Asamblea motivos para que los asambleístas reclamen nuevas partidas que, en los hechos, agravan el destino de la proforma.
Se dirá que ese es el proceso normal de un presupuesto. Cierto. Pero esta vez, la visión optimista del gobierno (que lo llevó a inflar las cifras de la proforma) choca contra factores sobre los cuales el gobierno carece de control. El más importante es, obviamente, el precio del petróleo. En la proforma figura 58,29 dólares por barril. Lo cual supone un precio internacional que gire alrededor de los 65 dólares. Pues bien: el precio del WTI en estas semanas ha oscilado a la baja (hoy fue de 54,55 dólares). La OPEP considera, además, que habrá superávit en el suministro de petróleo; una mala noticia que se debe sumar al anuncio hecho por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE): la economía mundial se reducirá de 3.7% al 3.5% en 2019 y 2020.
El gobierno empieza, igualmente, a pagar la factura del correato: tiene, por ejemplo, que devolver el aporte estatal a las pensiones que Rafael Correa eliminó. O a hacerse cargo de las obligaciones previstas en la Constitución de Montecristi que prevé el aumento paulatino pero innegociable del presupuesto para la salud y la educación.
Esta proforma llega, por otro lado, en un momento abiertamente electoral. Aquí el presidente puede medir la fragilidad de las alianzas que tiene –abiertas o solapadas–, pues cada asambleísta está midiendo el impacto de sus votos en el electorado. Lejos de plegar a las razones, sensatas o discursivas del ministerio de Economía, partidos y organizaciones tendrán tendencia a agregar nuevas partidas en una proforma cuyas cuentas están lejos de cuadrar.
Y ese es el problema mayor del gobierno: haber presentado un proforma que diseña un panorama económico que, toda cuenta hecha, es ficticio. El déficit económico será bien superior al calculado (Jaime Carrera estima que sumará $6.045 millones y no $3.655 millones). Se incluye $1000 millones como ingresos por concesiones y esto, además de optimista, no es un ingreso permanente. Y no se puede contabilizar como ingreso. Se infla el Producto Interno nominal hasta $113.097 millones. Eso produce tres milagros, según Jaime Carrera: “inflar los ingresos tributarios, reducir el peso del gasto en la economía y disminuir la relación deuda pública /PIB y déficit/PIB”. En definitiva, es una proforma gruyère con muchos huecos y expectativas optimistas, pero no reales.
Esta proforma termina señalando la soledad de un gobierno que ha perdido 18 meses hablando de diálogos y sin cuajar acuerdo alguno de fondo. Si la mesa no estaba servida, lo lógico era trabajar políticamente para decantar la factura y su sistema de pago en la proforma presupuestaria. Por no haberlo hecho, el gobierno se expone a tener que pasar esta proforma, censurada por la mayoría de los representantes del país, por el ministerio de la ley. Si esto ocurriera, no solo correría solo con los costos de la factura sino que sellaría su soledad política. Lo que se juega en esta proforma es mucho más que eso: son los márgenes políticos que se achicarían peligrosamente para un gobierno débil y sin iniciativa ni gestión política.
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