Las señales que emite María Alejandra Vicuña hablan mal de su estrategia de defensa. Primero, negar como lo hizo ayer, apenas empezada la tarde, cuando catalogó todo como infamias y, para darse un aire de suficiencia, pretendió reducir a bagatelas la denuncia: hay, dijo, cosas más importantes.
En la tarde, la Vicepresidenta llamó a una rueda de prensa en la que, hecho inusual para ella que es una catarata imparable de palabras, leyó su declaración y no permitió que los periodistas hagan preguntas. Evidentemente quiere controlar sus palabras y evitar eventuales desbordes. Pero hay algo que ella no controla: las pruebas que salen en su contra. Por eso la publicación de la segunda parte del informe de Teleamazonas(las transferencias interbancarias del denunciante, Ángel Sagbay, a su cuenta personal) dejó gravemente averiada su línea de defensa que se para en seis patas:
- No es contra mí, es contra el gobierno: la Vicepresidenta abre el paraguas del reflejo del espíritu de cuerpo usado profusamente bajo el correísmo. Lo ensaya para guarecerse y con claros objetivos en dos direcciones: victimizarse (ella es un blanco) y tratar de despersonalizar la denuncia: no es con ella; es con todo el gobierno contra el cual hay una campaña de desprestigio. Por supuesto el argumento está dirigido a la opinión y al Presidente. Para mala suerte suya, el momento político no la favorece. No se ve ánimo alguno en la opinión pública para engullir más propaganda. Y Lenín Moreno ya pasó por el precedente de Jorge Glas: no se jugará por ella.
- El que me acusa me quiso chantajear: ante las evidencias, Vicuña busca desplazar el eje del debate público. No responde la denuncia: quiere que todos piensen en su motivación. Un vil chantaje. Y anuncia que ha habido pedidos de préstamos de dinero, amenazas, solicitud de cargos, calumnias, presiones y hasta conatos de extorsión. De nuevo una catarata de palabras, sin prueba alguna. Y más vale que las tenga. Porque lo que tiene la opinión ante sus ojos son recibos de transferencias a sus cuentas personales.
- Sagbay miente: Vicuña recurre al mecanismo correísta que consiste en no desmentir los hechos pero desacreditar al mensajero. Como siente que pedalea en el vacío, se esfuerza en crear un universo de alusiones truculentas para desnaturalizar la denuncia y desprestigiar a su acusador. En este intento de manejo sicológico de la opinión se colige que el denunciante es un corrupto y ahora pretende presentarse como adalid de la transparencia. Que miente y lo hace bajo juramento. Que ella le dio oportunidades en su organización (habla como dueña) y Sagbay es un desagradecido. Que antes apoyaba al gobierno y ahora, se infiere, es un traidor… Con un personaje tan falsario, su denuncia solo puede ser un infundio.
- La teoría del complot en marcha: esto beneficia a alguien, dice Vicuña. Es la teoría del complot y la evoca con total desparpajo: “recuerden que detrás de cada calumnia y difamación siempre hay un beneficiario”. Lanzado el estratagema, le queda darle cuerpo. Es político por supuesto. Y de nuevo no es contra ella: es contra el país. Y lo que buscan, atacándola a ella, es crear el caos político. Y simula tener pruebas (aquí las tengo) que, por supuesto, no muestra. En el acto, Sagbay muta de denunciante a agente financiado por alguien. Por Andrés Páez y por aquellos que llama los correístas. Caso resuelto. Y Vicuña agrega una promesa: presentará “la denuncia respectiva ante la Fiscalía”.
- Los aportes son transparentes: Vicuña, en un acto de osadía política, que apuntala su cinismo, juega con las palabras: asimila lo que es claro en la denuncia, con transparencia pública. Así, es claro que el dinero de su denunciante fue a parar en sus cuentas. Es claro que esos aportes eran para su partido. O para Alianza País. Es claro que esa plata eran aportes hechos “en cumplimiento de sus deberes militantes”. Conclusión: todo está claro. Y todo es transparente. La vicepresidenta de Ecuador no entiende que la transparencia, en este caso, es el grado de delicadeza a la que la obliga su cargo. No puede haber dinero, fuera del que ella gana con su trabajo, en sus cuentas. Si un militante quiere contribuir con su partido, su aporte debe ir a la cuenta del partido. No puede haber extorsión tarifada para los funcionarios a los que ella dice haber dado empleo. Queda claro que los aportes de la denuncia son transparentes: terminaron en sus cuentas personales. Eso no es transparencia pública. Y la convierte en una funcionaria de una opacidad imponente.
- El Presidente me apoya: es evidente la voluntad de la vicepresidencia de cobijarse bajo la sombra de Lenín Moreno. Lo que está en juego es, precisamente, su confianza. Vicuña usa una línea de defensa que es prácticamente incontrastable: Moreno no puede decir, taxativamente y en público, lo contrario. Pero el tuit que publicó ayer describe un distanciamiento evidente. Moreno la pone contra las cuerdas. No habla de apoyo: dice que las condiciones creadas (le) aseguran una justicia independiente. Y que ellas (no él) determinarán si es responsable o no de lo que le acusan. Lo que se lee es de una frialdad de mármol: Moreno no mueve un solo músculo a su favor. Vicuña está sola y su línea de defensa recuerda tanto las de Correa, Glas, Polit, Serrano… que parece signada por el mismo destino.
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