Correa y su laberinto
Gerardo Maldonado Zeas
Mientras se pretendía hacer justicia en la Asamblea para destituir a la asambleísta Sofía Espín y el colega de CREO Fernando Flores hacía todos los cálculos para salvarla, la jueza Daniela Camacho ponía la estocada a Correa llamándole de manera oficial al juicio por el caso Balda.
El laberinto en Bélgica es de miedo. Tiene pavor solo de pensar que podría ir a la cárcel, dejando su tan ansiada libertad y su ego colgado de la viga del ático. Sus abogados defensores en el extranjero le cuestan una millonada, y hacen esfuerzos para que en Lyon la Interpol no le ponga en la lista de la alerta roja, mientras él gana tiempo insultando en las redes sociales y en ese espacio llamado enlace digital desde el cual pretende rememorar la podrida esencia de las sabatinas.
Las ansias de poder para un ausente de ética y moral son innombrables. Por eso sus días son más aciagos, deshojando las páginas del calendario que le van llevando de la mano a algo irremediable: el rendir cuentas ante la justicia de hoy a la cual en pretéritos tiempos atropelló, y luego ordenó se cumplan sus designios Por eso llama a sus seguidores a tomarse el país, es decir a la insurrección y al relajo. A pedir se convoque una nueva Constituyente para cambiar la futurística Carta Magna de los 300 años. Si se mediría sus ansias de libertad por la inmensa verborrea de su diccionario de epítetos en contra de la prensa, de la partidocracia, y de su “traicionero” ex vicepresidente en quien había puesto todas sus complacencias, el hombre de las mil mentiras estaría paseando orondo por el Ecuador y el mundo.
Como en las grandes historias de la mafia, hay que estar claros, los amigos de los caídos en desgracia se ocultan detrás de sus abrigos y utilizan las horas más sombrías para venderles la mercancía mentirosa de la libertad. Así, Patiño y sus secuaces, se sentaron en la mitad de las vías para alentar el alboroto pidiendo el retorno a la cárcel 4 de Glas, quien estando más sano que una manzana representa el símbolo de la cofradía del mal, y es el ingenuo útil al mostrar la cara, mientras el gran grupo está en otros lares, y ahora más preocupados por el juicio a su capo.
Correa no quiere volver al Ecuador, se deduce, mientras transcurra el tiempo para que prescriba, de ser juzgado, la pena por el presunto secuestro a Balda. Calificó de payasadas a las órdenes de la justicia. Al decirlo debió recorrer por su memoria la sentencia de “chucky seven” Paredes en el caso de El Universo; la de los presos inocentes del 30S; la de los 10 de Luluncoto. Y las persecuciones a los “sicarios de tinta”, a los profesores, indígenas, cholos, mestizos… en fin a esos cientos de ciudadanos que por decir sus verdades fueron acusados infamemente de ser enemigos de la Patria.
El laberinto es peor aún, porque a estas alturas la Fiscalía empieza a desmadejar los indicios que se encuentran a diario como consecuencia de las múltiples denuncias de corrupción. Si le acusan y le prueban peculado u otros delitos de orden público, estaríamos presenciando el ocaso de otro de los inquilinos del poder temporal, perdido entre su megalomanía y la soledad más indignante. (O)
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