54 tuits para una canallada
54 tuits: es toda la evidencia de que dispone la Secom para motivar el proceso de disolución de Fundamedios. Según la persona que los coleccionó, la subsecretaria de Información Torffe Quintero, que no hace mucho intentó mantener una desabrida columna de crítica de televisión en El Universo, esos tuits tienen “indiscutibles tintes políticos que dejan clara la posición de esta organización social cuyo ámbito de acción debería desenvolverse en relación a la comunicación social y el periodismo”. En fácil: quieren cerrar a Fundamedios porque tiene una posición política.
El correísmo ya expulsó del país a una organización ecologista con el argumento de que se estaba metiendo en política. Amenazó al movimiento indígena con quitarle su edificio sede, entregado en comodato, por haberlo utilizado para actividades políticas. Acusó a los grupos de la sociedad civil que defienden los derechos de las mujeres y de las minorías sexuales de manejar agendas políticas. Como si las reivindicaciones ecologistas, culturales y de género pudieran ser otra cosa. En su estrecha y dogmática manera de entender lo público, el correísmo cree que la política se restringe a las funciones del Estado. Y que los ciudadanos que quieran ejercerla han de participar en elecciones a ver si el pueblo les da permiso; si es que no, deben limitarse a cultivar el jardín de su casa. Y dejarse de joder. Estamos probablemente ante el rasgo más retrógrado de este ya de por sí reaccionario gobierno.
Ahora quieren cerrar Fundamedios, una fundación dedicada al estudio y el mejoramiento del periodismo, porque la Secretaría de Comunicación “ha detectado” (son palabras de la subsecretaria) que tiene una posición política. Mucha ignorancia o mucho cinismo, con los funcionarios correístas nunca se sabe. Luego de haber declarado al periodismo enemigo público, de haberlo minado y acosado; luego de haber creado las condiciones más hostiles para el funcionamiento de las empresas periodísticas, de convertir en una imposibilidad la inversión en medios de comunicación en el país, de conducir a algunos de esos medios a su cierre o a su venta, de tener a otros permanentemente extorsionados con la posibilidad de retirarles la frecuencia; luego de haber silenciado a los periodistas más incómodos, empujándolos al desempleo; luego de las salidas de Jorge Ortiz, Carlos Vera, Emilio Palacio, Janeth Hinostroza, Martín Pallares y tantos otros de sus respectivos medios; luego del cierre de diario Hoy, de la intimidación mafiosa a Crudo Ecuador y otros tuiteros, de los juicios a Bonil, a La Hora, a El Universo… En fin: luego de ocho años de una guerra abierta que ha colocado al periodismo del país en el centro de una tormenta política, el correísmo quiere que los periodistas no se metan en política. Y que una organización de la sociedad civil que se ocupa de las condiciones en que se ejerce el oficio no tenga posición alguna frente a lo que está pasando. Aborregados o imbéciles, así nos quiere el correísmo.
Fundamedios se ocupa del periodismo ecuatoriano. Y porque se ocupa del periodismo ecuatoriano, precisamente por eso y no a pesar de eso, tiene una posición política. Lo contrario sería una pusilanimidad. Hemos visto cómo el Estado ha declarado ilegítimo cualquier periodismo que no sea aquel que su iluminado criterio considera como verdadero periodismo, es decir, el que se practica en sus medios y no conoce otra versión de la política que la propaganda. Para imponerlo, el correísmo está aniquilando al periodismo ecuatoriano y, con ello, empobreciendo la esfera pública. Ante eso, Fundamedios ha optado por la única alternativa decente: oponerse. Lo ha hecho con las armas del periodismo: difundiendo información, documentando los atropellos a las libertades, creando espacios para el análisis, investigando, entrevistando, debatiendo… Y también, en un acto de consecuencia política y de obstinación en la resistencia que conmueve, apoyando a los damnificados de la persecución correísta, periodistas en el desempleo como José Hernández y este servidor que, gracias a Fundamedios, a su generosidad y a su valentía, disponemos de un espacio para practicar el periodismo de opinión con libertad. No tenían los directivos de Fundamedios, César Ricaurte y Mauricio Alarcón, ninguna obligación de llegar a tanto. Lo hicieron y eso demuestra el nivel de su compromiso con el oficio y, sobre todo, con el país. Porque el periodismo es un ejercicio de ciudadanía o no sirve para nada. Eso, por supuesto, requiere de una legítima toma de posición política. Como corresponde.
54 tuits. La mayoría son avances de los artículos publicados en este blog y en el de José Hernández. Blogs políticos donde ejercemos el periodismo de opinión que la subsecretaria Torffe Quintero, digna subordinada del señor con la cabeza de zapato, mira con sospecha. No extraña que esta señora no entienda nada: por algo es subsecretaria de Información. Se rasga las vestiduras al encontrar (detectar) “indiscutibles tintes políticos” en dos blogs de opinión política. ¿Qué tintes habrían de tener? ¿Deportivos? Por si fuera poco y en un alarde de razonamiento obtuso, encuentra que Fundamedios, cuyo ámbito de acción es el periodismo según ella reconoce, traiciona sus objetivos cuando publica dos blogs periodísticos escritos por periodistas. Sí, así mismo eran sus críticas de televisión: palurdas.
En este caso, como en todos los demás, la Secom actúa con la inteligencia de una berenjena. ¿Para qué necesitan inteligencia si tienen el poder? ¿Para qué la necesitan si son unos canallas? Si hiciera falta inteligencia para perseguir a los medios y silenciar la expresión de los ciudadanos libres, ni Fernando Alvarado ni Carlos Ochoa estarían en sus cargos. Lo sabe todo el mundo. Lo sabe, para empezar, el presidente de la República, que los desprecia (¿no fue él quien acuñó el mote de cabeza de zapato para referirse al secretario de Comunicación?). Lo saben los asambleístas y los funcionarios de gobierno que, en conversaciones en off (cuando todavía se podía hablar en off con ellos), no se guardaban sus terribles opiniones sobre Carlos Ochoa, a quien muchos de ellos llaman “perro”. Miran para otro lado, claro. Después de todo, un perro no está mal cuando es nuestro perro.
Da vergüenza ajena revisar los tuits que Torffe Quintero exhibe como evidencias. Los hay que se limitan a transmitir información, como aquél que dice “Las encuestas revelan que los ciudadanos quieren consulta”, e incluye el enlace a la noticia respectiva en diario Expreso. O aquel otro que informa, con enlace a una nota de El Comercio, que “Los ciudadanos empiezan a retirarse desde las 21h00 de la avenida de los Shyris”. ¿Esos tuits demuestran que Fundamedios traicionó su naturaleza periodística? ¿Y qué decir de aquellos donde el nombre de la organización es sólo una etiqueta puesta ahí por otros tuiteros? “Lo que hay que clausurar es a Secom, Cordicom y Supercom, no @Fundamedios”, escribió por ejemplo Martha Roldós en su cuenta de Twitter el 25 de junio. Que ese tuit sirva ahora a la Secom como evidencia contra Fundamedios revela el grado de miseria moral al que han llegado sus funcionarios.
Recuerdo los orígenes de Fundamedios. Corrían los primeros años del siglo y Galo Khalifé, un profesional de otro ámbito de la comunicación pero apasionado por el periodismo, había convocado a quienes en ese momento ejercíamos la crítica de medios en los medios con la idea de constituir un centro para la observación y el mejoramiento del oficio. Lo llamamos La Redacción. Éramos inicialmente –luego se sumarían otros– César Ricaurte, Orlando Pérez y este bloguero, los críticos de televisión de la prensa nacional. Acabábamos de pasar por el trauma de la crisis bancaria y el panorama mediático de ese momento estaba caracterizado por el manejo inmoral y corrupto que algunos banqueros hacían de sus canales de televisión. Esa realidad nos marcó a todos. Por eso, nuestra crítica de medios obedecía a una postura política, de defensa de los derechos de las audiencias. Y fue ese enfoque político el que quisimos volcar en La Redacción.
Ocurrió, sin embargo, como muchas veces en estos casos, que nuestros empeños asociativos duraron poco. Pronto abandonamos el proyecto y cada uno siguió con lo suyo. Salvo César. A él la idea se le quedó en la cabeza. Y persistió. Fue él quien finalmente, con inteligencia, habilidad y mucho trabajo, construyó lo que el resto de nosotros sólo había imaginado. Y mucho más. Hoy Fundamedios es un referente para el país y, en estos días en que la esfera pública amenaza con convertirse en un desierto, es uno de los últimos espacios que va quedando para el periodismo libre. Que venga ahora una periodista intrascendente devenida en funcionaria, una mediocre notaria de fruslerías que representa la decadencia de lo que fue la crítica de televisión en la prensa ecuatoriana durante la década pasada, que venga, pues, Torffe Quintero a decirnos que Fundamedios no puede tener una posición política porque lo suyo es el periodismo… Bueno, es para morirse de la risa de tanta pequeñez y tanta miseria.
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