domingo, 27 de septiembre de 2015

Subastitis

Francisco Febres Cordero
Domingo, 27 de septiembre, 2015


¡Qué corazón tan grande tiene el excelentísimo señor presidente de la República! ¡Cuánta generosidad! ¡Cuánto desprendimiento!
¿Si le oyeron en la sabatina anterior, la última que dio antes de volar en su avión particular a la ONU? ¡Subastó su bicicleta! ¡Ay, ya lloro! Se desprendió de ella y, según ofreció, entregará los fondos que se obtengan del remate para que con ellos se realicen obras sociales en Zumbahua, que tantos recuerdos le traen cuando trabajó allí como tricicletero. ¿O fue como boy scout?
Total, llamado por su conciencia social (esa que también le llamó cuando ofreció que si ganaba el juicio al Banco Pichincha iba a donar los fondos para un albergue, pero después más bien decidió albergarse a él mismo y se compró un departamento en Bélgica), había decidido desprenderse de esa bici que le regaló el presidente chino. Linda dijo que era, finísima, lo último en guarachas. Como si eso fuera poco, contó que estaba pintada con los colores de nuestra bandera y que era parte de la historia.
Y claro que es parte de la historia, porque el excelentísimo señor presidente de la República, antes de subastarla, sí se ha de haber dado una vueltita en la bici, lo cual hace que se vuelva una reliquia; por lo menos una vez ha de haber puesto las manos en el volante y sus dos pieses en los pedales. ¡Cómo será de reliquia que por ella están pagando ya doce mil dólares! Quien la compre, la colgará dentro de un marco en la sala de su casa con un letrero que diga: “En el asiento de esta bicicleta el excelentísimo señor presidente de la República, Rafael Correa Delgado, posó sus posaderas. ¡Ni un paso atrás!”.
Pero el magnánimo corazón del excelentísimo fue mucho más allá: ofreció subastar también el Rolex de oro que le regaló a su hijo Miguelito el emir de Catar. La subasta tiene como base ocho mil dólares. Es que ¿para qué un reloj de oro?, ¿quién quiere una cosa de esas?, preguntó el excelentísimo. Verán nomás que uno de sus ministros sí ha de querer y también lo ha de poner en marco. Pero ojalá el excelentísimo le dé a cambio a Miguelito por lo menos un reloj de arena, para que sepa la hora en que termina sus deberes.
Si esta vez cumple con su promesa, Zumbahua florece. ¡Piensen lo que para esa población será recibir veintitrés mil dólares y, encima, donados por el excelentísimo! Ojalá no les pongan en marco, porque basta que hayan sido tocados por las manos del excelentísimo para que sean historia.
¿Se enternecieron? Qué bueno, ¡qué sensibles que son ustedes!
Si al excelentísimo le entró la fiebre de la subastitis con tan óptimos resultados, lo mejor sería que no pare y subaste por lo menos algunas de las cosas que nosotros pagamos con nuestra plata, pero que él usa como si fueran propias, como uno de los dos avioncitos que tiene, por ejemplo. Y no pues en doce mil dólares, sino en cuarenta millones. El Hummer en que se trepa para los desfiles también podría subastar. Y unos ocho carros de su escolta. Y diunechas los cupos para cualquiera de sus giras internacionales, en que siempre va con numerosísima comitiva.
Fu, con la cantidad de cosas que tiene para rematar nos librará de las deudas con los chinos que, en agradecimiento por los altos intereses que les pagamos, le dieron esa bicicleta. ¡Qué ternura! (O)

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