sábado, 26 de septiembre de 2015

Alvarado utiliza al Defensor para librarse de su adefesio…

Por José Hernández

La resolución en la cual la Secom archiva el proceso a Fundamedios es de antología.
Fernando Alvarado, y con él el correísmo, no sabían cómo librarse del adefesio que crearon. La masiva reacción mundial ilustra el estupor que generó ese bodrio gubernamental: que acusen a una fundación que monitorea y protege la libertad de expresión de hacer política partidista y quieran disolverla, reavivó, de Madrid a Washington, el recuerdo de las peores dictaduras de izquierda y de derecha. Y que entre las causales de disolución incluyan retuitear blogs de periodistas que hacen análisis políticos, mostró la vileza a la cual han llegado Alvarado y sus inquisidores. No había cómo perderse: lo que quería el gobierno era acabar con Fundamedios. El subterfugio para hacerlo era lo de menos. El problema fue ese: que el subterfugio fue tan despreciable que acabó retratando de cuerpo entero la verdadera intención correísta: acabar con voces disidentes y desaparecer a la fundación que con valentía y generosidad defiende en el país la libertad de expresión.
Cogido in fraganti, el gobierno no supo cómo parar una avalancha impresionante de reacciones en la prensa, en el mundo político y en las organizaciones mundiales que defienden las libertades y los derechos ciudadanos. El caso de Fundamedios coincide con un hartazgo evidente de dictadores y gobiernos autoritarios que recorre muchas capitales. En Washington, en la reunión anual de la CAF, Moisés Naim lo ilustró al entrevistar, durante una hora, a Enrique Iglesias. Una de sus preguntas, aplaudida largamente, dijo en sustancia: ¿no es hora de que los gobiernos decentes de América Latina digan basta a ciertos gobiernos que encarcelan a sus opositores, los persiguen, no quieren prensa libre…?
El correísmo cree que el mundo gira alrededor suyo. Por eso piensa que puede seguir engañando impunemente a la opinión internacional. El caso de Fundamedios es un campanazo. Otra alerta. Un quiebre en la opinión internacional. Obviamente no se da por enterado y Alvarado debe pensar que nadie se enterará de la coartada que se inventó: recurrir al Defensor del Pueblo es una salida tan paupérrima que lo único que logra es que queden mal parados el Gobierno y el Defensor. Lo insólito –y se agradece– es que Alvarado confirma que el Defensor comparte toda su lógica: considera que las causales “son suficientes para extinguir la ONG”, que Fundamedios ha incurrido en “actos con fines políticos” y le ha pedido que “se enmarque en el respeto a las normas”.
Se entiende mal por qué pidió, entonces, que “no se llegue con el proceso al cierre de la ONG”. No lo hace porque sancione la arbitrariedad de Alvarado y los suyos ni porque encuentre que el Gobierno viola la Constitución, por ejemplo, en los decretos ejecutivos. Si el Defensor no encuentra razones jurídicas y constitucionales para oponerse al cierre de Fundamedios, ¿en qué se basa? La deducción parece obvia: lo hace por conveniencia política. Como Alvarado. Y como los dos están de acuerdo, Alvarado se acoge a la boya que le lanzó su pana Defensor.
Alvarado (y según lo que dice también el Defensor) actúan como si el respeto de los derechos ciudadanos no fueran líneas rojas para el poder político. Usa el mecanismo que utilizó el Presidente de la República cuando, abusando de su poder y de los jueces, puso un juicio millonario a El Universo (80 millones de dólares, record Guinness) y, luego ante una ola mundial de rechazo, perdonó a sus acusados.
Alvarado repite la dosis pero cambia el escenario: un pana del gobierno, que comparte sus razones y considera que Fundamedios merecía ser disuelta, le pidió que no lo haga. Y ya. Cierra el caso y no hay jurisprudencia en ningún sentido porque la Defensoría no articuló alegato alguno: no invocó principios, no citó la Constitución, no hizo referencia a acuerdos internacionales firmados, no mostró la infamia que montó la Secom… Tampoco se sabe por qué esta vez el Defensor sí abrió la boca y no lo hizo en decenas de otros casos en que ha socapado, por omisión, decisiones arbitrarias y discrecionales del gobierno. Y de la propia Secom.
Alvarado quisiera hacer creer en su resolución que Fundamedios no se disuelve porque un pana del Gobierno le pidió que no fuera más lejos. Y en vez de acusar el golpe, hace otra vez una advertencia, la última, para que Fundamedios no haga lo que ha hecho durante años y siguió haciendo durante el proceso que él abrió: monitorear sus abusos, alertar a la opinión nacional y mundial y promocionar voces periodísticas democráticas que hacen ahora, en sus blogs, lo que han hecho durante otros gobiernos en medios nacionales.
Alvarado –y el correísmo en general– quisieran creer que sí van a desaparecer el periodismo independiente. No entiende el mensaje que deja el caso Fundamedios: la arbitrariedad representada por entes como el suyo, el de Carlos Ochoa y el de Patricio Barriga, tocó techo. Ellos podrán creer que tras este incidente podrán seguir persiguiendo, multando, procesando… El hecho cierto es que la opinión mundial los observa. Ahora figuran en el rincón de la ignominia.
Es una bocanada de oxígeno para aquellos que no se resignan ante sus iniquidades y mantienen vivos, como lo hace Fundamedios, espacios de libre expresión en el país.

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