domingo, 1 de julio de 2018

Fútbol e imperialismo
Con la visita del Vicepresidente Pence tampoco ha existido una reacción contundente de la izquierda. Al parecer, la labor de demolición del correato todavía surte efecto. Pero también la posmodernidad. En los años 60 y 70 las movilizaciones estudiantiles en situaciones similares eran masivas e impetuosas. En muchos casos paralizaban Quito. Hoy la pelea se concentra en las redes sociales: bulliciosa e intensa, pero inocua.
29 de junio del 2018
POR: Juan Cuvi
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
En el fondo, a lo que asistimos es a la inercia de una serie de políticas impuestas en la década pasada desde la lógica de la nece-sidad. O del prag-matismo".
Hace exactamente ocho años Rafael Correa recibió a Hilary Clinton en medio del mundial de Sudáfrica. Seguramente el cálculo era evitar reacciones de ciertos sectores sociales y organizaciones de izquierda que siempre ven con justificado recelo estos acercamientos.
Al margen de las declaraciones formales y de la retórica diplomática, poco se supo de las conversaciones que mantuvieron. Se especuló que habían acordado algunas estrategias de combate al narcotráfico, algo de política regional y posibles adelantos para un futuro tratado de libre comercio (TLC) entre ambas naciones.
Hoy, Lenín Moreno se aprovecha de la fiebre futbolera para traer al Vicepresidente de los Estados Unidos. Tampoco sabremos con exactitud cuáles serán las conclusiones del encuentro, pero podemos suponer que se enmarcan dentro de la lógica geopolítica que siempre prima en las relaciones con esa potencia.
¿Qué puede haber cambiado en estos ocho años que marque alguna diferencia? Pues muy poco. La política exterior gringa se caracteriza por una continuidad que se acoge a una norma general: demócratas y republicanos defienden siempre los mismos intereses estratégicos. Hacia afuera, ambos sectores políticos lucran de las mismas fuentes: expansionismo, colonización, comercio desigual, desposesión.
Tal vez al interior del país algo haya cambiado. Cuando nos visitó la señora Clinton, la izquierda ecuatoriana y los movimientos sociales estaban entre adormecidos y cooptados por el populismo. Con la excepción de algunos sectores que venían resistiendo a las políticas del correato, y que expresaron su descontento, la mayor parte de los devotos del antimperialismo permaneció anclada a los televisores. Poco importaba que el gobierno recibiera con honores y halagos a la Secretaria de Estado del gobierno de los Estados Unidos. Los correístas querían goles.
Con la visita del Vicepresidente Pence tampoco ha existido una reacción contundente de la izquierda. Al parecer, la labor de demolición del correato todavía surte efecto. Pero también la posmodernidad. En los años 60 y 70 las movilizaciones estudiantiles en situaciones similares eran masivas e impetuosas. En muchos casos paralizaban Quito. Hoy la pelea se concentra en las redes sociales: bulliciosa e intensa, pero inocua.
La única novedad es la reacción oportunista del correísmo obtuso, que hoy quiere encaramarse en una lucha social ajena, con el único propósito de debilitar al gobierno de Moreno. Y lo hacen desde al más abyecto cinismo: acusar a Moreno de una política comercial que fue diseñada, construida, sacralizada y aprobada por Correa. Ahora resulta que quien firmó el TLC con la Unión Europea es santa Marianita de Jesús.
En el fondo, a lo que asistimos es a la inercia de una serie de políticas impuestas en la década pasada desde la lógica de la necesidad. O del pragmatismo. Hoy Moreno completa el rompecabezas neoliberal que le heredó Correa.
Algo sí cambió drásticamente en estos años: por primera vez en la historia, Alemania se quedó en la fase de grupos. Ni el mundial de fútbol ni el imperialismo son fáciles de manejar.

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