miércoles, 14 de diciembre de 2016


 

Orlando Pérez privatiza la violencia contra la mujer

  en La Info  por 
Ahora resulta que la violencia machista es un asunto privado. Así dijo Orlando Pérez, el director del diario correísta El Telégrafo, acusado de haber agredido a una mujer hasta dejarle el cuerpo lleno de moretones. No desmiente haberlo hecho, nomás que es cosa suya; y de la víctima que lo denunció; y del juez que lo juzgará. Los demás que ni se metan. Él seguirá (¿por qué no habría de hacerlo?) cumpliendo su trabajo, entregado a sus labores periodísticas en las cuales continuará demostrando su firme compromiso por la defensa de los derechos de las mujeres. Es la lógica correísta pura y dura: aquí los que determinan cómo han de mirarse las cosas, con qué categorías deben interpretarse los hechos, de qué temas se puede hablar y de cuáles no, son ellos. Y la forma como debe ser mirado y entendido este engorroso asunto quedó clara en la rueda de prensa que Pérez ofreció esta mañana para sacárselo de encima. Es ésta: la violencia machista es un asunto privado y él es un defensor de las mujeres. Tema zanjado.
La historia de Orlando Pérez y Gloria Ordóñez es un escándalo: por la violencia que la agresión dejó en el cuerpo de ella; por la relevancia pública de él; por la reacción social que convirtió el caso, inmediatamente y a través de las redes sociales, en el símbolo de un problema que atraviesa toda la sociedad ecuatoriana. Era necesario que Pérez diera la cara y ofreciera una rueda de prensa para explicarse. Pero en lugar de eso (de explicarse), en lugar de asumir la dimensión del problema y atribuirse las responsabilidades que le corresponden, Pérez eludió los hechos y pretendió apagar el incendio. Leyó una declaración en la que no dijo una palabra de la agresión propinada a Gloria Ordóñez (eso es privado), acusó a la víctima de haber invadido su departamento y se presentó como la víctima de una agresión política y mediática “por haber defendido unas ideas”. También dijo: “Aquí no comprometo al diario que dirijo ni a los medios a los que sirvo. He hablado con mis superiores y saben de esto y de mi responsabilidad pública, que será siempre la misma: absoluta transparencia y ética”.
Mientras Pérez decía tales cosas, la cuenta de Twitter de El Telégrafo se desgañitaba reproduciendo sus palabras a un ritmo nunca visto, ni siquiera en las sesiones decisivas de la Asamblea Nacional. 35 tuits puso en el aire el diario correísta durante la declaración que duró ni diez minutos.
En cuanto a la Empresa de Medios Públicos del correísmo –los superiores con los que dijo haber hablado Orlando Pérez– parece estar de acuerdo con él en cada punto. Emitió un comunicado público de 1.600 caracteres, de los cuales 1.200 estaban dedicados a enumerar las maravillas que han hecho por la defensa de los derechos de la mujeres, por la inclusión y contra la violencia machista. Los convenios que han suscrito, los compromisos que han adquirido… Los 400 caracteres restantes dicen lo siguiente: “con atención a los recientes hechos de conocimiento público denunciados en contra del director editorial de diario El Telégrafo, manifiesta (la Empresa de Medios Públicos) que en tanto se investigue y resuelva en el ámbito judicial, este medio de comunicación pública garantizará total coherencia y respeto a las decisiones de la autoridad competente bajo el compromiso de una cobertura transparente e imparcial de los mismos”. Transparencia e imparcialidad que queda garantizada por la permanencia de Orlando Pérez (un defensor de las mujeres) en el cargo de director editorial del diario.
En la normalidad correísta, esa realidad paralela en la que son los correístas quienes imparten a los demás las reglas y los principios para interpretar las cosas y los hechos, no existe ninguna razón por la cual un hombre acusado de haber agredido brutalmente a una mujer no puede ejercer la dirección de un periódico. Un periódico, además, con pretensiones de público, es decir, perteneciente a todos. Que su “responsabilidad pública”, dice Orlando Pérez, “seguirá siendo la misma: absoluta transparencia y ética”. ¿Qué entiende el director de El Telégrafo por responsabilidad pública? Lo mismo que cualquier otro correísta: discurso; palabras; retórica. Pérez cree que puede seguir hablando de su compromiso por la causa de las mujeres mientras agrede a la que tiene más a mano. ¿Y el país ha de creerle? El grupo de medios correístas se desentiende del asunto, omite sancionar a Pérez y acompaña estas decisiones, ¿con qué? Con un discurso sobre su compromiso en la lucha por la igualdad de género. ¿Qué se necesita, pues, para trabajar en un medio correísta e incluso llegar a dirigirlo? La retórica correcta. Más nada.
Pero ni el cuerpo amoratado de una mujer es un asunto privado ni el periodismo es un oficio que se pueda ejercer por fuera de la práctica de los valores que defiende. De lo primero parece haber sido plenamente consciente el propio Orlando Pérez en épocas no tan remotas, exactamente en febrero de 2011, cuando exigía que el periodismo hiciera públicos los detalles de la agresión machista propinada por un político de oposición a su esposa. Esto es lo que tuiteaba en ese entonces:
¿Recuerda el director del diario correísta la marcha contra la violencia machista que recorrió las calles de Quito el pasado 26 de noviembre? Esa manifestación, en la que se expresaron más de 5 mil personas, situó el problema de la violencia contra la mujer en la dimensión social que le corresponde. Decir que se trata de un asunto privado es retroceder décadas en esta causa que hoy abrazan millones y que es, por excelencia, la causa de los débiles. La violencia machista no sólo es un tema público: es un tema político.
Así lo entendió incluso el Grupo Parlamentario por los Derechos de las Mujeres, integrado en su mayoría por asambleístas del oficialismo. En un comunicado público que emitieron esta tarde, califican la agresión sufrida por Gloria Ordóñez como un delito y, por tanto, un hecho público. Más aún: se comprometen a hacer un seguimiento del proceso judicial levantado contra el director de El Telégrafo y a “llevar a cabo las acciones de fiscalización que fueren pertinentes”.
En cuanto a lo segundo, el trabajo que cumple Orlando Pérez al frente de un periódico, resulta claro que el periodismo es un oficio en el que se juegan valores. A diario, a cada instante. Prácticamente no hay decisión editorial alguna que no implique un conflicto de valores. Todo problema periodístico es, de manera más o menos clara, más o menos expresa, un problema ético. Por eso, si existe una legitimidad en el periodismo, ésta viene dada en función del compromiso que el periodista esté dispuesto a asumir con esos valores que su trabajo necesariamente implica. Un periodista que no está, en lo personal, alineado con esos valores, podrá llegar a ocupar los puestos directivos de los medios para los que trabaja, pero nunca será un buen periodista. No, al menos, en el sentido ético de la palabra, que es el que importa.
Foto: El Telégrafo

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