miércoles, 9 de septiembre de 2015

Al amigo Martín

FERNANDO LARENAS


Una de las características que más destaca es su irreverencia, también sobresale su devoción por la literatura, pero de la buena, su apego a lo ecológico, a la agricultura; su agudeza para escribir y decir las cosas sin adornos, tal como él las aprecia y las siente, algo que sin duda le ha generado demostraciones de antipatía, especialmente del poder político, del actual y de todos los que han coincidido con su trayectoria periodística. Sin embargo, me llamó mucho la atención cuando le pregunté (10 años atrás) ¿cuál es tu compositor musical favorito? La respuesta me dejó atónito; al mismo tiempo me ayudó a discernir un aspecto de la personalidad de Martín Pallares que no conocía. ¿Una preferencia musical puede realmente servir para sacar una conclusión sobre una persona o un periodista? Para mí definitivamente sí y trataré de explicarlo en estas líneas. Gustav Mahler (1860-1911) fue la tajante respuesta. No sé si Martín vio algún gesto particular en mi rostro, lo cierto es que me sorprendió su respuesta porque muy pocos melómanos o conocedores de la buena música mencionan a este gran compositor y director de orquesta de origen judío nacido en Kaliste, actual Austria. Pocos mencionan sus 10 sinfonías con las cuales rompió toda la tradición musical. Sus sinfonías, lied y óperas marcaron lo que algunos teóricos denominaron ‘período posromanticismo’. Una de las mayores virtudes de este compositor fue incorporar a su música todos los instrumentos disponibles. Por eso Mahler decía que la sinfonía era como construir un mundo con todos los medios posibles. Esas mentes tan brillantes como las de Mahler solo pueden ser admiradas por personalidades notables, diferentes, como la que posee Martín, a quien conocí en sus inicios como periodista en los diarios Hoy y El Universo y posteriormente como compañero y amigo en EL COMERCIO. Lo de irreverente no es nuevo, como reportero era implacable cuando cubría las sesiones del Congreso y escribía mucho más allá de lo que sus colegas observaban. Cómo no recordar cuando se permitió denunciar a ese personaje surrealista y corrupto que nadie podía identificar con nombre y apellido, pero que Martín resumió simplemente como “el hombre del maletín”. Tal vez su ADN en el dominio del lenguaje lo heredó de su abuelo Benjamín Carrión. Es uno de los pocos periodistas latinoamericanos que puede exhibir un diploma de Standford University, que domina el francés, el inglés y puede escribir un editorial en el New York Times. Por eso creo que Martín Pallares es mucho más que un periodista irreverente. Insisto, es así con el actual, con todos los gobiernos y tal vez esto no se note de inmediato; por eso también mi referencia a Mahler, a quien no le faltaba razón cuando dijo que su música no sería apreciada hasta 50 años después de su muerte.

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