Simón Pachano
Lunes,
6 de abril, 2015 - 00h07
El día siguiente
Solo fueron
necesarios pocos días para ver por dónde vendrán las respuestas a las dudas de
la semana pasada. Ya se ve con precisión que se va imponiendo la decisión no
solo de gastarse el capital y el patrimonio, sino de poner en riesgo la exitosa
marca del caudillo. La expresión más clara de esto es el anuncio del
desconocimiento de la deuda estatal con el IESS que, a pesar de los enormes
costos económicos, sociales y políticos que tendrá, va porque va. Esta
decisión, que se materializará como reforma legal gracias a las manos de alzado
automático, deja ver tres realidades altamente preocupantes. Primera, que la
situación es bastante diferente al modelo idílico que se dibuja en las
sabatinas. Segunda, que mucho de lo que se hizo en los últimos ocho años estuvo
equivocado porque no se cuenta con los instrumentos necesarios para enfrentar
un escenario como este. Finalmente, y como resultado de los dos puntos
anteriores, que a estas alturas ya no queda margen para tomar decisiones
exentas de costos.
Que la crisis
es más profunda de lo que se nos ha pintado hasta ahora y que no estuvieron
preparados, se comprueba con la sucesión de medidas tomadas en lo que va del
año. Comenzó con el recorte del presupuesto en la primera semana de enero,
siguió con el incremento de la deuda con China, más adelante con las
salvaguardias y de inmediato con la colocación de bonos con un interés
descomunal, hasta terminar con el anuncio sobre lo adeudado al IESS. Se podrá
decir que eso es una manifestación de responsabilidad frente a la crisis, pero
lo único que refleja es que no hubo previsión de lo que podía pasar y que en
sus cálculos el largo plazo no iba más allá de un trimestre.
Algunos
efectos económicos de este conjunto de medidas se verán en el corto plazo,
especialmente en términos de escasez, inflación, pérdida de puestos de trabajo
e incremento del contrabando. No hay que esperar sino pocos meses para que se
venzan los plazos de las deudas, incluyendo los bonos, y para que los mercados
reflejen el carácter de las medidas. En esas condiciones, poner todas las
esperanzas en la cada vez más improbable alza de los precios del petróleo
resulta ingenuo, por no decir irresponsable. El panorama no es alentador, por
la crisis que viene desde afuera, pero sobre todo por las respuestas que vienen
desde adentro.
El efecto más
grave se sentirá en el mediano plazo, cuando el Seguro Social no pueda pagar
las pensiones jubilares. La justificación de que el IESS tiene demasiado dinero
no tiene sustento. Es un criterio que no cabe para una institución de seguro
social (además solidario y obligatorio), en la que cada centavo adicional se
refleja en las pensiones del futuro. No es propio de un economista heterodoxo
afirmar, como lo hacían los neoliberales, que no le corresponde al Estado
entregar recursos a ese sistema.
Conclusión,
la fiesta se acabó, estamos viviendo el chuchaqui del día siguiente. (O)
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