martes, 21 de abril de 2015

Rafael Correa miente: 2. Los años de juerga

15 ABRIL, 2015
Economia: Las remesas de los emigrantes paraguayos siguen en ascenso
Por Roberto Aguilar.
El Presidente lleva rato sin hablar de gasto público a secas. Desde que se quedó sin plata, el gasto público se ha convertido en el-tan-denostado-gasto-público. Ahora sólo lo llama de esa forma. Hombre de muletillas –que sirven para etiquetar y ayudan a no pensar–, el Presidente echa mano de esta fórmula para, al mismo tiempo que aludir vagamente al gasto de su administración, descalificar a los enemigos supuestamente empeñados en denostarlo. No necesita comprobar siquiera la existencia de tales denuestos, menos aún molestarse por rebatirlos: basta con decir el-tan-denostado-gasto-público para que todo lo demás se dé por sobreentendido. Etiquetar y no pensar: suprema habilidad del hombre sin atributos. Sumando muletillas de este tenor el Presidente, predecible como los piojos, ha ido construyendo un discurso en el que casi cada frase está fundada sobre un principio de negación y descalificación.
La muletilla el-tan-denostado-gasto-público expresa la gran mentira correísta de 2015. Con ella el Presidente implica que sólo los sufridores y tirapiedras son incapaces de comprender que la inversión de todos los recursos del Estado es necesaria para tener una economía en crecimiento; y que cualquier sugerencia sobre la necesidad de establecer un criterio de prudencia en el gasto estatal y preservar un sentido del ahorro en las finanzas públicas sólo puede provenir de banqueros y neoliberales. Es su manera de decir que todo lo gastado en estos años de exorbitantes ingresos petroleros bien gastado está. Que no se arrepiente de nada aunque ahora, para salvar los muebles, tenga que echar mano de la plata del IESS y colocar bonos en el exterior con un interés del 10,5 por ciento, el más alto de la historia. Se gastó todo y todo bien gastado. Porque el Presidente lo hace todo bien. Ya lo dijo Lenin Moreno en su última visita al país: “Rafael se equivoca y con frecuencia. Inclusive a veces cambia algún término, a veces en una fecha histórica o a veces en el caso de un personaje”. Hasta ahí no más. Ningún error de bulto que lamentar.
El-tan-denostado-gasto-público: ya rebajaron los sueldos de la burocracia mejor remunerada, entre un 5 y un 10 por ciento, y se redujeron algunas plantillas de burócratas. El rector de Yachay pasó de recibir 18 mil dólares al mes a la miserable cifra de 16.500. ¡Cuánto sacrificio! Sólo en el Consejo Nacional Electoral, según declaró su titular, Juan Pablo Pozo, la baja salarial afectó a 80 funcionarios y lo que él llama “redimensionamiento del talento humano dentro de la planta central” se concretó con el despido de 110 burócratas. Una de dos: o el CNE tendrá de ahora en adelante serias dificultades para cumplir sus tareas, y sus 520 funcionarios (antes eran 630, según Pozo) deberán redoblar esfuerzos y trabajar horas extras, o esos 110 sobraron siempre. Pero todo lo gastado bien gastado está.
El-tan-denostado-gasto-público: “Algunos edificios –continuó Pozo– que fueron alquilados por el CNE, hemos pedido que ese personal pase a la plana central”. ¡Algunos! ¿Cuántos? ¿Cuántos por cada ministerio, por cada subsecretaría, por cada dirección provincial? ¿Alquilados todos? ¿Comprados? ¿Cuántos de esos edificios quedan en las zonas de mayor plusvalía de las principales ciudades del país? ¿Cuántos, por ejemplo, en los alrededores de La Carolina, en la avenida República de El Salvador, en la Naciones Unidas? ¿A qué costo? ¿Cuántos de ellos son tan prescindibles como los que Juan Pablo Pozo decidió desocupar para ganarse unos puntos en Carondelet? Seguramente ninguno, porque lo gastado bien gastado está.
El-tan-denostado-gasto-público: en octubre de 2012, según datos del ministerio de Industrias, la flota de automóviles al servicio del Estado, de esos que encontramos en cada esquina con logotipos relucientes y chofer al volante, ascendía a 34.511. En Japón, que tiene 130 millones de habitantes y es la tercera economía del mundo, el Estado dispone de apenas 30 mil. En Estados Unidos, cuyo producto interno bruto es 222 veces mayor que el ecuatoriano, sólo el doble: 72.000, según un artículo de Vicente Albornoz publicado el año pasado en El Comercio. Automóviles necesarísimos, imprescindibles para lograr el crecimiento económico de la patria y garantizar la justicia social y la equidad para todos y todas. Gracias a ellos y a sus choferes el burócrata criollo aprendió a valorarse a sí mismo y adquirió esa confianza en sus propias capacidades, esa idiosincrasia altiva y soberana, ese brío indispensable para la instauración del Súmak Kawsay que, cualquier lo sabe, pasa necesariamente por la posesión de un híbrido con tracción en las cuatro ruedas. Porque lo gastado, bien gastado está.
El-tan-denostado-gasto-público: se acabó la contratación de artistas para las rendiciones de cuentas, las fiestas, los cocteles, el alquiler de salas, de equipos, de tarimas. Los ecuatorianos ya entendimos. Toda esa parafernalia nos enseñó sobre la grandeza de la revolución, nos ilustró sobre la eficiencia y abnegada entrega de sus funcionarios, nos hizo prestar atención a la contundente exactitud de sus informes. Ningún aparente exceso debía escatimarse en tal empeño. ¿Cómo quejarse, por ejemplo, de que en uno solo de esos actos, una audiencia pública del contralor, Carlos Pólit, se desplegaran 2.300 sillas en un escenario de 8 mil metros cuadrados y se dispusieran, tal como lo contó en su momento diario Hoy, 21 reflectores, seis torres de amplificación, cuatro tramoyas, cuatro pantallas gigantes de alta definición, una lámpara de cañón, tres tarimas con paneles móviles y bastidores? ¿Y qué decir de la profusión de material didáctico de índole diversa repartido en esa sola oportunidad, tanto que cada uno de los 2.300 invitados recibió medio kilo de folletos, trípticos, revistas, libretas, carpetas, catálogos, opúsculos, cuadernos y prospectos contenidos todos en vistosa funda plástica especialmente diseñada para el efecto, para un gran total de una tonelada de papel impreso de la mejor calidad repartido para mayor gloria del alto funcionario y de la institución que tan acertadamente preside? ¿Qué reparo oponer a este dispendio si se considera que, antes de ir a parar todo eso al tarro de basura, cosa que ocurrió apenas en un lapso de cuatro horas, los folletos, trípticos, revistas, libretas, carpetas, catálogos, opúsculos cuadernos y prospectos repartidos abrieron los ojos de una multitud a las bondades de un régimen transparente de manos limpias, mentes lúcidas y corazones ardientes por la patria? Multiplíquese todo esto por el número de dependencias estatales que organizan un acto anual de rendición de cuentas (más de cien, seguramente) y vuélvase a multiplicar por el número de años en el gobierno; añádanse los programas especiales, los aniversarios, los homenajes, las inauguraciones, como aquella reciente de un dispensario médico, donde el Presidente anunció que no pagaría lo que el Estado le debe al IESS y que costó 205 mil dólares; súmese todo eso y se tendrá un idea aproximada de cuánto bien nos han causado. Que no se diga que no estuvo bien gastado lo gastado.
El-tan-denostado-gasto-público: ¿a quién le puede importar que el costo del proyecto Coca Codo Sinclair pasara de 945 millones a 2.245 millones de dólares si el resultado será una central hidroeléctrica de ocho turbinas ahí donde sólo se necesitan cuatro? ¿Quién puede negar que ocho es mejor que cuatro? ¿Quién? ¿O que, por idénticas razones, una carretera de cuatro carriles –la Panamericana–, cuente con un paso lateral de ocho? ¿O que Santa Rosa disponga hoy de una aeropuerto que no usa nadie? ¿No es mejor un aeropuerto que ninguno? ¿No contribuyen todas estas obras, que las malas lenguas llaman innecesarias y dispendiosas, al enriquecimiento de contratistas, constructores, intermediarios, acaso funcionarios? ¿No redunda el enriquecimiento en beneficio de la patria? Cuando esto, para nuestro mal, haya terminado, quizá sea necesario ejecutar un inventario de megaobras de cemento similar al levantado en España bajo el nombre de Nación Rotonda, en el que se demostrará, sin lugar a dudas, la transformación radical del paisaje ecuatoriano que sólo el liderazgo firme y decidido del mejor ecuatoriano de todos los tiempos (Alfaro es un imbécil) pudo operar en el país. Si para eso había que gastar todos los ingresos del petróleo, más aún, si para eso había que endeudarse con los chinos e hipotecar las reservas y la producción futura del petróleo, bien gastado, bien endeudado, bien hipotecado está.
No faltarán sufridores y tirapiedras que califiquen como derroche el presupuesto propagandístico del gobierno: las cadenas, las sabatinas, los programas especiales, las cuñas publicitarias, las vallas, los medios estatales, los troll centers, los grafiteros, los actos de masas, las contramarchas, la contratación de buses, las pancartas, los sánduches, las colas… ¡Derroche! ¿Qué esperaban? ¿Acaso quieren que un estado de propaganda deje de hacer propaganda? ¿Quieren que deje de mentir? ¿Cómo gobernaría entonces? ¡Cuánta ignorancia! ¡Cuánta mala fe!

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