lunes, 27 de abril de 2015


Simón Pachano

Retorno de la política

La combinación de los altos precios del petróleo, la dolarización y el liderazgo personal convirtió a la política en algo innecesario. Al Gobierno le bastaba con asignar el gasto por aquí o por allá, siguiendo el camino marcado por las encuestas y no el que aconseja la técnica. Las diversas oposiciones, múltiples y heterogéneas, nunca entendieron que las épocas de bonanza requieren de tácticas muy diferentes a las que son efectivas en tiempos de penuria y que a los líderes mesiánicos no hay que enfrentarles en su propio campo. Por su parte, la sociedad entregó el cheque en blanco y se dedicó a disfrutar el aquí y el ahora del sumak kawsay, mientras dejaba en manos del azar la definición del futuro. Durante ocho años el país vivió bajo los sopores de una fuerte dosis de anestesia, arrullado por el sonsonete incesante de la publicidad oficial.
Solo fue necesario que cayera el precio del petróleo para que todo eso se derrumbara. La crisis, que sin duda es mayor a la que confiesan las cifras oficiales, marca el retorno de la política, entendida en todos sus sentidos. El Gobierno se ve ahora urgido a definir rumbos, tomar decisiones, hacer el balance de costos y beneficios, definir prioridades y, aunque se niegue a admitirlo, contar cada centavo que entra y que sale. Ya no puede actuar como el nuevo rico que fue por estos largos años. Llegó el momento de entender que la política, en tanto acción gubernamental, no se reduce a imponer unas decisiones que se derivan automáticamente de la disponibilidad de dinero o del estado del hígado en la mañana del sábado. La estrechez económica es para el gobernante lo que el mar embravecido es para el marinero, aunque no ha faltado en la historia el impetuoso que, para rechazar tan evidente verdad, ordenó castigar con latigazos a las olas.
Es también el momento de entender y aceptar la otra dimensión de la política, aquella que significa entablar diálogos, buscar acuerdos y reconocer a otros actores que no sean los que aparecen en el espejo. Durante la bonanza fue fácil ignorar al resto y convertirse en intérprete de todas las necesidades, si al fin y al cabo los recursos alcanzaban para todos (y todas, por supuesto) sin mayor esfuerzo. Por ello también desde el otro lado no surgieron demandas ni hubo la capacidad para impulsar acciones. La política como intercambio entre individuos y grupos es algo desconocido para el líder y sus seguidores, pero también para los de la orilla opuesta.
La gran incógnita es si existen las condiciones y los sujetos para enfrentar el necesario retorno de la política. Ocho años sin practicarla anquilosan a cualquiera y, de lo que se puede ver, en ninguno de los lados han encontrado la fórmula para lograr que el cuerpo de la política recupere el movimiento. Mientras tanto, las personas comunes y corrientes han comenzado a moverse entre las redes sociales y las calles, como una forma de tomar la política en sus manos.(O)

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