miércoles, 20 de enero de 2016

Ramiro González, el inhabilitante



Publicado el en La Info por Martín Pallares
El acuerdo político que ayer se anunció en Cuenca bajo el nombre de la Unidad nace con una contradicción que, al menos por el momento, aparece como insalvable. Una contradicción que tiene nombre y apellido: Ramiro González.
Contradicción porque resulta incoherente que una alianza política y electoral que se anuncia a sí misma como un camino para recomponer el sistema político del Ecuador descorreizándolo tenga entre sus fundadores a una de las más egregias y emblemáticas figuras del correísmo. Ramiro González, por más que haya marcado distancias con el gobierno durante el último año, lleva sobre su espalda una historia tan rica de participación en la consolidación del correato que hace imposible que su contribución para armar otro modelo sea legítima y creíble.
González no es cualquier arrepentido o disidente del correísmo. Estuvo junto a Rafael Correa durante 8 de los 9 años de su gobierno. Y no como figura menor, sino como animador de primerísima fila. Su paso por el IESS, el BIES y el Ministerio de Industrias no es poca cosa.
Pero esas funciones no son lo único que pesa en el palmarés del creador de Avanza. Ramiro González tiene entre sus pasivos, por ejemplo, haber sido un entusiasta porrista de aquella consulta popular diseñada para que Rafael Correa termine controlando las cortes. ¿Cómo puede presentarse en una alianza electoral que se supone va a descorreizar el país alguien que no dijo esta boca es mía cuando Rafael Correa anunció, desfachatadamente, que metería las manos en la justicia?
Si algo inhabilita los postulados políticos de la llamada Unidad que se presentó ayer es el pasado reciente de un Ramiro González. Inolvidable e imperdonable, por ejemplo, es su efusivo y triunfal abrazo que prodigó a Rafael Correa cuando la Corte Nacional de Justicia, en uno de los actos más infames de su historia, condenó a diario El Universo y al periodista Emilio Palacio en un proceso viciado de crin a cola. ¿Cómo puede presentarse como una alternativa política el autor de aquel abrazo con el que aprobaba uno de los más espantosos abusos de poder que un Presidente haya ejercido en la historia moderna del país? Si Ramiro González no fue capaz de espantarse ese día al ver cómo Correa y su guardia pretoriana se apoderaron de la Corte Nacional, entonces difícilmente será capaz de repudiar en el futuro otro gesto de autoritarismo ramplón como aquel.
La contradicción que González significa para la llamada Unidad es muy particular y evidente. Ayer en Cuenca, Jaime Nebot anunció que es partidario de echar abajo la Ley de Comunicación, otro de los artificios autoritarios del correísmo. ¿Qué pensará de aquello González quien con su silencio fue uno de los tantos cómplices de la aprobación de aquella ley?
Si la Unidad cree sinceramente en el libre comercio como alternativa al proteccionismo del que se ha preciado el gobierno de Rafael Correa ¿cómo espera González limpiar de su hoja de vida su encendida y muy reciente defensa de los aranceles y trabas para las importaciones? Ni qué decir sobre el silencio de González frente a casos donde se atropellaron los derechos humanos de personas como el coronel César Carrión, Fidel Araujo o los 10 de Luluncoto entre otros.
Ramiro González inhabilita muchos y quizá los más importantes postulados de un acuerdo político que se supone debe restablecer los principios republicanos que el correísmo ha destruido. ¿Alguna vez durante sus 8 años en el Gobierno formuló alguna crítica a la eliminación de la independencia de poderes que ayer criticó Nebot?
Es difícil, al menos por el momento, creer en la sinceridad y legitimidad de una alianza electoral anti correísta si ésta tiene en su seno a una figura como González. Es algo así como pretender usar brea como detergente.

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