martes, 7 de julio de 2015

Miseria del periodismo devoto

Los gritos empezaron ni bien la caravana abandonó Tababela con dirección a Quito. Primero pasaba el Papa y la gente lo aclamaba; luego venía el presidente y lo mandaban al infierno. “¡Fuera Correa fuera! ¡Fuera Correa fuera!”. Incapaz de salirse un centímetro de su propia caricatura, predecible en sus mentiras (después de 431 sabatinas nos los sabemos de memoria), él dirá que fueron cuatro pelagatos. Pero no: fueron miles a lo largo de la ruta. Así lo demuestran los videos que empezaron a circular por las redes sociales la misma tarde del domingo. Está documentado que le gritaron “¡Fuera Correa fuera!” en Cumbayá, que se lo repitieron en al menos dos puntos de la avenida de Los Granados, que a lo largo de la Seis de Diciembre los gritos se volvieron más reiterativos y estridentes y que en la misma puerta de la nunciatura hasta el Papa tuvo que escucharlos. El presidente, por una vez, se condujo como un estadista: no se bajó del carro a pelear con nadie, no mandó a sus gorilas para que intimidaran a ningún muchachito, no ordenó detener a persona alguna, no vociferó ni hizo aspavientos, no salió por sus fueros. Como nunca. Ojalá Rafael Correa se comportara todo el año como si el Papa lo estuviera viendo: este país sería mucho más vivible.
“¡Fuera Correa fuera! ¡Fuera Correa fuera!”. Ni siquiera la transmisión televisiva a cargo de la Secom pudo disimularlo. 200 países del mundo se enteraron y no es raro que el hecho fuera recogido en los titulares de diversos medios extranjeros, desde El Comercio de Lima hasta El Mundo de Madrid, pasando por la AFP y varios portales de noticias del Internet. Sin embargo, esa noche, en los noticieros de la televisión nacional, nada. ¡Ni una palabra sobre los gritos de la multitud contra Correa! Y al día siguiente, en los principales diarios, apenas una mención a la pasada, si acaso. Como si no hubiera ocurrido o no importara. Y no estamos hablando de los canales de televisión del correísmo (Ecuador TV, Gama, TC) cuyos periodistas mercenarios harán lo posible por ocultar cualquier cosa que no convenga a los intereses del gobierno; no estamos hablando de El Telégrafo, cuyo director parece haber experimentado en estos días la conversión al catolicismo más espectacular desde que San Pablo cayó de su caballo. No: estamos hablando de los medios que el gobierno supuestamente no controla. ¿No escucharon los periodistas de esos medios gritar a la multitud? ¿Acaso no estuvieron ahí? Imposible: estuvieron y escucharon. Pero eligieron (o alguien eligió por ellos) omitir lo que vieron.
Un gazapo del noticiero de Ecuavisa de esa noche demuestra que esa omisión fue una decisión deliberada: cuando un periodista leía en una pantalla los tuits enviados por la audiencia al noticiero, se deslizó uno que decía: “Tras pasar el Papa los ecuatorianos en una sola voz gritaron fuera Correa fuera”. En seco se detuvo el periodista para no pronunciar las palabras conflictivas e improvisó una salida desafortunada, mientras el texto era retirado apuradamente de la pantalla. Hay que verlo.
¿Acaso los gritos de la multitud no son periodísticamente relevantes? Al contrario. Ecuador vive un decisivo proceso político que consiste en la recuperación de la calle como último espacio de expresión política posible para los ciudadanos. En ese proceso, que es una toma de conciencia y un intento de recuperación de la propia voz, los gritos contra Correa en la caravana del Papa tienen un peso importantísimo, como lo demuestra la repercusión que tuvo la noticia (propagada por los propios ciudadanos) en las redes sociales. Ese proceso empezó aproximadamente un mes atrás, no se ha detenido con la visita pontificia (no tiene por qué) y continuará cuando el papa Francisco se vaya del país. En ese contexto (el contexto político de un Estado laico llamado Ecuador, no el contexto espiritual de los fieles católicos ecuatorianos) los gritos de la multitud contra Correa no sólo que sí fueron relevantes: fueron lo más relevante que ocurrió esa tarde.
Desde el momento en que el papa Francisco pisó tierra ecuatoriana, los medios de comunicación, especialmente canales de televisión como Ecuavisa y Teleamazonas, parecen entregados a una operación imposible y periodísticamente cuestionable: separar la visita del contexto político en que se produce. Operación imposible porque es público y notorio que, en los hechos, ambas cosas están férreamente unidas. Y lo están, en primer lugar, por voluntad del gobierno. Lo están desde que el correísmo, con una campaña propagandística de las dimensiones a que nos tiene acostumbrados, se sirvió de las palabras y la doctrina del pontífice para validar sus propias políticas, ratificar su discurso y justificar sus intereses. ¿No fueron las palabras de bienvenida pronunciadas por el presidente una expresión de esa estrategia? ¿Qué fue sino político el esfuerzo de Rafael Correa por identificar su pensamiento con el del papa? ¿Es, entonces, gratuito que la multitud aproveche la visita para expresar sus propias opiniones? ¿Es ilegítimo? ¿Por qué se excluye esa expresión de la cobertura periodística? Hay una dimensión política en la visita del papa y omitirla, excluirla de la noticia, es una negligencia periodística que sólo beneficia a aquellos que se están sirviendo de esa visita para fines ajenos a la religión, fines que no son otra cosa que políticos. Es hacerle el juego al Estado de propaganda.
La visita del Papa al Ecuador, como cualquier otro hecho de importancia, reclama del periodismo rigor profesional y lucidez analítica. Rigor y lucidez que sólo se obtienen si los periodistas observan cuidadosamente uno de los grandes principios del oficio: guardar distancia. Por el contrario, y con honrosas excepciones como la de Freddy Paredes, los periodistas a cargo de la cobertura (la mayoría) no han demostrado el menor escrúpulo a la hora de involucrar sus propias emociones en la noticia. Han asumido gratuita y poco profesionalmente que la totalidad de la audiencia se encuentra, como ellos, unánimemente arrodillada y orando. Pues no es así.
¿No es este el periodismo que el gobierno viene reclamando e imponiendo a través de su aparato de control y propaganda? Un periodismo incapaz de comprender a la sociedad sino como algo homogéneo. ¿Ahora todos somos católicos porque el Papa está de visita? No, no lo somos. ¿Ahora dejamos de lado nuestros procesos políticos porque el Papa está de visita, sin siquiera detenernos a mirar cómo esa visita está siendo utilizada por el poder como una ficha clave sobre el tablero político? ¿Qué clase de periodismo es ese?
La sociedad no es una pieza homogénea: es un rompecabezas. Los hechos, por fortuna, tienen matices y dimensiones múltiples que corresponden a la diversidad de matices y dimensiones de la sociedad en que se producen. Canales de televisión como Ecuavisa y Teleamazonas nos están ofreciendo una única posibilidad de entender la visita del Papa: la visión de un país creyente arrodillado ante su pastor. Esa visión es falsa. Tan falsa que, para mantenerla en pie, es necesario incluso omitir la cobertura de aspectos relevantes de la noticia, como los gritos de la multitud contra Correa. La verdad es que la visita del Papa tiene múltiples dimensiones, múltiples lecturas, debe estar y está sujeta a comentarios, opiniones, disidencias. El papel de un periodista, por católico que sea, es tratar de entender esa complejidad y transmitirla a su audiencia, no ir en busca de experiencia espiritual alguna. El periodismo devoto podrá ser muy enriquecedor para quien lo practica pero al país no le sirve para nada.

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