martes, 7 de julio de 2015

Al papa y al César

Hernán Pérez Loose
Martes, 7 de julio, 2015 - 00h01


Los fariseos andaban constantemente tratando de que Jesús cayera en alguna contradicción, para así tirar abajo no solo su creciente liderazgo, sino su doctrina religiosa y su proclamada presencia como Hijo de Dios. Una de ellas, dicen los evangelios, consistió en preguntarle si era compatible o no el que los judíos respetaran el orden civil que imperaba sobre Israel en aquella época. Como se sabe, la respuesta de Jesús fue tan simple como genial. “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. (Marcos 12:17)
Es una lástima que esta, como otras enseñanzas de Jesús, no siempre fueron ni han sido seguidas por los cristianos, incluyendo a ciertos gobernantes y políticos, así como a ciertos miembros de la jerarquía eclesiástica. A unos y otros les ha sido difícil mantener las distancias que separan al reino de lo humano del reino de lo divino, y fácilmente han caído en la tentación de manipular las leyes civiles y las divinas, para cometer los peores horrores en nombre de Dios.
Una brecha que afortunadamente millones de ecuatorianos sí la tienen clara. Con sus protestas, marchas y resistencia no han hecho otra cosa que darle al Gobierno lo que el Gobierno se merece. Y es también lo que han hecho miles de creyentes al expresar su alegría por la visita del papa. Le han dado a Dios lo que es de Dios. Y es lo que seguirá sucediendo una vez que el papa deje el Ecuador: seguirán los ecuatorianos dándole al César lo que el César merece y a Dios lo que Dios merece.
Es por ello que ha sido reprochable el uso que el Gobierno ha hecho de ciertas frases atribuidas al papa junto con gigantescas imágenes suyas, frases que oportunamente parecen coincidir con el discurso oficialista. Creer que los ecuatorianos no iban a caer en cuenta de esta utilización es confirmar cuán grande es la brecha que viene separando al oficialismo del país. Lamentablemente, tal parece que ni el papa se ha salvado de la propaganda oficial.
Lo que los ecuatorianos están dándole al Gobierno en las calles es simplemente una lección de civismo que tanta falta le hacía frente a la no muy cristiana forma como ha venido ejerciendo el poder en los últimos años: con prepotencia, arrogancia, insultos, abusos, persecuciones y arbitrariedades. Un estilo que se prolongaría por los próximos ocho o veinte años, toda vez que quien pretende continuar gobernando de por vida es nada menos que el propio jefe de la llamada “función electoral”, o sea, el dueño de las urnas.
El que haya un pueblo que esté protestando en las calles contra la arrogancia no ha dejado de sorprender a diarios como Le Monde, de Francia. Ciertamente, hoy en día son pocas las sociedades que salen a las calles a defender su dignidad. Claro que también hay que reconocer que hoy en día casi ninguna sociedad en el mundo es gobernada en la forma como está siendo gobernado el Ecuador. (O)

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