El Papa solo vino a felicitar al presidente Correa…
Por José Hernández
“El Papa aprecia mucho el proceso que se esta llevando a cabo en Ecuador”: lo dijo el Presidente a José Levy, el periodista de CNN que sin conocer lo que sucede en Ecuador, se expuso a beber sin pausa en la mayor fuente productora de discursos del país.
Esa es la versión, única e interesada, de lo que se dijeron en privado los dos hombres. Y, claro, si el Papa aprecia mucho lo que ocurrerealmente en Ecuador –y no lo que el Presidente cuenta, como hizo con José Levy– cualquiera se pregunta para qué se dio tanto mal el Papa hilvanando, tan diplomáticamente, los discursos y homilías que leyó. Si los leyó es porque los preparó. Y los debió preparar como lo hace un Papa: con la conciencia de que sus textos serán analizados con lupa, diseccionados por los creyentes, el poder político y también sus exégetas. Jorge Bergoglio piensa, además, en español, se ciñe al protocolo que exige máxima discreción y es jesuita. Es decir, un hombre que calcula las vueltas que da pero que nunca pierde el norte.
Si el Papa aprecia mucho el proceso que se está llevando a cabo en Ecuador, se entiende mal para quién escribió. Y si lo hizo para echarle una mano al Presidente –como se colige de lo que dijo a CNN– se entiende aún menos por qué la gente aplaudió ciertas frases que, a todas luces, estaban destinadas al poder y no a los ciudadanos.
Lo discutible es que para debatir de la política pública, se tenga que remitir a los discursos de un jefe religioso que el correísmo quiso usar para aupar su discurso de guerra civil verbal en que anda empeñado: los ricos (2%) contra los pobres (98%). Una fantasía más que nada tiene que ver con la realidad sociológica del país.
Es lamentable pero el Presidente impone este ejercicio porque quiere, otra vez, diluir la realidad-real y trasladar el país a la realidad-mitómana que él administra. Según él (modestia aparte, dijo) lo que el Papa sugirió, se está haciendo en Ecuador desde hace ocho años. Él es inclusivo. Él dialoga. Él respeta las diferencias. Él cuida las minorías… Aquí no hay un poder único. No hay violencia institucionalizada. No hay atentados a la libertad de expresión. Tampoco hay una cultura del descarte, como dijo el jefe del Vaticano.
Total: El Papa aprecia mucho el proceso que se está llevando en Ecuador. El gobierno recibió un certificado de buena conducta. Y para aquellos que no entendieron, felizmente el Presidente puedo aclarar el sentido real de las palabras de Jorge Bergoglio. Por ejemplo, cuando habló de “este pueblo ecuatoriano que se ha puesto de pie con dignidad”, pues se refería a la Revolución Ciudadana. A todo lo que ha hecho en estos ocho años. ¿Alguien pensó que pudiera ser de otra manera?
El balance del Presidente es tan lineal, tan plano, tan déjà vu, tan predecible, tan misérrimo y, al tiempo tan inquietante para este país, que hay que preguntarse a qué vino, entonces, el Papa? Pues es sencillo, según el Presidente: a dar un aval moral al gobierno confesándole, en privado, que aprecia mucho el proceso que se está llevando en Ecuador. Y dos, lo más importante: vino a hablar a todos aquellos, católicos o no, que se oponen a este maravilloso proyecto político que se lleva a cabo en el Paraíso. Los otros son los ruditos. Los otros no entienden. Los otros dan la espalda a la historia. Los otros muestran el puño cerrado cuando él los llama, con los brazos abiertos, al diálogo. El Papa vino a hablar a los que se oponen.
¿Y José Levy, que no conoce lo que ocurre aquí realmente pero vive en zonas de guerra, se arriesga y le pregunta: ¿Puede transformarse la Iglesia en mediadora? Y el Presiente que dice que en privado el Papa le dijo apreciar mucho el proceso que se lleva a cabo en Ecuador, responde: ¿Pero mediar en qué? Obvio, en nada. Y para rematar a Levy –tan discreto porque es decente y porque no conoce lo que realmente pasa– le recita la fábula de los dos impuestos. Esos que fastidian solo a los ricos…
¿Mediar? Pues no. Y además no dialogará con aquellos que hieren en las piernas a los policías para ir a tomarse Carondelet. Y de esa forma el Presidente, ungido por la gracia religiosa, huye de nuevo hacia la realidad-mitómana: el personaje enmascarado que golpeaba sobre los policías no es un cobarde instigando a una violencia generalizada… No era un caso excepcional. Se entiende que así son todos los manifestantes que están protestando en la calle.
¿Correa estuvo con el Papa? Y en serio, ¿el Papa aprecia mucho el proceso que se lleva a cabo en Ecuador? A menos de que el Presidente se haya confesado, -y debió hacerlo porque comulgó-, los sacerdotes ecuatorianos tienen la obligación de completar la versión.
Lo único que es público, por ahora, son las homilías y discursos que dijo el Papa y que millones de personas oyeron. Por eso es necesario, aunque sea lamentable que el debate público se haga con mensajes espirituales, poner en evidencia algunas frases que pronunció políticamente Jorge Bergoglio. El único motivo es preguntar al poder (que al parecer no lo oyó por andar haciéndose fotos con él) para quién escribió este Papa que, además de respetar el protocolo, tiene el español como lengua original y es jesuita. Es decir, sabe lo que dice.
“En el presente, también nosotros podemos encontrar en el Evangelio las claves que nos permitan afrontar los desafíos actuales, valorando las diferencias, fomentando el diálogo y la participación sin exclusiones, para que los logros en progreso y desarrollo que se están consiguiendo garanticen un futuro mejor para todos, poniendo una especial atención en nuestros hermanos más frágiles y en las minorías más vulnerables, que son la deuda que todavía América Latina tiene. Para esto, Señor Presidente, podrá contar siempre con el compromiso y la colaboración de la Iglesia, para servir a este pueblo ecuatoriano que se ha puesto de pie con dignidad”.
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“El Bicentenario de aquel Grito de Independencia de Hispanoamérica fue un grito nacido de la conciencia de la falta de libertades, de estar siendo exprimidos, saqueados, sometidos a convivir a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno”.
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“A aquel grito de libertad de hace poco más de 200 años no le faltó ni convicción ni fuerza. La historia nos cuenta que solo fue cuan contundente cuando dejó de lado los personalismos, el afán de liderazgos únicos, la falta de comprensión de otros procesos libertarios, con características distintas, pero no por eso antagónicas”.………………………..
“No olvidemos que la política, decía el beato Pablo IV, es una de las formas más altas de la caridad. Muchas veces este actuar nuestro se basa en la confrontación, que produce descarte. Mi posición, mi idea, mi proyecto se consolidan si soy capaz de vencer al otro, de imponerme, de descartarlo y así vamos construyendo una cultura del descarte que hoy día ha tomado dimensiones mundiales, de amplitud…”
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“No olvidemos que la política, decía el beato Pablo IV, es una de las formas más altas de la caridad. Muchas veces este actuar nuestro se basa en la confrontación, que produce descarte. Mi posición, mi idea, mi proyecto se consolidan si soy capaz de vencer al otro, de imponerme, de descartarlo y así vamos construyendo una cultura del descarte que hoy día ha tomado dimensiones mundiales, de amplitud…”
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“El Ecuador, como muchos pueblos latinoamericanos, experimenta hoy profundos cambios sociales y culturales, nuevos retos que requieren la participación de todos los actores sociales”.
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“Las normas y las leyes, así como los proyectos de la comunidad civil, han de procurar la inclusión, abrir espacios de diálogo, espacios de encuentro y así dejar en el doloroso recuerdo cualquier tipo de represión, el control desmedido y la merma de libertad”.
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“El diálogo es necesario, es fundamental para llegar a la verdad, que no puede ser impuesta, sino buscada con sinceridad y espíritu crítico. En una democracia participativa, cada una de las fuerzas sociales, los grupos indígenas, los afroecuatorianos, las mujeres, las agrupaciones ciudadanas y cuantos trabajan por la comunidad en los servicios públicos son protagonistas, son protagonistas imprescindibles en ese diálogo, no son espectadores”.
Pero no: el Papa solo vino a decir en secreto al Presidente que “aprecia mucho el proceso que se esta llevando a cabo en Ecuador”. Y ese proceso es la revolución autoritaria que él preside.
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