jueves, 16 de julio de 2015

El periodismo correísta golpea las puertas de los cuarteles

Pues sí, parece que los militares están inquietos. “Y es natural”. Lo dijo el jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, general Luis Garzón, en una entrevista que pasó inadvertida durante la visita del Papa pero que, bien mirada, es una joyita. “Puede ser cierto y es natural que haya inquietud en las unidades militares”, fueron sus palabras exactas. La buena noticia es que en cada una de esas unidades hay comandantes “que están siempre informando correctamente al personal”. Rebajando las inquietudes, como quien dice. O sea que todo bien. Como esto ocurría en Gama TV, es decir, no en un medio de información sino en un órgano de propaganda, no hubo quien planteara al general las preguntas ineludibles que semejante revelación exigía, a saber: ¿qué tiene de natural que los militares estén inquietos? ¿Por qué lo están? ¿De qué clase de inquietudes estamos hablando? Para llegar allá se necesita al menos un periodista y los dos entrevistadores, Marcela Holguín y Fernando Ampuero, parece que dejaron de serlo para convertirse en fieles y cumplidores funcionarios del correísmo. Su consigna para la ocasión era obtener del general declaraciones tranquilizadoras, desmentidos categóricos, frases inocuas. Cualquier cosa que se saliera de ese guión era simple y sistemáticamente desatendido.
El detalle más vistoso fue que el general Garzón no estaba solo. Compareció a su lado Fernando Cordero, ministro de Defensa. Esta combinación de personalidades y funciones fue el origen de una serie de malentendidos que hizo de la entrevista una suerte de comedia de equivocaciones sembrada de pistas falsas y dobles significados. Resulta enormemente instructivo bucear en busca de los mensajes entre líneas. De un lado, un militar cuidadoso, medido, institucional, no deliberante; de otro, un político verborreico incapaz de distinguir entre sus obligaciones como funcionario de Estado y sus inclinaciones como militante correísta; y que, en esa incapacidad, arrastraba al general hacia el vacío. Garzón pasó de la cara de póker a las miradas nerviosas dirigidas al ministro y, en algún momento, a los ojitos de degüello.
Hay que ver el contexto actual de las relaciones entre civiles y militares en el Ecuador, con el trasfondo de un proyecto de reformas constitucionales que pretenden cambiar las funciones de las Fuerzas Armadas –todo indica que contra su voluntad– y ponerlas a resguardar el orden público en un Estado sin fiscalización pero con reelección indefinida. En ese paisaje la visita del Papa fue, como le cuadra al personaje, providencial: los operativos de seguridad preparados para la ocasión, en los cuales más de 30 mil militares participaron junto a otros tantos policías, propiciaron la oportunidad perfecta para hablar con feliz normalidad de esa fructífera colaboración. En eso se fueron los ocho primeros minutos de la entrevista. Una vez agotado el tema, con exceso de retórica por parte del ministro, Marcela Holguín entró en materia. Porque no fue para saber cuántas carpas de seguridad se instalarían en el campo de los Samanes que Gama TV invitó a tan altas autoridades y tampoco parece gratuito que, junto al jefe del Comando Conjunto, se encontrara ahí el funcionario civil que actúa como vínculo político entre el gobierno y las Fuerzas Armadas. Todo esto hace parte de un guión político en el cual los noticieros correístas tienen un papel importante que cumplir.
El tema de fondo no fue la visita del Papa sino el famoso golpe blando que con tanto aspaviento denuncia el correísmo. Y lo fue aunque las palabras golpe blando no se pronunciaran en toda la entrevista. Así, los restantes 16 minutos se centraron en un rumor. “Rumores que están circulando a través de las redes sociales y a los que Gama TV tuvo acceso a través de los informativos”, dijo Marcela Holguín, dándolo por explicado. Se refería exactamente a una grabación de un minuto de duración en la cual una voz anónima explica a un interlocutor silencioso que las Fuerzas Armadas han retirado su apoyo al presidente Rafael Correa y se disponen a derrocarlo. Una grabación de cuya existencia la mayoría de usuarios de las redes sociales se enteró, sospechosamente, no por haberla encontrado en ellas sino por haber visto las denuncias del gobierno.
Considérese lo desproporcionado del asunto: alguien se inventa una historia y la cuenta; otro la graba; un tercero la sube al Facebook o al Twitter (o también: alguien se inventa una historia, la cuenta, la graba y la sube al Facebook o al Twitter). ¡Al Facebook o al Twitter, cloacas universales del pensamiento contemporáneo! Y durante 16 minutos, que en televisión son eternos, tenemos al militar de mayor gradación de la República y al ministro de Defensa en persona ocupándose de desmentirlo. Ello a pesar de que el mismo ministro aseguró que se trataba de una cosa “torpe”. Lo próximo será invitar al ministro de Cultura para que hable de la muerte de Ricardo Arjona que las redes no se cansan de publicitar. ¿No es ridículo? Antaño se usaba la imagen de “riñas de mercado” para referirse a los dichos que resultan ofensivos pero al mismo tiempo deleznables. Se suponía que un mercado era el espacio donde confluían todas las voces de la sociedad en su versión más descarnada, y que las peleas que se ahí producían eran episodios de los que no valía la pena ocuparse. Hoy las riñas de mercado han sido sustituidas por los debates de Twitter. ¿A quién le importan?
Le importan al correísmo, cuyos mecanismos de razonamiento son por demás curiosos: basta con que alguien suba una grabación al Facebook para que el gobierno se invente una conspiración que no se molesta en demostrar ni se preocupa por investigar. Si Rafael Correa fuera gerente de la Coca Cola seguramente estaría, con todo lo que se dice de malo sobre la Coca Cola en las redes sociales, levantando denuncias de competencia desleal contra la Pepsi. Corrección: no contra la Pepsi. Contra alguien: un núcleo duro de conspiradores con mucho dinero, con muchos contactos, con mucha maldad en el alma.
Como Gama TV es un canal correísta, su noticiero está obligado a tomarse en serio estas balandronadas. Que si las grabaciones son “clandestinas” (prueba irrefutable, al parecer, de su maldad inherente); que si las voces son extranjeras y “alquiladas”… El caso da para hablar maravillas. Hay que ver a Marcela Holguín y Fernando Ampuero ayudando al ministro de Defensa a tejer el entramado internacional de una conspiración cuyos “tentáculos” (el término es de Ampuero) incluyen la supuesta influencia que todavía pueden ejercer los hermanos Gutiérrez sobre las Fuerzas Armadas; una conspiración con agentes en Miami y brazos periodísticos en España, donde diario El País escribió un título que dice “El papa Francisco llega a un Ecuador convulsionado”. Cuánta mala fe. Ese titular lo prueba todo: “Está también complotado”, disparó Fernando Cordero al escucharlo, ante la mirada satisfecha de Marcela Holguín. Satisfacción comprensible: si El País es parte de un complot internacional, ella se apunta al Pulitzer.
Todo discurre según un libreto que ya conocemos de memoria. Lo realmente delirante de este empeño por establecer la teoría de la conspiración como doctrina de gobierno es el papel que en ella corresponde desempeñar a los militares: el de fuerza dirimente en los conflictos políticos. Otra vez. Justamente lo que no queríamos. ¿No se celebró como una conquista de la Constitución de Montecristi el haber suprimido, de entre las funciones de las Fuerzas Armadas, aquella que las obligaba a ser garantes de la democracia? Ya no. Ahora el orden institucional de la República ha vuelto a depender de qué lado se encuentren los militares. Y Marcela Holguín se esfuerza por dejar sentado que se encuentran del lado correcto: “¿Están claros en el interior de las Fuerzas Armadas –preguntó al general– en el objetivo que ustedes tienen como garantes del orden constituido?”. Una pregunta que equivale, como si dijéramos, a golpear las puertas de los cuarteles.
El jefe del Comando Conjunto es extremadamente cuidadoso con las palabras, a diferencia del ministro de Defensa, y tiene el artículo 158 de la Constitución grabado entre ceja y ceja: “estamos para proteger las libertades, las garantías, los derechos de todo el pueblo ecuatoriano –recitó–, y cuando digo todo el pueblo ecuatoriano me refiero a los más de 15 millones de habitantes de nuestro país, no a un cierto número”. Impecable: la primera parte es cita casi textual de la Constitución; la segunda, fíjense bien, aparentemente una perogrullada, es en realidad una muy sugerente declaración de intenciones que, como las del Papa, debe interpretarse con la hermenéutica correspondiente, cosa Marcela Holguín no se molestará en hacer.

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