lunes, 27 de julio de 2015

Cancillería y callejería

Simón Pachano
spachano@yahoo.com
Lunes, 27 de julio, 2015


Fuerte debe haber sido el remezón si terminó con el canciller (¿o excanciller?) Patiño en la calle. No porque haya sido despedido, sino porque ahora deberá dedicarse a disputar las calles. Es obvio que dar vacaciones a un ministro –nada menos que al de Relaciones Exteriores– para que pase a la acción directa, no es pan de cada día y constituye una decisión sorpresiva e inusual. Solamente se explica por la complejidad de la situación que, según la percepción dominante en las alturas gubernamentales, está cargada de amenazas y no puede arreglarse por los medios establecidos ni con las personas encargadas de la política.
Aunque nadie puede negar que es la persona indicada para un trabajo de este tipo (y más bien cabe preguntarse por qué no estuvo antes allí), el tema central alude no solamente a los efectos que puede tener sobre el manejo de la diplomacia. Sin duda, este es un factor sumamente importante, ya que incrementa el deterioro al que ha sido sometida esa actividad a lo largo de los últimos años. Pero, lo de fondo se refiere en realidad a la política interna, que por primera vez muestra señales de cambio. Debido a que ese cambio no estuvo previsto y, por consiguiente, es una situación desconocida para ellos, el líder y sus seguidores imaginativamente la han calificado como el producto de un complot internacional orientado a derrocar al Gobierno. Con ese diagnóstico en la mente y sin preocuparse mayormente por comprobar sus afirmaciones con hechos concretos, han diseñado la estrategia que tiene entre sus primeros pasos acudir a los refuerzos y robustecer la línea delantera de la política interna.
Dos preguntas y una conclusión se desprenden de esta decisión. La primera pregunta apunta precisamente a la validez del diagnóstico realizado por las fuentes oficiales. Hasta el momento todas las afirmaciones acerca de intentos subversivos o conspirativos no pasan de ser declaraciones sin otro sustento que la palabra de quienes las formulan. No hay evidencia, y la mejor demostración de ello es que hasta ahora nadie ha sido enjuiciado, cosa rara en un régimen que todo judicializa y donde el líder gana todos los juicios (como acaba de suceder precisamente en estos días, con jugosa indemnización, como corresponde).
La segunda pregunta se refiere a la efectividad de la estrategia. Se podría sostener que al no existir evidencia de desestabilización, cualquier artificio para enfrentarla resultaría inútil. Pero, además, la selección del canciller para estas lides sugiere que la manera de enfrentarla no será el diálogo ni la búsqueda de acuerdos –ámbitos en los que no se destaca–, sino el enfrentamiento callejero. Se trataría, más bien, de llevar a la práctica la apuesta por la confrontación que anunció el líder en su mensaje de mayo. Si es así, el escenario no es tranquilizante.
La conclusión es que al concebir a la política como enfrentamiento, el correísmo se enreda reiteradamente en los fantasmas de su imaginación y apuesta todo al “callejerismo” y la tarima, aunque debilite al país en lo exterior.(O)

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