Mauricio Gándara Gallegos
Martes, 7 de julio, 2015 - 00h01
La diplomacia vaticana, desarrollada en Italia, en la cuna de la diplomacia moderna, es una de las más rigurosas, estrictas, formales. El que a su arribo a tierra ecuatoriana, el papa, al contestar el discurso de bienvenida del presidente Correa, quien empleó los mensajes papales para sostener, osadamente, sus tesis políticas y económicas, particularmente las contenidas en sus proyectos de leyes de impuestos a las herencias y a la plusvalía, le haya dicho lo que cito arriba, es un reclamo diplomático pero expreso y formal para que no se usen sus palabras, sus cristianas enseñanzas, para fines políticos. Con esto confirmó lo que, en rueda de prensa, expresó anteriormente la Conferencia Episcopal Ecuatoriana cuando pidió que no se politizara la imagen del papa. Así observó la Iglesia la enseñanza de Jesucristo cuando expresó: “Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. El presidente Correa se ha fundado hoy, para sus fines políticos, en la encíclica y los mensajes papales, con la misma soltura que emplea cuando proclama su admiración por el general Eloy Alfaro, quien estableció el laicismo, la separación entre la Iglesia y el Estado.
Martes, 7 de julio, 2015 - 00h01
La diplomacia vaticana, desarrollada en Italia, en la cuna de la diplomacia moderna, es una de las más rigurosas, estrictas, formales. El que a su arribo a tierra ecuatoriana, el papa, al contestar el discurso de bienvenida del presidente Correa, quien empleó los mensajes papales para sostener, osadamente, sus tesis políticas y económicas, particularmente las contenidas en sus proyectos de leyes de impuestos a las herencias y a la plusvalía, le haya dicho lo que cito arriba, es un reclamo diplomático pero expreso y formal para que no se usen sus palabras, sus cristianas enseñanzas, para fines políticos. Con esto confirmó lo que, en rueda de prensa, expresó anteriormente la Conferencia Episcopal Ecuatoriana cuando pidió que no se politizara la imagen del papa. Así observó la Iglesia la enseñanza de Jesucristo cuando expresó: “Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. El presidente Correa se ha fundado hoy, para sus fines políticos, en la encíclica y los mensajes papales, con la misma soltura que emplea cuando proclama su admiración por el general Eloy Alfaro, quien estableció el laicismo, la separación entre la Iglesia y el Estado.
Destaquemos otras observaciones del papa: “… valorando las diferencias, fomentando el diálogo y la participación sin exclusiones”. El papa no hace distinciones, ni juzga quiénes son los interlocutores de buena o de mala fe. Ese es un privilegio de nuestro Gobierno, que infalible como es, depositario exclusivo de la buena fe, puede llegar a lo más hondo de las conciencias de cada uno de los ecuatorianos. De lo más reconfortante del discurso del papa es su referencia al pueblo ecuatoriano, “que se ha puesto de pie con dignidad”.
Mientras, el presidente Correa desea “…tener un país sin miseria, pero también sin lujuriosos derroches”. Sin el derroche que ha caracterizado su desempeño gubernamental tendríamos hoy día reservas para defendernos de la caída del precio del petróleo, no tendría necesidad de gravarnos con penosos impuestos y aranceles. El mismo presidente Correa ha gozado de lujos que no han tenido –en gran parte porque no lo han querido– los presidentes de nuestra historia. El presidente Correa le dice al papa: “Tenga la seguridad de que mi tesoro no es el poder, sino el servicio”. ¡Qué contradicción! Quiere mantenerse en el poder indefinidamente, a cualquier costo, en violación de la Constitución y sin consultarle al pueblo, como ella manda y como lo reclaman más de las tres cuartas partes de los ciudadanos. El papa, que es un mensajero de la paz, conoce, a través de su Iglesia ecuatoriana, que los intentos de perpetuación en el poder concluyeron siempre con guerras civiles o el asesinato de los que lo intentaron.
Su santidad, usted que adoptó el nombre del más humilde de los humildes, el del “mínimo y dulce Francisco de Asís”, predique, se lo rogamos, la humildad, que está perdida. Perdone usted mi atrevimiento, pero la paz social está en peligro; no tenemos garantías, porque el poder está concentrado en una sola persona, todo le está sometido: poderes Legislativo, Judicial y otros que se han inventado. (O)
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