lunes, 26 de abril de 2021

 

POR: Andrés Bucheli P.

Publicado en la Revista El Observador (edición 122, abril de 2021) 

 


El viacrusis de la administración pública
Como si fueran episodios mismos de una pasión inmisericorde, ¿cuántas veces encarnamos al personaje sumiso, que acepta toda expiación de la administración pública, de la administración del estado? Nos quedamos silentes, esperanzados y creyentes en la efímera transparencia de los procesos y de romper algún día el secular grupo de los elegidos. ¿Cuántos días con sus noches sacrificamos los emprendedores, los profesionales independientes, los oferentes?, momentos y recursos que nos ha de arrebatar la penitente burocracia de las instituciones públicas, entre cientos de papeles inútiles, pocos buscan ser autores de una verdadera propuesta de servicio, entonces la práctica de servir se ha vuelto insignificante, por supuesto muchos están perdiendo el invalorable tiempo, aunque vayan saciando su hambre. El silencio es una parte necesaria de aquella cuartada corrupta, de quienes consiguieren perpetuar su nombre en la placa a la memoria de la indolencia, aquella que se remorará por siempre, en el archivo de los pactos del reparto, de los contratos entre diablos y cantuñas, y todos quienes nunca olvidaremos los actos macabros, que solo imaginábamos en cuentos o leyendas de terror, pero penosamente las vivimos en la masacre de las cárceles, el manejo de la pandemia, la rebelión ciudadana, la opresión, la inestabilidad y la tranquilidad que se esfumó o mejor dicho, la que nos quitaron hace ya catorce años; todo eso con la bendición hipócrita de los “dioses” del olimpo público,  estultos entreguistas del patrimonio colectivo, patrones del mejor postor, a quien compraron su conciencia,  ¿Cuántas veces más, los honestos deben pasar “cantando y bailando”?  

¿Cuántos más experimentamos el empacho que deviene del paso por el sinuoso mundo de la contratación pública?  En carne propia hemos sentido el sin sabor de apostar al “azar” en infinidad de oportunidades, de ser opositores de un tribunal de pilatos que se lavan las manos con cinismo para disimular la mugre de su tiranía, y que luego son electos como asambleístas, alcaldes, o incluso como los líderes de la nación y van pavoneando su descaro al tiempo de pretender que se olvide o se desconozca la atrocidad de su actuar; ha sido fácil para ellos sentarse en un buró y fingir ser los gestores de un desarrollo inexistente, mientras siguen órdenes que se toman desde la cúpula del poder corrompido y concentrado en los curules, los despachos o el mismo ático; el autoritarismo totalitario e incluso titiritero, impartido en los últimos catorce años, nos trajo además el show del “circo de inexpertos trapecistas” fungiendo de burgo maestres en las principales ciudades del país, quienes con sus acciones desacertadas y muy comprometedoras, han ido destemplando la cuerda de sus electores, y se están quedando en el limbo, a punto de caer por su propia incapacidad e inmoralidad. Así se replica la inoperancia estatal en todas las instituciones, imponiendo condiciones  contrarias a la Ley que los regulan, en donde se mantiene un sistema ineficiente y poco fiable para los procesos de contratación por ejemplo,  en los cuáles están inmersos muchos profesionales que deben transitar un verdadero viacrucis, amén de sus propias necesidades y siendo en varios casos incluso financistas de la obra pública, para luego tener que suplicar pagos como si se tratara de una limosna del estado.

Lo dicho es verdaderamente deplorable, como lo es lógicamente el resultado de una gestión manoseada,  pero penosamente es parte de la realidad que  enfrentamos, y sin duda alimenta este sentir inconforme, que nos obliga a denunciar tales circunstancias y romper el silencio una vez más, es simplemente inaceptable que   mientras se trata de ajustar al máximo las condiciones para los grupos más vulnerables en medio de una crisis sin precedentes, por otra parte  se da toda la libertad y beneficios dirigidos a los groupies del poder; pues es el modus operandi de la delincuencia organizada del siglo XXI, vendida como con la pantomima de “revolución”, esa que nos impuso la cárcel más peligrosa de la nación, que nos vendió con intereses usureros el elefante rojo que cruza por Santa Ana de los Ríos, casi vacío, y sin tener idea hasta ahora, de cómo hacer de aquello un proyecto de movilidad sustentable para la ciudad, no conformes, nos destruyeron el patrimonio natural más importante y por si fuera poco nos heredaron un gobierno totalmente incapacitado de toda función, sí, aquel que le puso al país totalmente inmóvil, de aquel estado que no camina ni en silla de ruedas.

En la administración pública del Ecuador se diagnostica, además, una avanzada “patología” de vanidad, mientras gran parte de la población sigue ganduleando silente. Hay que decirlo con firmeza, debemos tomarnos el tiempo para salir de nuestro espacio confortable, de ver más allá de la nariz, aterrizar y poner los pies en la tierra para evaluar la realidad en la que estamos inmersos, no podemos seguir caminando cegados, el riesgo que corremos manteniendo estos comportamientos, es repetir la historia en circunstancias muchas más precarias de las que ya vivimos. Así fácilmente nos dejaremos comprar entonces de ideas banales, de proyectos surrealistas, de acciones y medidas improcedentes, que nos quitarán definitivamente la voz, y entonces deberemos aceptar sin protesta alguna, las cuatro rosas marchitas que nos entregarán como si fuera el “jardín botánico” del Edén, y quedaremos inmóviles ante la globalización por los siglos de los siglos…In Saecula Saeculorum.

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