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23 de abril de 2021

¡Es viernes! ¿Tienes planes para el fin de semana? Aquí están algunas de nuestras mejores lecturas de The New York Times, con eñes y acentos, que no encontrarás en otro lugar.
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Por Elda Cantú

Senior News Editor, Latin America

La revolución de los millonarios duró 48 horas.

Fue una ruptura que causó furor e indignación de Barcelona a Bangkok, pasando por Buenos Aires: doce clubes de fútbol de la élite europea anunciaron el domingo que crearían un nuevo torneo cerrado y que, para quedarse con una mayor tajada del negocio, se distanciaban de uno de los eventos estelares del deporte global, la Liga de Campeones.

Los equipos que más dinero ganan —esos que gastan 24 millones de euros mensuales en los salarios de solo seis jugadores— decían que querían sanear sus finanzas y recuperarse, entre otras cosas, de la crisis de estadios vacíos por el coronavirus.

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El asunto —un entramado de reuniones secretas, intrigas y traiciones— no se resolvería en una cancha. Funcionarios y ejecutivos del deporte, indignados, denunciaron la ambición desmedida de los clubes separatistas.

El lunes hinchas furiosos salieron a la calle. Boris Johnson, haciendo gala de su instinto de político populista, amenazó con emplear todos los medios necesarios para impedir la insurrección deportiva. El príncipe Guillermo dijo que sería una pena dañar “el deporte que amamos”.

Detrás de la ruptura había la promesa inicial de 4000 millones de dólares para los equipos fundadores de la nueva Superliga europea, un equipo de abogados listos para pelear en las cortes de todo el continente y Florentino Pérez, presidente del Real Madrid y arquitecto de esa improbable rebelión de estrellas y ejecutivos deportivos.

Para el martes casi nadie los respaldaba: “Habían perdido a la familia real”, observó nuestro columnista de fútbol, Rory Smith, “Habían perdido incluso a las marcas de relojes de lujo y, sin los relojes de lujo, ya no tenían otra cosa que perder más que a sí mismos”.

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Uno a uno, los millonarios rebeldes se distanciaron del proyecto. Solo un equipo, el Arsenal, anunció que se retiraba con lo que parecía ser un poco de vergüenza: “Cometimos un error y pedimos disculpas por él”.

El deporte rey sin duda necesita una transformación, opina David Jiménez, pero una “que devuelva la cordura económica y las esencias a un deporte transformado en una industria sin alma”.

Si conoces a alguien que se exaspera o bosteza ante la mención del fútbol, esta crónica sobre el dramático nacimiento de la Superliga europea es un buen modo de despertar su curiosidad.

Hinchas del Chelsea protestaron el 20 de abril en LondresRob Pinney/Getty Images

Tariq Panja lideró la cobertura del Times y ha estado revelando detalles desconocidos sobre los documentos y reportando las luchas intestinas de la Superliga europea. Lo contacté para que nos contara sobre los entretelones del auge y la veloz caída de esta revolución.

¿Qué va a pasar ahora con los equipos rebeldes?

Los que han vuelto al rebaño serán bienvenidos sin sanción, al menos por parte de la UEFA [el organismo que regula el fútbol europeo]. Está por verse si sus ligas nacionales toman medidas adicionales.

Algo fascinante, imagino detrás de cámaras, es el drama y la traición…

Sí. La principal relación que se ha destruido es entre Aleksander Ceferin, presidente de la UEFA, y Andrea Agnelli, presidente de la Juventus. Se habían hecho muy amigos en los últimos años, al grado que Ceferin aceptó ser padrino del hijo menor de Agnelli en 2018. Agnelli y la Juventus se unieron a la Superliga un día después de que él le había dicho a Ceferin que estaba comprometido completamente con la Liga de Campeones. Ceferin dijo que no volvería a hablar con Agnelli jamás.

Es un escándalo. Eran compadres…

Es como la mafia.

¿Piensas en esta historia como quien reporta sobre el bajo mundo?

Ciertamente se sentía así, con tantas intrigas y engaños.

Muchos hinchas dijeron que esto iba contra el espíritu deportivo. ¿No es un poco ingenuo pensar así?

No lo es en el contexto del fútbol europeo. De muchos modos es como quitarle una parte del tejido cultural al continente y tirarlo al basurero.

Esa parte del tejido social de reunirte en un bar con tus amigos, llevar a tu nieto al estadio, la relación local entre las ciudades y los clubes…

Eso es. Y también la idea de que incluso los clubes más pequeños pueden algún día escalar hasta la cima.

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