domingo, 4 de octubre de 2015

"Correa está destruyendo los valores democráticos": Enrique Ayala Mora
El historiador y político socialista Enrique Ayala Mora bucea en los orígenes del caudillismo ecuatoriano para establecer la herencia autoritaria del correísmo y sus aportes a la política nacional: la creación de una gran clientela política gracias a la propaganda, un programa de obras públicas y el respaldo de las Fuerzas Armadas.
11 de septiembre del 2014
REDACCIÓN PLAN V
Enrique Ayala Mora
Es licenciado y doctor en Historia y rector de la Universidad Andina Simón Bolívar.  Estudió en las universidades de Essex y Oxford. Fue líder del Partido Socialista, del cual se ha distanciado. Fue diputado. 
¿Cómo ve usted el tema de la reelección presidencial en el Ecuador? 
Es importante distinguir, como usted hace, entre la reelección presidencial y la de otros funcionarios. No es lo mismo reelegir un alcalde municipal que hacerlo con el jefe de Estado. No es lo mismo en el caso de los legisladores, que a mi juicio deberían hacer carrera, y poder ser reelegidos para que hagan oficio de la legislación y respondan en el largo plazo a sus electores, que el caso del Presidente de la República. 
¿Cuál ha sido la tradición constitucional con relación a la posible reelección del jefe del Estado ecuatoriano?
En el país, históricamente, ha habido dos alternativas de reelección. La una que el Presidente puede ser reelecto pasando un periodo, y la otra que pueda ser reelecto pasando dos periodos. La mayoría de nuestras constituciones permitieron la reelección pasando un periodo, lo que se aplicó en el caso de Velasco Ibarra, que gobernó cinco veces, al ser electo una vez y reelecto cuatro más. Ese es el caso de la reelección pasando un periodo. En el caso de Alfaro, estaba vigente la Constitución de 1897, que establecía la reelección después de dos periodos, por lo que no pudo lanzarse de candidato a Presidente después de Leonidas Plaza que fue su sucesor. Por eso hubo un golpe de Estado que llevó a Alfaro otra vez al poder. 
"Competir con un Presidente en el poder, más aún si tiene inmensas atribuciones, es una situación de desequilibrio con quienes no están en esa posibilidad".
¿Pero cuál ha sido la tradición más respetada?
Bueno, pienso que lo más sano de nuestras constituciones ha sido la reelección tras un periodo, que no es una reelección inmediata. No obstante, sí debe de haber la posibilidad de reelecciones posteriores pues pienso que los ecuatorianos tienen derecho de escoger su Presidente.
¿Por qué no reelegir al presidente de manera inmediata si el pueblo tiene ese derecho?
Porque al contrario de lo que ocurre en regímenes parlamentarios, que son un caso distinto, en el gobierno presidencialista el Presidente tiene todo el poder en sus manos, tiene todo el control del Estado y la capacidad de mover las fichas para montar una reelección desde el poder, y eso trae consecuencias graves en términos de la posibilidad de alternabilidad real. Competir con un Presidente en el poder, más aún si tiene inmensas atribuciones, es una situación de desequilibrio con quienes no están en esa posibilidad. En la Constitución vigente se aplicó una tradición chilena del siglo XIX y una norma de Estados Unidos de los años 30 del siglo XX: el Presidente es electo por una vez y puede ser reelegido por una segunda vez pero ya nunca más. Esa es una restricción que parece sensata: la reelección se limita a dos ocasiones. Se optó en Ecuador por esta fórmula, pero ahora se quiere cambiar, se quiere patear el tablero y cambiar esa norma que restringue a quien ejerce el poder. La democracia, por definición, es una norma de control del poder, que se vuelve absoluto y se concentra. Ir hacia la reelección indefinida está fuera de nuestras tradiciones y ha terminado muy mal las dos veces que se ha implementado.
¿Cuáles fueron esas dos ocasiones?
Fueron dos ocasiones y dos presidentes, curiosamente, autoritarios. El primero fue Juan José Flores, quien habiendo sido reelecto por dos ocasiones en 1839, debía cumplir su periodo en 1843. Cuando estaba por cumplirse el periodo él encontró un pretexto, anularon unas elecciones en Azuay, y con eso él logró convocar una Constituyente de adictos que le dictó una Constitución ad hoc para él, en la que se estableció el periodo de 8 años reelegible en forma inmediata. Eso es casi una institución monárquica, que en Ecuador la gente rechazó. Flores no duró ni dos años en el poder, hubo una reacción nacional que vino desde Guayaquil el 6 de marzo de 1845 y al final Flores tuvo que renunciar, porque no pudo cumplir ni siquiera el primer periodo de ocho años. Esta revolución, llamada Marcista, permitió la caída de Flores, quien luego se pasó la vida desde el exterior tratando de reconquistar el poder con mercenarios extranjeros con el apoyo del Perú o de España, y luego pudo volver al Ecuador solo en tiempos de García Moreno.

Para Ayala Mora, la reelección debe darse luego de un periodo, con el fin de garantizar la alternabilidad. 
¿Y el otro caso?
El siguiente caso fue el del propio García Moreno. Él había sido presidente entre 1861 y 1865, es decir, cuatro años. Cuando se iba a presentar su candidatura a la  reelección, Francisco Aguirre Abad le iba a ganar las elecciones, entonces dió un golpe de Estado y se proclamó dictador. Luego puso a su cuñado de presidente interino, y una constituyente en 1869 estableció un periodo de seis años con la posibilidad de reelección indefinida. García Moreno cumplió su periodo hasta 1875, un periodo de represión y realizaciones, y cuando se iba a producir la elección la ganó en medio de un estado de sitio. No llegó a posesionarse porque fue asesinado. Ese intento fracasó, al igual que los de otros presidentes como Alfaro o Arroyo del Río, quienes también intentaron quedarse en el poder. Alfaro terminó muerto y Arroyo provocó la revolución del 28 de mayo de 1944. El pueblo rechazó el continuismo en el caso de Arroyo. También León Febres Cordero se quiso quedar 20 años, pero el golpe de Estado de Frank Vargas lo dejó maltrecho y ya no pudo continuar en el poder. Los que han intentado quedarse siempre terminaron cayéndose. 
"En el país ha madurado la idea, aun entre quienes piensan que Correa ha sido un presidente constructor, que ya se ha pasado de autoritario y por lo tanto la gente querrá un cambio".
¿Se puede afirmar entonces que estos intentos de quedarse en el poder vienen de la vertiente más conservadora de nuestra política?
No solamente los conservadores, sino Alfaro y Arroyo del Río también lo intentaron. Yo no lo identifico con la derecha tradicional sino con los caudillos: esas personas que concentraron el poder personal y al final terminaron rechazados por el pueblo. El pueblo ecuatoriano tiene una reacción histórica contra el continuismo y así ha procedido siempre. Es lo que acaba de pasar con Correa: le ganaron las elecciones municipales y es por eso que el tema de la reelección no pasa por una consulta popular, donde sabe que perdería, sino por una maniobra que instrumenta a la mayoría legislativa correísta en la Asamblea. El que se vote en la Asamblea la reelección no implica siquiera que Correa vaya a ser candidato. En el país ha madurado la idea, aun entre quienes piensan que Correa ha sido un presidente constructor, que ya se ha pasado de autoritario y por lo tanto la gente querrá un cambio. No sé qué vaya a suceder en el futuro, pero en el Ecuador hay una fuerte tendencia de reacción popular al continuismo, y aunque pase la reelección en la Asamblea, eso le da una posibilidad a Correa pero no la certidumbre de que va a ser reelecto. Puede haber agitación en las calles, movilización, protestas...
¿Cuál sería el escenario entonces?
Que los militares sean los árbitros, como ha sido siempre. Casi nadie toma en cuenta que el 30 de septiembre, en medio de las versiones del secuestro y del intento de asesinato al Presidente, en donde creo que sí hubo un intento de golpe de Estado, el árbitro de esto fue el Jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, que salió cada diez minutos a declarar que las Fuerzas Armadas habían resuelto respaldar al presidente Correa. Es decir, no hubo una movilización popular para defender a Correa, sino las Fuerzas Armadas. Así ha sido en cualquier conflicto que desestabilice al país. Los conflictos del futuro se seguirán resolviendo en el Ministerio de Defensa, como pasó con Bucaram, con Mahuad, con Noboa y con Gutiérrez. Fueron los militares quienes sacaron fuera del país a los presidentes, salvo Noboa a quien le aconsejaron un acuerdo. Los militares siguen teniendo la capacidad real de arbitrar. La clase política ecuatoriana tiene que reflexionar sobre esto. 
Usted ha señalado el gran uso de la propaganda que realiza este Gobierno. ¿Este uso apunta hacia el control ideológico de la población y promueve ideas contrarias a la democracia liberal?
Creo que hay que precisar: usted está hablando como Correa al calificar como liberales a los valores democráticos. Los valores democráticos son propios de la democracia, algunos fueron establecidos por los liberales, pero son valores generales, no solamente liberales. En el Ecuador hay valores democráticos, como la división de poderes, que deben ser respetados por un gobierno socialista. Si un gobierno socialista no respeta los valores democráticos se convierte en estalinismo, lo más parecido a los nazis que puede haber. No identifique los valores democráticos con el liberalismo exclusivamente, hay valores democráticos en la sociedad ecuatoriana que no tienen que ver con el liberalismo. No creo que el Gobierno quiere tener una educación ideológica en el país. El Gobierno no quiere educar ideológicamente a la población. Si tuviéramos una educación ideológica fuerte tendríamos más valores democráticos. Lo que hay es una propaganda caudillista, que no es lo mismo. Una cosa es difundir valores de la democracia, la libertad o el republicanismo, y otra una propaganda para montar un aparato electoral como es el Movimiento PAIS, que no es un partido político ni representa una organización democrática, sino que es un simple movimiento caudillista autoritario, que lo que quiere es la reelección y la perpetuación en el poder. Correa está destruyendo los valores democráticos conseguidos por el pueblo ecuatoriano. El pueblo siempre ha defendido la democracia y la participación. Este proyecto tiene una clientela partidista. 
¿Cómo entender la aprobación del Presidente en las encuestas? ¿Es el resultado de las operaciones de propaganda o qué otros elementos tiene?
La propaganda es poderosa, sobretodo por lo que no dice, por su capacidad de desinformar. Pero tiene un límite: la propaganda se agota. Este Gobierno ha desembocado en una Gobierno personal y sin proyecto, que solo consolida el capitalismo del siglo XXI, lo que no pudo hacer la incapaz burguesía ecuatoriana. Esto no es socialismo, no es de izquierda: es la consolidación de una clientela electoral que es muy fuerte. Correa tiene respaldo popular y tendría una votación alta sin duda, pero las masas se olvidan. Dentro de poco nadie la agradecerá a Correa los bonos, porque ya los tienen. Cuando ya la gente tiene algo lo considera una dádiva o una mala costumbre. En ese sentido mi impresión es que lo que tendremos es un gran aparato electoral, con un gobierno con un proyecto más personal y más autoritario. 
"Las dictaduras latinoamericanas han matado gente de forma masiva. Aquí no ha habido sangre ni represión: lo que hay es miedo y autocensura como en todo gobierno autoritario".
Usted ha identificado la gestión del presidente Correa como un modelo caudillista. ¿Cuáles serían los elementos de este caudillismo, digamos, del siglo XXI, que lo diferencian de los del pasado? ¿El manejo de la propaganda es similar al del totalitarismo?
No, ni este es un Estado totalitario ni Correa es un dictador. Es un presidente autoritario, que monopoliza los poderes del Estado: ya no hay división de poderes, pero de todas maneras entre esto y una dictadura hay un abismo todavía. Las dictaduras latinoamericanas han matado gente de forma masiva. Aquí no ha habido sangre ni represión: lo que hay es miedo y autocensura como en todo gobierno autoritario. Los caudillismo tienen algunos elementos: algunos antiguos y otros nuevos. Los tradicionales se basan en la relación del caudillo con la masa, destruyendo el sistema partidario, como ha ocurrido desde Flores pasando por Velasco Ibarra y Febres Cordero. La destrucción del sistema de partidos es una característica tradicional del caudillismo, en donde Correa no ha inventado nada. Otra característica de los gobiernos caudillistas han sido las obras públicas. Qué duda cabe de que las carreteras actuales son muy buenas, a qué precio, algún día sabremos, a lo mejor tarde. El caudillismo tradicional también ha adulado a la Fuerza Pública, y ha querido transformar toda la organización social en clientela política. 
También hay cosas nuevas: un uso más avanzado de los medios de comunicación, con una intromisión más agresiva en los medios privados y un sistema de medios públicos que no existía. Eso es poderoso, sí, pero tiene un límite. La gente se irá planteando problemas. Este Gobierno ha arremetido contra la sociedad civil para borrar la distinción entre sociedad política y sociedad civil. Este Gobierno ha arremetido en muchos sentidos contra la sociedad civil, ha tratado de meterla en el aparato estatal, esta estatización de la sociedad civil es una de las características de este Gobierno. La forma democrática del socialismo es la participación de la gente por medio de la sociedad civil organizada: las cámaras, los colegios profesionales, los clubes deportivos. Esto es lo que se busca copar desde el aparato público. Eso se parece más al nazismo que al socialismo decente que deberíamos instaurar en el Ecuador. 
Pienso que el problema no es Correa: hay una Constitución perversa, la de Montecristi, hecha a la medida del poder único. Si bien en las declaraciones hay avances muy importantes, se les advirtió a tiempo a los constituyentes que la parte orgánica de la Constitución eliminó la representación ciudadana y la separación de poderes. La representación ciudadana no puede hacerla el mismo Estado: el momento en que el Estado invade y elimina a la sociedad civil estatiza todo. Esa es una deformación de ciertos socialismos. El presidente de Chile Salvador Allende no creía que el Estado debía absorver todo. El Estado debe participar en los grandes medios de producción, pero de ahí a establecer ese remedo grotesco de Poder del Estado al que llamaron de Participación Ciudadana, con integrantes nombrados a dedo para que puedan designar otros poderes del Estado, fue la negación del principio de representación, y no hay democracia sin representación. Los escribidores de la Constitución de Montecristi le deben una explicación al país de porqué inventaron cinco poderes del Estado para que haya uno solo.  Muchas de esas personas se dieron cuenta del error que cometieron al darle a Correa en bandeja una Constitución llena de derechos y garantías y al mismo tiempo un Estado manejable desde arriba sin censura. 
"Uno de los primeros pasos democráticos de este país será suprimir ese mamarracho de Consejo de Participación Ciudadana, que es una de las lacras más grandes que el Ecuador ha acumulado en su historia, pues eso no representa más que al poder".
¿Qué hacer entonces con la actual Constitución?
Hay un problema constitucional serio: ¿es posible reformar esa Constitución? La Asamblea como está constituida no va a eliminar las taras antidemocráticas, ya que la propia Constitución impide eliminar los poderes del Estado. Uno de los primeros pasos democráticos de este país será suprimir ese mamarracho de Consejo de Participación Ciudadana, que es una de las lacras más grandes que el Ecuador ha acumulado en su historia, pues eso no representa más que al poder. Lo que estamos abocados es a una nueva Constituyente: esta Constitución que iba a durar mil años va a llevar a una nueva Constituyente. Deberemos producir una Constitución con separación de poderes, balance de poderes y respeto al principio de representación. 
Intelectuales cercanos al Gobierno sostienen que la sola insinuación de cambiar esta Constitución es alinearse con la "restauración conservadora". ¿Usted qué opina?
La gente pagada por el Gobierno puede decir lo que quiera. Al final no les creerán. En este país hay gente de derecha muy feliz con el correísmo, otra que quiere el poder, pero lo más importante es que hay un movimiento social y en la izquierda revolucionaria que cree que esa Constitución tiene que ser radicalmente modificada, para preservar la democracia en el país. Este Gobierno ha perseguido a la organización social, y eso no hace un gobierno de izquierda en ninguna parte del mundo. Eso pasa solo aquí. Esa contradicción entre un discurso dizque revolucionario y criminalizar a los dirigentes que protestan llevará a la descomposición del correísmo más temprano que tarde. El correísmo es una clientela política grande con mucho dinero, nada más que eso. Aquí nadie se va a dejar matar por Correa: eso lo vimos el 30 de septiembre, cuando no pudieron llenar ni la Plaza Grande. El dinero se va acabando y la propaganda tiene sus límites. Y eso está más cerca de lo que mucha gente cree. 


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