jueves, 15 de octubre de 2015

Por qué Nebot esconde la bolita?

Por José Hernández
Jaime Nebot seguramente ama el juego de la bolita. Esconderla parece su especialidad. Lo acaba de demostrar con énfasis y sin empacho en su encuentro con Rafael Correa.
Que dos políticos opositores se estrechen la mano, nada es más normal en el mundo al derecho. Que Nebot acepte encontrar a Correa, a quien no veía desde hace ocho años, suscita –precisamente por eso– interrogantes en este mundo al revés. ¿Por qué? ¿Por qué ahora? ¿Por qué ahora que Correa acusa el golpe de la crisis económica sin que haya dado muestra alguna de querer desmontar ni un ápice de su aparato represor y de sus tribunales inquisidores?
¿Le basta a Nebot  con que el gobierno haya hecho unas pírricas movidas (sin producir ningún hecho) para tratar de acercarse al sector privado? ¿Cómo entender que lo encuentre cuando Correa reitera que enviará las leyes de plusvalía y herencias a la Asamblea? ¿Acaso no fue por eso que sacó a la calle 355 025 personas, según sus propias estadísticas? ¿Acaso no dijo lo mismo sobre las enmiendas que incluyen la posibilidad de reelección? ¿No preocupa eso a Nebot? ¿O también quiere reelegirse?
Jaime Nebot es un gran enigma. Lo experimentó Carlos Vera, amigo suyo. Tras la gran manifestación de Guayaquil, el 25 de junio pasado, lo entrevistó en su mejor estilo. Durante una hora le preguntó, variando la pregunta pero enancado en ella, si iba a ser candidato a la presidencia. Nebot dijo, insistió, reiteró, repitió, machacó, que no. Y Vera, hasta el fin del programa, se negó a cerrar esa posibilidad. No le creyó. No le cree.
Los electores sí toman esas declaraciones en serio. Lo prueba que Nebot aparece en los sondeos con menor porcentaje del que, al parecer, merece. Es un caso curioso de la política nacional. Tras sus dos derrotas presidenciales, contra Sixto Durán Ballén y Abdalá Bucaram, y su paso por el Congreso, se despechó de Quito. Del trabajo parlamentario. Del desierto que implica ser diputado. Del distanciamiento con su ciudad, con su familia.
La alcaldía de Guayaquil lo reconcilió con la política, pero lo alejó de la vida nacional. Nebot se encerró en Guayaquil y pensó que podría convertir el gobierno local en faro de la política nacional. El correísmo, al reconstruir el Estado, acabó con esa ilusión. Sin embargo, la fortaleza electoral en Guayaquil, erigió a Nebot en contrincante ideal y obsesivo para Correa. Y en punto de mira para la oposición. No cambió: se negó a ser la reserva política del centro derecha. Con Carlos Vera repitió que su ciclo electoral ya terminó…
Nebot, se entiende, ama esconder la bolita y confundir las pistas. La más reciente fue aliarse con Mauricio Rodas y Paul Carrasco en una empresa que debía desembocar supuestamente en la unidad de la oposición. Unidad a la que no invitaron al candidato mejor posicionado en los sondeos: Guillermo Lasso. Esa curiosidad nunca fue bien explicada.
Viejo zorro de la política, Nebot debió haber medido a Rodas y a Carrasco. Y debió imaginar que, al final del supuesto recorrido de esa alianza, ni Rodas ni Carrasco tendrían el aliento nacional para encarar a Correa, en caso de que se presente. Y si él no aspira a ser el candidato, como lo repite en la entrevista con Vera, ¿qué buscó con esa alianza? ¿Sacar del escenario a Lasso? ¿Crear un polo para reservarse los privilegios que capitaliza un gran elector?
El hecho cierto es que no se ve sindéresis alguna entre la manifestación del 25 de junio, la alianza política que produjo una foto alrededor de una fanesca y el estrechón de manos con el Presidente en la sede de la Contraloría en Guayaquil. Luis Fernando Torres, del partido de Nebot, fue el primero en extender la mano hacia el oficialismo al anunciar que la urgencia económica desplazó a segundo plano la urgencia política. Lo dijo cuando retumbaba en Quito el eco del “Fuera Correa Fuera”, expresado en las calles, incluso durante la visita del jefe del Vaticano. Ahora Nebot extendió un pértiga más larga en dirección al Presidente. No ha explicado su gesto, pero nadie creerá dos cosas: que es un acto políticamente gratuito. Y que Nebot da puntada sin dedal.
Correa se beneficia, mientras él juega a esconder la bolita…

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