martes, 20 de octubre de 2015

El super-Vinicio

Felipe Burbano de Lara
Martes, 20 de octubre, 2015


El presidente Rafael Correa ha resuelto su última crisis ministerial concediéndole mayores poderes –plenos poderes diríamos– a Vinicio Alvarado como nuevo ministro coordinador de la Producción, pero quien también ejercerá un control sobre las dos secretarías nacionales más poderosas del Ejecutivo, la de Planificación y la de Administración General, a través de dos personajes de su absoluta confianza. Alvarado es un personaje raro: le han dado fama de genio, le fascina el poder, Correa ha desarrollado una dependencia umbilical hacia él, y se mueve siempre por fuera de la esfera pública, en las sombras (¿alguien sabe cómo piensa?, ¿cómo entiende al Ecuador?, ¿cuál es su visión del país?). Primer efecto del cambio ministerial será, pues, una mayor concentración del poder en un personaje extraño, que hará más opaca –menos pública– la gestión gubernamental.
Segundo efecto: aumenta el desconcierto frente al rumbo de la revolución ciudadana y se afecta la propia credibilidad del Gobierno en momentos de ajuste. Se suponía que el diálogo por la equidad y la justicia llevado a cabo por Pabel Muñoz desde la Senplades pretendía ser una respuesta a las distancias del Gobierno con los sectores sociales. Resulta, sin embargo, que en pleno proceso Muñoz se acuerda de su doctorado. Parece una actitud poco seria frente a un tema tan publicitado. La salida de Nathalie Cely, mientras tanto, deja a los empresarios en suspenso ante el proceso avanzado con ella en torno a las alianzas público-privadas. Cely, desde hace rato, nadaba contra corriente dentro del Gobierno, en un ambiente ideológico tensionado por las diferencias internas y los mensajes erráticos desde el propio presidente Correa.
Si son ciertos los rumores de una agria disputa entre Cely y Muñoz, causante de la salida de ambos, entonces resulta claro que la designación de Alvarado resuelve la crisis a favor de la derecha gubernamental, aquella que cree en los negocios, el mercado, con buenos contactos y poder, pragmática, en perjuicio de la visión más estatista, tecnocrática y socialista de la gestión, representada por Senplades. En términos ideológicos, Alvarado está mucho más cerca de Cely que de Muñoz, aunque no represente lo mismo que la exministra.
Si con los cambios últimos la orientación gubernamental se redefinirá en el tipo de ajuste que prime frente a la crisis, en la práctica cotidiana de la revolución ciudadana la esquizofrenia entre visiones contrapuestas subsistirá porque el presidente Correa, como lo ha mostrado en los últimos sábados, está muy lejos de ajustar su retórica y su compromiso político con los cambios de timón y orientación que viene dando su gobierno. Su función será muy concreta: negar, ocultar hasta el final, el ajuste, hacer de mago ideológico con su capital político desde cualquier tarima donde se suba.
Alvarado ha inclinado a su favor la batalla ideológica de la revolución ciudadana en un momento crítico. Ha ratificado que es el personaje de quien Correa no puede prescindir. Con su victoria, de la izquierda apenas quedan unos recuerdos y unos cuantos despistados sin saber qué rumbo tomar: si aplaudir el discurso de la tarima de los sábados, si hacer sus maletas e irse, o si seguir, como hasta ahora, soportando en silencio, con espantosa resignación política e ideológica, el caótico rumbo al que les (y nos) conduce un desorientado caudillismo. (O)

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