domingo, 25 de octubre de 2015

La cosmética del despilfarro

Domingo, 25 de octubre, 2015 - 00h07


Por: Juan Lorenzo Barragán
Hace no mucho circuló en redes una imagen que contenía cuatro logotipos del enorme abanico de las instituciones del régimen. Uno de ellos era una parodia: “Superintendencia del Control de la Imagen del Ejecutivo” hecho con un espejito de cuento de hadas en los ya clásicos amarillo, azul y rojo de la RC. El texto rezaba: “Aunque no parezca, solo 1 de estos 4 es broma”. Al poco rato se hizo viral y luego lo volví a ver ya sin el texto que lo acompañaba. Como era de esperarse, algunos ilusos creyeron que no era broma y llegaron a pensar, indignadísimos, que dicha superintendencia existía. Pero los más indignados, sorprendentemente, eran los comunicadores del Gobierno que acusaban de infames mentirosos a los opositores, a pesar de la obviedad de la imagen, pues el espejito no era más que una caricatura de la frase del presidente en una sabatina “…la credibilidad del presidente, que es el mayor tesoro que tiene esta revolución…”. Lo más triste es que los otros tres, que son reales, y representan a instituciones independientes con nombres igual de risibles, apenas causan asombro.
No sin malestar, veo como casi todos mis colegas diseñadores han terminado cooptados por el régimen, a través de un canal al que muy pocos tienen la lucidez de negarse por la tentación de lucirse. Hablo del Festival Cromía: una vitrina gestionada por la “Cámara de Diseño” del Ministerio de Cultura. En un panorama en el que el Gobierno se ha empeñado en desbaratar los gremios con mucho éxito, para manejarlos políticamente a sus anchas desde sus intereses, prestarse a avalar un evento que sirve de vitrina para que se luzca el brazo de comunicación visual de la Secom, y de paso engrosar las filas de un organismo cooptado por el poder, es muy triste. Más triste aún si recordamos que los diseñadores teníamos una asociación gremial absolutamente independiente (la Asociación de Diseñadores Gráficos), que estuvo activa por décadas y se hizo cargo de cinco bienales, cada una más contundente que la otra. Parece que los jóvenes que han tomado la posta prefieren que se le “dé haciendo” las cosas.
Porque no se trata de un festival de unos lindos colores nomás, que alegran nuestro buen vivir. Se trata, a decir de las autoridades, de “insertar el diseño gráfico en la política pública, considerado como un factor transversal en el Cambio de Matriz Productiva”. Y cómo nos han dejado en claro la “inserción”: desde los más recónditos rincones del Ecuador Profundo hasta las fachadas de los íconos de arquitectura nacional convertidas en vallas de propaganda, pasando por el bombardeo audiovisual en el primetime de las televisoras de más audiencia, hasta la última radio comunitaria, con mensajes orwellianos que parecen sacados de manuales de totalitarios del siglo pasado. Porque resulta que el diseño gráfico no es una manifestación meramente estética, sino que sirve a un propósito específico: la comunicación (se salvan los diseñadores de moda, industriales y de interiorismo, que no hacen comunicación directa). Porque resulta que este Gobierno ha hecho de la propaganda y el mercadeo político el bastión para salirse con la suya, con cinismo desbocado como aquel de la “dictadura del corazón”.
Sin tomar en cuenta el factor de calidad, las evidentes y vergonzosas situaciones de plagio en que han caído algunas de las campañas, o la fanesca (parafraseando al presidente) visual del hiperbarroco sistema de imagen corporativa del Estado con su hilarante cantidad de ministerios, secretarías, sistemas, superintendencias, comisiones y demás instancias administrativas, nuestra participación en un festival organizado desde un poder que nos tiene amordazados, es muy cuestionable. La verdad es que, a pesar de la proliferación de instancias sin sentido, algunas de estas son válidas. Sin embargo, al generar entes independientes –con logotipo, 4 x 4 y chofer, edificio propio (los compran), subsecretario, ministro, superintendente, director y demás puestos administrativos– en vez de canalizar las iniciativas subordinadas a los ámbitos correspondientes, el tiro marquetero les sale por la culata, porque se hace evidente que quienes se benefician de esta “inserción” son unos pocos “creativos” conectados, y no el país, que sale perjudicado por partida doble: la pérdida económica y un sistema de imagen estatal contraproducente y efímero. En todo caso sería interesante hacer público el costo de la “imagen corporativa” de cualquiera de estas instancias. Han vuelto a nuestro oficio una pieza clave en la cosmética del despilfarro, sembrando de paso una práctica que será difícil extirpar cuando sea el turno de otros.
Algunos colegas alegan que allí mismo es donde hay que dar guerra, desde adentro, cooptados, mordiendo la mano de quien les da de comer. En el contexto que vivimos, considero que la crítica no debe hacerse a la forma, con sus virtudes y defectos, como si viviéramos en una situación cualquiera, sino al mensaje y al volumen de este mercadeo político, siendo estos las principales herramientas del más pernicioso populismo de todos los tiempos en nuestro país; y obviamente desde afuera, desde los canales que aún son independientes, que sí los hay. En otras partes, donde hay un poco de decencia respecto al uso de dineros públicos, esta práctica sería imposible.
El ámbito de la publicidad, del que siento no me corresponde analizar, me imagino que estará en una situación parecida, dado el descomunal gasto del Gobierno en comunicación e imagen (basta ver el reportaje de BuzzFeed respecto de los millones de USD –dineros públicos– que se han “invertido” en proteger la imagen del Ejecutivo, o el de Bloomberg sobre el greenwash requerido para esconder el fracaso de la iniciativa Yasuní ITT), aunque seguramente ese gremio tendrá una asociación independiente del Gobierno, que no ha sido aún cooptada. Aunque quién sabe… pues la perenne campaña del estado de propaganda abarca desde la evidente guerra sucia en el ciberespacio, hasta el espectro completo de los ámbitos disponibles a nivel local. Seguramente supera con creces a toda la publicidad del resto de actores combinados. (O)
Los diseñadores teníamos una asociación gremial absolutamente independiente (la Asociación de Diseñadores Gráficos), que estuvo activa por décadas y se hizo cargo de cinco bienales, cada una más contundente que la otra.

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