lunes, 19 de octubre de 2015

Presidente, usted puede calcular cuánto han (mal) gastado

Por José Hernández

Usted desafió, en la anterior sabatina, a aquellos que lo acusan de haber despilfarrado parte de la bonanza petrolera, a que digan en qué puede ahorrar. Hoy (17 de octubre) aludió al mismo tema. Lanzó ese reto con el tono osado de aquel que administra las cartas. Y sí: usted las administra. Es el único que puede tener información cierta de cuánto han (mal) gastado su gobierno, sus funcionarios y usted mismo. (Mal) gastado; no invertido.
De ese balance se deben excluir parvularias, médicos, enfermeras, policías, profesores… La razón parece obvia: la gente no habla de ellos cuando advierte que en su gobierno ha habido danza de millones como si Alianza País no hiciera la diferencia entre fondos públicos y plata de bolsillo.
¿De qué habla la gente, Presidente? Del número de ministerios, secretarías, subsecretarías. No entiende por qué son más de cuarenta cuando en los gobiernos anteriores apenas eran 15. No entiende por qué hay funcionarios becados, como Freddy Ehlers.
La gente habla del número de asesores contratados por la Presidencia, por sus ministros, por entidades gubernamentales. Se comprende el beneficio para su gobierno de contar con la acquiescencia pagada, muy bien pagada, de un gran número de académicos. Pero esa montaña de informes, que en general son archivados, cuesta un dineral.
La gente habla del número de foros, encuentros, debates, seminarios, mesas redondas, conferencias, talleres… internacionales. Es colosal. Usted pudiera hurgar en las facturas de los grandes hoteles con las cuentas de los invitados por su gobierno. Todos han venido a ver la revolución en marcha; los nuevos próceres de la región. En esa lista figuran hasta los notarios del mundo.
La gente habla de los actos, homenajes, despedidas, presentaciones, rendiciones de cuentas con mantel blanco, bocaditos, vino, whisky y toneladas de brochures, plegables, catálogos, carpetas, libros, afiches… que se han impreso en su gobierno. Roberto Aguilar en una de sus crónicas emblemáticas calculó las toneladas de papel y cachivaches botados literalmente a la basura… poco tiempo después de haber sido distribuidos.
La gente habla de la nube de autos de su administración que circulan en Quito. Del rosario de edificios oficiales comprados, remodelados, construidos, equipados… De la masa de viajes de sus funcionarios por el mundo… y, en casos, a sitios sin interés para el país como Bielorrusia e Irán. Habla de la legión de guardaespaldas, servicios de seguridad, servicios de inteligencia…
La gente habla de la expansión exponencial del número de funcionarios. No de parvularias ni profesores. Habla de los tribunales inquisitoriales que pagan centenares de burócratas para amedrentar, hostigar y perseguir. Habla de los servicios de prensa de los ministerios pagados para sobar el ego de sus jefes. Usted debe conocer, por ejemplo, el talento que tiene Guillaume Long para ponerse en escena ante sus fotógrafos.
La gente habla de la empresa descomunal de propaganda que funciona en su gobierno. Habla de sus sabatinas. De la logística, del desplazamiento de funcionarios, del costo en hoteles y viáticos. Habla de las campañas pagadas por el gobierno afuera para remendar la imagen de su gobierno que su gobierno se encarga de poner en mal predicamento. Mire usted a Fernando Alvarado. Mire usted a Carlos Ochoa. Y, bueno, usted…
La gente habla del costo de sus decisiones. De los préstamos negociados con China a tasas de interés exorbitantes. De los contratos que suben de precio. De los 1 200 millones de dólares botados en la comuna El Aromo para la refinería del Pacífico. De los centenares de millones de dólares que el país presumiblemente deberá pagar a la Oxy por haber dispuesto la caducidad del contrato en su gobierno. Más intereses.
La gente habla de lo que pudo ser y no fue. Del costo de sus rabietas. ¿Cuánto valió botar del país al Banco Mundial y pelearse con los organismos multilaterales? ¿Cuál es el costo de oportunidad por no firmar un acuerdo comercial con Estados Unidos, con Europa, con otros países? No cualquier acuerdo. Un acuerdo que abra mercados, dinamice la producción y cree empleos.
La gente habla de lo que cuesta al país las declaraciones en su gobierno, sus bandazos ideológicos y regulatorios, la falta de seguridad jurídica. Habla del costo país. ¿Ha cuantificado lo que eso implica para el aparato productivo nacional? ¿Cuánto cuesta no tener inversión extranjera? ¿Cuánta pagará el país por no haber ahorrado absolutamente nada en su gobierno para la era de las vacas flacas?
La letanía es larga, Presidente. Y como ve, sus funcionarios y usted pueden responder su pregunta. Así obtendrá datos oficiales y alejados de la malicia, bien natural, de aquellos que lo acusan de haber despilfarrado plata que no era suya.
Con el respeto debido a su función,

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