miércoles, 18 de febrero de 2015

Palabras para una fiesta de pensamiento


Por Rodrigo Pesántez Rodas

(Publicado en la edición 85 de la Revista El Observador, Febrero del 2015).

Es difícil conjuncionar en un solo tiempo y espacio como los de hoy en los que estamos saludando el advenimiento de un nuevo libro de un ilustre hijo de esta tierra nuestra, el Dr. Marcos Robles López. Difícil y fragmentada,  -decimos- si prescindiéramos en dar por lo menos una visión ligera de su vertiente escritural tan caudalosa, avalada por su pensamiento crítico y reflexivo, su metodología dialéctica, su psiquis percepcional, sus aleros investigativos, enjambrados todos ellos en su vasta  y envidiable erudición, en los campos de la Historia, Filosofía, Religión, Antropología, Política y otros más.
Para comprender mejor los horizontes de su pensamiento, los epicentros de su accionar intelectivo, sus juicios de valor, tenemos necesariamente que recurrir a los almácigos que alimentaron los primeros ramajes de su vida, aquellos que codificaron su personalidad y robustecieron sus ideales.
La primera bienaventuranza suya, la que empañaló de mitos y trinares su nacencia fue la de haber visto el primer fulgor del día en este Peleusí de Azogues, fontana y arcilla done la rebeldía es historia  que palpita en el alma y la ternura, una espiga que se dora en el corazón.
Vinieron después los años de su niñez y adolescencia. Escuela y Colegio, letras y números llegando con avideces a él y a sus contemporáneos nosotros, de la mano amiga y el pensamiento lúcido de quienes fueron sus maestros, nuestros maestros que, sin ser Magísters ni PhD junto a sus conocimientos nos impartieron valores.
Luego, su entorno familiar: su Madre, maestra igual que la mía, en escuelas rurales donde las aulas eran las parcelas de los trigos y maizales y el timbre de recreo, el silbo de los mirlos y jilgueros. Entonces. no es nada aventurado pensar que Marco acompañaba a su progenitora en este periplo existencial sin más brújulas y compañeros que los chaquiñanes y lomeríos que se iban ya enzarzando con las primeras raíces de su sensibilidad que años más tarde macerados ya entonces con el aroma de los recuerdos aflorarían con creces en dos preciosos libros suyos: Historia de Peleusí de Azogues, 1995 y Peleusí de Azogues, 2010.
Nadie entonces como él, como tú Marco Robles para haber escrito con tanta acuciosidad investigativa, con tanto amor y pasión casi idolátricos desde el amanecer ancestral de nuestros horizonte míticos hasta esa revelación con la que lograste castellanizar a nuestra Pacha Mama, oficializándola con su aureola semántica de Peleusí de Azogues: connubio de un metal de alma cristalina dormido en las entrañas telúricas de nuestro Guabzhún, con el amarillo aroma de una solanácea de nuestros campos que no eran más que una primavera de mariposas con pétalos revoloteando desde las faldas del Abuga hasta las cimas del Cojitambo.
Pero aquí no terminan sus adanes por redescubrir, esclarecer, reivindicar temas y espacios dormidos, olvidados, bajo la  indiferencia imperdonable de la mirada y accionar de nuestros coterráneos. Este es el mayúsculo mérito de Marco Robles que nosotros debemos de reconocer con soberanas gratitudes; pues, su estilete de investigador lo llevó a desempolvar viejos archivos y envejecidos documentos que ningún otro azogueño lo había realizado en bien de la cuna nativa y de la provincia toda, con tanta prolijidad, probidad, veracidad y ética histórica. Aquí en estos libros están las páginas que el tiempo ha retornado con fulgores de perennidad: Teogonía y Demiurgos en la Cultura Cañari, 1988, Nuevos Datos Históricos de la pequeña patria, 1996; Biblián y su Historia, 1997; Cañar: su historia y su cultura, 2000; Páginas olvidadas de José Peralta, 2002.
No sería justo cerrar este período de idénticos aleros vivenciales, emocionales y percepcionales sino registráramos sus últimos aportes, cuando no hace mucho tiempo insustentables aspiraciones foráneas pusieron en duda el azogueñismo de dos grandes escritores nuestros: Teófilo Pozo Monsalve y Ernesto López Diez, una vez más Marco Robles, con esa inclaudicable morosidad por dignificar la verdad a través de documentos históricos, testimonios familiares de primera mano y ramajes genealógicos, los puso definitivamente casa adentro, junto a las riberas del Burgay que en su murmurar de diáfanos cristales irá consolidando sus nombres, sus obras que ya son referentes de jerarquía intelectual en  las letras ecuatorianas.
A partir de este visionar telúrico, ancestral, geopolítico y cultural, su pensamiento va a tomar una directriz mucho más científica, analítica e interpretativa con un libro que marca  un hito inédito en la bibliografía continental, Mito y Filosofía en el Mundo Andino.
Esta toma de conciencia universal, crítica y reflexiva es el resultado de su nueva formación académica en centros universitarios de la Unión Soviética,  concretamente en Kiev, Ucrania y Moscú, con altos estudios en Filosofía y Antropología Cultural y amistades con talentos de singular valía como la que mantuvo con el historiados Anatoli Belov, con quien compartió ideas afines sobre los orígenes de la cruz, temática subyugante en los futuros ensayos de Marco Robles que con amplitud investigativa lo llevaron a los escenarios de esclarecedoras revelaciones. Su pensamiento sigue nutriéndose de nuevos contenidos en el mirador de los acontecimientos históricos mundiales en sus cauces sociales, políticos, religiosos y aun psicológicos. Su dialéctica entonces toma el sendero a la inversa; parte de la antítesis para cuestionar la tesis con el apoyo de una notable erudición enzarzada de nutridos soportes bibliográficos. De esta fontana surgen sus libros: La ideología cristiana, 1982, Preludio y Aurora de la Reflexión, 1994 y El Mundo Político Grecorromano, 2003, entre otros.
Y ya entrando en el espacio para el que nos hemos convocado como es el de dar la bienvenida a un nuevo libro suyo, con sumo placer vamos a recibir por lo menos las primeras lluvias de esas tempestades históricas, tan bien recogidas y argumentadas.
Volumen de miradas diferentes en cuanto a temáticas y personajes pero unidas por un mismo sistema de análisis y reflexiones que nos llevan a comprender mejor ciertos nubarrones que han empañado y empañan los senderos lumínicos de la verdadera historia. En sus primeras páginas hay un personaje al que Marco lo trae en su soma y en su psiquis para situarlo en su justo medio, pues que, de eso se trata, cuando hablamos del gran filósofo germano del siglo pasado Martin Heidegger. Marco parte de una premisa: demostrar que los contenidos filosóficos de este pensador no son consecuenciales ni recíprocos con los continentes ideológicos de su accionar. Un hombre que fue admirado por su capacidad de precisión de sus lenguajes, así como por su aportación al discurso humanista, filósofo que con su reconocido y fundacional libro, El Ser y el Tiempo, determinó el sentido del ser, y no de los entes; este mismo que categorizó la diferencia entre una vida auténtica y una vida enajenada; éste que nació bajo el alero de Minerva, paradójicamente traicionó la naturaleza y el esplendor de su dialéctica, de su espíritu indagador al adherirse públicamente al movimiento nacionalsocialista cuando los nazis llegaron al poder.
Oro de los cuestionamientos que reproduce Marco Robles es el de la naturaleza filosófica del existencialismo que venida desde los horizontes hegelianos tomó forma aunque sin fondo en los postulados sartreanos, al afirmar que toda acción implica un medio y una subjetividad humana. Lo que nos lleva a la dicotomía del ser frente al existir y que bien lo cuestionó no un filósofo sino un literato de fama universal Shakespeare en se célebre sentencia: “To be o no to be”, es decir somos o no somos.
El pensamiento socio-político de Marco Robles, para entenderlo mejor en los aleros de sus investigaciones y cuestionamientos está codificado en los postulados de Carlos Marx, que a su vez se alimentaron del socialismo científico de Federico Engels, su entrañable camarada. Este reverberar histórico planteaba entre otras aspiraciones la de que se conozca y reconozca al ser humano dentro de la sociedad. El hombre y la naturaleza son esenciales en sí mismo –nos dice- y de esos requerimientos correlacionantes nace la gesta revolucionaria de mayores reivindicaciones sociales, políticas y económicas de principios del siglo pasado. Lamentablemente esa praxis no alcanzó a relievar sus objetivos pues, según Marco Robles debíanse primero especificar, separar las ideas del marxismo de cuartel, de las del comunismo científico; de trazar una línea divisoria entre stalinismo y leninismo lo que al no realizarse oportunamente ocasionó profundos desniveles que empezaron a desmoronar las bases no del marxismo, ni del leninismo, ni del socialismo, sino de sus deformaciones concretas según lo afirma Robles. Nosotros estaríamos de su lado si no supiéramos que todos los regímenes totalitaristas venidos ya sean de la derecha o de la izquierda nos privan, nos arrancan la más bella semilla del pensamiento humano: la libertad de expresión.
Los cuestionamientos a los desgarradores tiempos del nazismo no están exentos en las páginas de este libro. La figura sicopatológica de su líder Adolfo Hitler con su teoría de la eugenesia no solo que asesinó a millones de judíos -¡y qué ironías de la vida!-, siendo su abuelo también judío, sino que extendió sus tentáculos antihumanos, totalitaristas, criminales a otras esferas sociales, políticas y aun religiosas de Europa y América. Y en estos espacios es donde Marco Robles alcanza su plenitud investigativa al probar con documentos y fotografías la actitud no de la Iglesia Católica que como Institución es respetable, sino de sus jerarcas, de los purpurados y santificados del Vaticano que, olvidándose de que Jesús, su máximo líder religioso aquí  en la tierra también fue judío, se codearon, se reverenciaron, disimularon actitudes con el propio verdugo nazi y con organizaciones antisemitas.
Eugenio Pacelli, italiano que luego llegó al papado con el nombre de Pío XII mantuvo buenas relaciones con el genocida Adolfo Hitler. Mayor fue su actitud antisemita cuando guardó un criminal silencio ante la masacre infernal de las cámaras de gas y hornos crematorios en la Segunda Guerra Mundial.
Para explicar esta dualidad dentro del comportamiento (habilidad política de muchos gobernantes de ayer y de hoy en Latinoamérica), Carlos Marx afirmó con mucha razón que a Hegel se le olvidó decir que los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces: una vez, como tragedia y otra como farsa. Así actuaba Pío XII, como era italiano, su simpatía encajaba en las tragedia del régimen fascista de Mussolini, en tanto que su farsa flameaba en el nazismo de Hitler. Y así querían elevarlo a los altares como santo, sino hubiera sido por el mundial rechazo de los judíos que no olvidan ni olvidarán el cruel exterminio de sus antepasados.

Terminamos con un pensamiento de hondas raíces filosóficas que dice: “La Ley del Universo es la no permanencia, lo único que permanece es la transformación infinita”. La lectura de este libro nos hará transformar nuestro pensamiento y  desde entonces será parte de la plenitud infinita.             

No hay comentarios:

Publicar un comentario