Simón Pachano
Lunes,
23 de febrero, 2015
Papistas y
condotieros
No es
casualidad que apenas con diferencia de horas traten de llevar a Mery Zamora a
las alcantarillas y que hagan llegar un mensaje mafioso a Crudo Ecuador. No,
las casualidades no existen cuando se ha ido pavimentando el camino para que
esas cosas ocurran. El gran maestro de la lógica, el que sostiene que un
desempleado le puede pegar un tiro si le ve en una foto haciendo shopping en el
extranjero, debería aplicarla para entender que si mete carbón todas las
semanas, más de uno van a agarrar el fuego para salir a incendiar a los
herejes. Los dos hechos son maneras claras de cumplir con el cometido, repetido
sábado tras sábado, de acallar a los que incomodan y de demostrar que los
buenos son más.
Una
anécdota que circulaba en tiempos de la partidocracia refería que cuando el
dueño del país de ese entonces comentaba que alguien debería callarse, aparecía
siempre un oscuro personaje que llegó a diputado –fortachón, peleador de
barrio– que le caía a golpes al molesto opositor. “Cuando le dice hazle callar,
él entiende pégale; mejor ni pensar lo que hará si le dice pégale”, decía con
ironía y mucho conocimiento un partidario del mandamás. El problema fue que ese
partidario nunca se atrevió a explicarle a su jefe que en los oídos de los
fanáticos las palabras se convierten en armas. Ahora, de lo que se ve, tampoco
hay alguien en todo ese entorno de pehachedés que se atreva a explicarle algo
tan elemental como las consecuencias explosivas que resultan de la combinación
entre palabras incendiarias, liderazgo mesiánico y fanatismo.
Pero ese
tipo de acciones no se restringe a nuestro país ni a estas épocas de dueños
sustentados en la votación popular. La historia está llena de ardides de este
tipo. Los individuos que eran más papistas que los propios pontífices pulularon
a comienzos del siglo XVI cuando los papas se embarcaban en guerras terrenales.
Eran las turbas de fanáticos que, movidos por la palabra infalible, salían a
matar a herejes y meter fuego a las hogueras de las vanidades. Junto con ellos,
igual que ahora, marchaban con mayor o menor orden los ejércitos de
condotieros, esos mercenarios que, con dinero de por medio, competían en
decisión y fanatismo con los que actuaban por convicción.
Tirar lodo
sobre Mery Zamora y entregar un mensaje gansteril a Crudo Ecuador son medios
para obtener resultados de mayor alcance. De carambola, como algo no buscado,
de inmediato renacieron los clamores por impedir el anonimato y por controlar
los contenidos en las redes sociales (tanto que incluso una de las agencias de
control y propaganda salió solícita y acuciosa a solidarizarse con la maestra).
Allá es donde se quería y se quiere llegar. Seguirán intentándolo con papistas
y condotieros. Fanáticos y asalariados integran esos ejércitos y no se puede
saber cuáles son peores. Por cierto, vale decir de pasada que ni papistas ni
condotieros pudieron impedir el cisma encabezado por el monje alemán ni la
reducción terrenal del papado al Vaticano. (O)
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