El mirón, el ventrílocuo, el
inquisidor
Mery Zamora habló fuerte y
claro. No ganaron los que espían. Se pusieron en evidencia como pequeños
mirones que manosean fotos en sus galpones, sentados en su sillita. Me pregunto
cómo duermen. Quizás abren agujeros en las paredes de sus casas, en los baños
de sus oficinas. Escarban, encogidos, taimados, sudorosos, obedientes.
20 de febrero del 2015
POR: Cristina
Burneo Salazar
Docente
investigadora de la USFQ. Trabaja en Humanidades, en las áreas de literatura,
traducción y género.
El mirón puede aproximarse
al cuerpo que acosa a fin de vulnerarlo, por medio de una computadora, por
ejemplo".
El mirón
Suele
observar el cuerpo desnudo a través de un agujero, a distancia de aquello que
acecha. El mirón no ve a la persona en su humanidad. La despoja de ella al
convertirla en objeto no participante de su excitación. El mirón se esconde, es
furtivo, ve pero no es visto.
El
mirón puede aproximarse al cuerpo que acosa a fin de vulnerarlo, por medio de
una computadora, por ejemplo. Al hacerlo sin consentimiento, el mirón se
convierte en un agresor sexual. Así como es un delito vulnerar a una persona en
su espacio de intimidad, exponerla en un espacio virtual también constituye una
agresión. El mirón roba las imágenes, las manipula, las toca. El agresor sexual
suele incurrir en su ataque por afirmación de poder. Su principal estímulo es
mostrar su fuerza, aun cuando sea velada.
El
mirón que publica imágenes de un cuerpo desnudo quiere volvernos cómplices de
su agresión. Si las miramos, piensa, estaremos de pie junto a él, en el corro
que forman quienes presencian una violación y se cubren los ojos con las manos
abiertas.
Aquí,
el problema no es la mujer que decide desnudarse frente a una cámara. Ella no
es la culpable ni está obligada a probar nada. Aquí el problema grave es la
perversa y obscena exhibición de poder, de la cual participaremos cada vez que
miremos esas imágenes.
Mery
Zamora habló fuerte y claro. No ganaron los que espían. Se pusieron en
evidencia como pequeños mirones que manosean fotos en sus galpones, sentados en
su sillita. Me pregunto cómo duermen. Quizás abren agujeros en las paredes de
sus casas, en los baños de sus oficinas. Escarban, encogidos, taimados,
sudorosos, obedientes.
El ventrílocuo
La
virtud del ventrílocuo radica en simular que su voz no es suya. Lo que dice
suele salirle de las tripas: del latín, ventris, vientre; loqui,
hablar. El ventriloquismo suele tener un efecto cómico, sobre todo si se
utiliza un muñeco para simular que hay dos voces y un diálogo.
“Personas
en situación y concepto de movilidad humana, discapacidades, mujeres, pueblos,
nacionalidades indígenas y afroecuatorianas. Y montuvios. [...] Tener un órgano
competente para la formulación, tranversalización, observancia y seguimiento y
evaluación de las políticas públicas [...] Estar a favor de esta ley es no
negarnos a la oportunidad [...] de una realidad universal que es la
diversidad.” Estos son pasajes del texto que alguien recicló para Agustín
Delgado en agosto de entre los lugares comunes del archivo tecnocrático
oficial. El remate es casi de final de Miss Universo. La dificultad de Delgado
para leer fue penosa, fue triste verlo expuesto.
Quienes
escribieron por Delgado le retiraron su confianza de antemano. Eso es racismo:
quitarle la palabra, darle diciendo, actuar con la burda condescendencia de
quien cree que piensa mejor. Delgado, sin embargo, tiene responsabilidad como
servidor público, no es una víctima, pero sí una herramienta de la máquina. Esa
máquina ha hecho que Vanessa Cedeño, su pareja, se dirija a Bonil en un video usando su embarazo para exigirle una
disculpa. Eso es lo que hace la máquina: poner a una mujer embarazada como
escudo para demonizar el disenso.
El
Tin no pudo hacer lo que sí hizo Alicia Cawiya en la Asamblea en 2013: rechazar
el discurso que habían borroneado para ella y hablar por sí misma, tomarse la
palabra. Alicia desobedeció. La obediencia del Tin está teniendo un costo
altísimo para la comunidad a quien cree vindicar siguiendo el juego del poder.
El inquisidor
Era
el llamado a extirpar la heterodoxia ideológica. Uno de los procesos
inquisitoriales consistía en congregar a varias personas y, bajo juramento,
exigirles que denunciaran cualquier señal de disenso que percibieran. Había
códigos que listaban exhaustivamente los hechos punibles. Así, buena parte de
la población colaboraba en los castigos a los posibles herejes.
En
un potente texto que no ha circulado lo suficiente, Pocho Álvarez escribe: “La
'justicia' que apresó y encarceló a Javier Ramírez, la que le mantuvo preso por
diez largos meses por disposición de fiscales y jueces, la que sumó testigos oficiales,
policías y funcionarios, llamados por obligación, no por principio. Los vecinos
de su comunidad, cooptados por la promesa de un empleo en la megaminería a
cambio de un silencio cínico. Los jueces y la jueza que lo condenaron a
sabiendas de su inocencia y todos aquellos otros funcionarios y burócratas que
siguieron el guión escrito por los Judas habitantes del poder”, todos ellos
caminan desde ahora bajo la fría sombra inquisitorial.
Javier
Ramírez salió libre, celebramos su vida y su valentía, sin duda, pero nunca
debió estar preso para comenzar. El 10 de abril de 2014, salió a una reunión
con el ministro José Serrano. No regresó. Lo detuvieron en Nanegalito. José
Serrano “antes era nuestro abogado”, dicen los vecinos de Íntag. Hay que
vigilarlo todo, juran los asistentes del inquisidor.
Coda
El
día de ayer, el cibernauta de Crudo Ecuador fue amenazado por medio de una
nota: “Créame que siempre contará con nuestro interés y atención, mientras dure
su valentía”. Respuesta: “Aquí termina esta página. Usted ganó, señor
Presidente. Tenga la confianza de que Eugenio Espejo, Pancho Jaime y hasta el
Che Guevara estarían muy orgullosos de su actitud”, dice el dueño de la página.
Pero no han ganado. Como escribió otra internauta en apoyo de Crudo: “No ganaron,
desnudaste al emperador.”
Si
esto es socialismo, buen vivir, democracia, tendremos que encontrar nuevas
palabras para lo que queremos, porque las de ellos se han hundido en el lodo.
Tenemos que aprender a resistir, a nombrar y a reconstruir, para cuando esto haya terminado.
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