Yoani Sánchez
www.desdecuba.com/generaciony/
Jueves,
26 de febrero, 2015
Maduro no
sabe gobernar
Nunca
pensé que iba a llegar a decir esto, pero Venezuela está peor que Cuba. Es
cierto que el país sudamericano no ha sobrepasado en número –ni en intensidad–
el desabastecimiento de productos básicos, el colapso económico, ni la
vigilancia policial que padecemos nosotros, pero Venezuela está peor que Cuba.
Su gravedad viene dada porque repite ese pasado fallido del que los cubanos
estamos tratando de escapar.
En el caso
de ambas naciones, el fiasco ha estado determinado en gran medida por un
liderazgo incorrecto y nocivo. Cuba, con un Fidel Castro que intentó moldear el
país a su imagen y semejanza, teniendo él tan marcada tendencia al
autoritarismo, la intolerancia, la obsesión por el poder y la incapacidad de
lidiar con el éxito ajeno. A lo cual hay que sumarle una paranoia feroz, que lo
hacía desconfiar hasta de su propia sombra y que parece haberle transmitido a
su discípulo Nicolás Maduro.
Por eso,
cuando supe del arresto del alcalde opositor Antonio Ledezma, acusado de una
supuesta vinculación con actos violentos contra el gobierno, no pude dejar de
recordar todas las veces que los temores de nuestro “máximo líder” terminaron
con la vida profesional, política e incluso física de algún cubano. ¿Cuántas
veces no justificaron una vuelta de tuerca política bajo el pretexto de un
atentado contra el comandante en jefe? ¿Cuáles de esos magnicidios los inventó
la propia propaganda oficial solo para desviar la atención sobre otros temas?
El esquema
de “ahí viene el lobo” resulta ya tan manido que daría risa si no fuera por las
funestas implicaciones que tiene para los pueblos. Maduro representa
teatralmente y ante las cámaras el papel de víctima a punto de sucumbir ante
una conspiración internacional. Se le ven las costuras de la farsa, pero aun
así sigue siendo peligroso. Él cree encarnar la nación, por lo que al denunciar
complots y maquinaciones para matarlo, intenta obtener el beneficio de un
nacionalismo tan ramplón como fugaz.
El sucesor
de Chávez no sabe lidiar con la normalidad, mandar con mesura ni ofrecerles a
los venezolanos un proyecto de país donde estén incluidos todos. De manera que
solo puede echar mano del miedo. Su presidencia ha sido una secuencia de
supuestos golpes de Estado, confabulaciones que se gestan fuera de sus
fronteras y enemigos que intentan desestabilizar el país. No conoce otro método
de liderazgo que la perenne crispación.
Ledezma es
la última víctima de esa política paranoica. Leopoldo López acaba de cumplir un
año en prisión y en los próximos meses es muy probable que otros opositores se
sumen a las listas de detenidos y procesados. Nicolás Maduro volverá a
denunciar conjuras en su contra, señalará a los presuntos culpables de alguna
intentona y dirigirá el dedo acusador hacia la Casa Blanca.
Todo eso
para esconder que no sabe gobernar y que solo puede imitar el pésimo modelo que
le han heredado sus mentores de la Plaza de la Revolución. El resultado es una
copia mala del modelo cubano, un calco tosco en el que la ideología ha cedido
todo su terreno a los delirios de un hombre. (O)
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