Lenín Moreno, después de meses de reaccionar a los ataques de Rafael Correa, pasa a la ofensiva: lo hizo ayer, 22 de marzo, en Santiago de Chile, durante la cumbre de presidentes para crear Prosur, en reemplazo de Unasur. Al final de su declaración, hizo una denuncia tipo bomba racimo: está diseñada para explotar en algunos frentes. En su parte medular, Moreno dijo que en agosto de 2018 el banco de Estado venezolano Bandes, depositó 281. 000 dólares en el Banco de Desarrollo a nombre del Instituto de Pensamiento Político y Económico Eloy Alfaro. De ese dinero transfirieron 96.200 dólares a dos cuentas de Rafael Correa; una en Bélgica y otra al Banco del Pacífico, en Ecuador. Altos funcionarios suyos también recibieron montos entre 6000 dólares y 34 000 dólares.
Moreno preparó esta vez el golpe político contra su mayor adversario. Lo propina en una cumbre internacional de presidentes destinada a enterrar para siempre una de las mayores herencias de Lula y Chávez: Unasur. Moreno, quien tardó a distanciarse de la dictadura de Caracas, no solo suscribe el nuevo organismo de integración, Prosur: en su sesión inaugural denuncia que el reducto de ese viejo modelo trabaja para desestabilizar su gobierno y alerta a los otros países miembros de que pueden ser igualmente sus víctimas. Maduro, identificado como dictador y hambreador de su país, ahora es acusado de desviar los escuálidos fondos de Venezuela para alimentar cuentas personales de ex funcionarios que intentan desestabilizar al gobierno ecuatoriano.
Correa, acusado de robar y dejar robar, seguramente no necesita 96.200 dólares de Maduro para vivir. Pero ese nexo y el de Rusia, que lo concierne a título doble (personalmente y en el financiamiento del Instituto de Pensamiento Político), muestran que el expresidente recibe dinero de gobiernos con agenda específica y es funcional a sus intereses. El golpe es evidente para un político que en su retórica hace alarde de nacionalismo e independencia de los centros de poder. Por este camino, Correa puede convertirse, en el ámbito internacional, en un peón más de Putin, dedicado principalmente a desestabilizar el gobierno del país donde hizo lo que quiso durante una década. Moreno ubica así a su gobierno, en una cumbre democrática y pluralista, bajo una lupa internacional desfavorable para los intereses de Correa y sus proveedores de fondos: víctima de tentativas de desestabilización por parte de una dictadura totalmente desprestigiada internacionalmente. Esa dictadura corrupta y violadora de los derechos humanos paga a Correa. Es un mensaje que, por su incidencia, puede llegar a Putin, con quien Moreno no ha abierto fuego.
Correa encajó mal el golpe. Se nota en las respuestas que ha puesto en su cuenta de twitter: ha hablado de pagos por “honorarios profesionales”. ¿Qué servicio pudo haber hecho a la dictadura de Maduro que mereciera un pago por 96.200 dólares? Igualmente ha hablado de que sus cuentas están abiertas; otra finta retórica pues sabe perfectamente que fuera del país nadie lo va a auditar (además de que puede tener cuentas ocultas). Correa también retuiteó el comunicado del Instituto de Pensamiento Político Eloy Alfaro que se limita a rechazar la denuncia “por carecer de fundamento” y no aclara nada sobre los fondos recibidos. En este asunto, Correa y los suyos parecen arrinconados por la contundencia de los datos revelados. Lucen tan sobrios que sus respuestas delatan su perplejidad: sus nexos de dependencia económica con Maduro (y no hay que olvidar a los rusos), destruye sus discursos propagandísticos basados en la independencia política y en su capacidad de autofinanciamiento: los sitúa bajo la peor lupa posible que proyecta servilismo a intereses foráneos.
Puertas adentro, con este golpe Moreno busca equilibrar por lo menos la presión política producto de denuncias sobre su entorno familiar y personal y la explotación política hecha por Correa y su inmensa red de troles. Esto explica la decisión de dar curso en la Asamblea Nacional al pedido de investigación sobre el Presidente que, según cálculos alegres, terminará en la Comisión de Fiscalización. Moreno no podrá ser llamado y, sin pruebas jurídicas que lo vinculen a la denuncia, el caso no parece que volverá al pleno. En cambio, será usado (ahora que es tiempo de elección de dignidades y muchos asambleístas quieren hacer méritos con Moreno), para revelar nuevas pruebas sobre vínculos y dependencia del correísmo con aliados y proveedores de fondos. En claro, el morenismo espera dar la vuelta a la tortilla y aprovechar las antenas internacionales que se abrieron sobre este tema en Santiago para anclar un nuevo discurso: el esfuerzo desestabilizador de Correa debe fracasar para que no pueda convertir a Ecuador en otra Venezuela.
¿El morenismo vende la piel del oso antes de haberlo cazado? Habrá que ver qué otras pruebas revela y si este evento da lugar a una estrategia política sostenible. O si solo termina siendo otro movimiento táctico para cortocircuitar los ataques correístas.
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