Jugando al juego de la confusión, el correísmo pretende sacar ventaja en la elección de representantes ante el mayor engendro de la Constitución de Montecristi, el Consejo de Participación Ciudadana. Mostrar al voto nulo como un inútil saludo a la bandera, dirigir y unificar el pronunciamiento de sus seguidores e inundarnos de listas de correístas y anticorreístas para alimentar la ilusa esperanza de “elegir a los menos malos”, son las piezas de ese juego.
Como telón de fondo hay un tema fundamental, que a dos semanas de las votaciones aún no ha sido definido: cómo contar los votos nulos. Para el juego de la confusión, aquí no pasa nada y lo único que cabe es hacer lo que se ha hecho siempre en las elecciones pluripersonales: contar como un voto cada papeleta anulada, sin importar el número de representantes que corresponda elegir. Las elecciones para el Consejo de Participación son, sin embargo, radicalmente distintas a las elecciones pluripersonales que hemos tenido hasta ahora, y los votos deben contarse de manera diferente. Veamos.
Según las reglas que se aplican en las elecciones pluripersonales, las candidaturas se presentan por listas. En consecuencia, y en principio, cada elector tiene un voto que le permite elegir entre cualquiera de las listas presentadas.
Pero el sistema contempla, también, la posibilidad de votar entre listas, esto es, escoger no a todos los candidatos de una lista, sino a candidatos de listas diferentes. Esto significa que el voto que se puede dar íntegramente por una sola lista (el llamado voto en plancha), se puede también dividir entre dos o más listas. En otras palabras, es posible dar el cien por ciento del voto que cada uno tiene a una sola lista o, si las listas son, por ejemplo, de cuatro candidatos, dividir ese voto en cuatro partes y dar cada una de ellas a cuatro candidatos ubicados en listas diferentes.
En nuestro tradicional sistema de elecciones pluripersonales, entonces, cada elector tiene un voto que puede fraccionar según sus preferencias; lo lógico, en este caso, es que si no se elige a ningún candidato y se prefiere votar nulo, o en blanco, ese voto nulo o blanco cuente como uno solo.
Pero en el sistema que se va a aplicar para elegir miembros del Consejo de Participación Ciudadana, las cosas son distintas. No hay listas, sino candidatos individuales que se presentan en una sola papeleta; el hecho de que de esos candidatos se pueda votar por más de uno, lo único que significa es que se tiene tantos votos como candidatos se debe elegir.
Esto porque la papeleta no permite elegir o listas o candidatos, sino que obliga a optar únicamente por estos últimos; no me da un voto por lista que puedo fraccionar entre varios candidatos, sino tantos votos como candidatos puedo escoger en cada papeleta. Siendo así, y si se puede optar por hasta tres nombres distintos y alguien prefiere anular la papeleta, lo que ha hecho es convertir a los tres votos que tenía en otros tantos votos nulos.
Aplicar a una elección que no contempla listas, sino solo candidatos individuales, el sistema que se ha venido aplicando a las elecciones en las que se presentan listas, genera como consecuencia el quebrantamiento del principio de voto igual, recogido por el artículo 62 de la Constitución. No otra cosa significa pretender que quien vote por tres candidatos habría dado tres votos, mientras que quien opte por la anulación tendría únicamente un tercio de voto.
Y una nota final sobre la confusión. Que si las elecciones se anulan hay que volver a hacerlas dentro de diez días, dicen, cuando en realidad no hay norma alguna que disponga eso. Lo que manda la ley es que si se anulan las votaciones, esto es, en la terminología del Código de la Democracia, los resultados en una o más parroquias o zonas electorales, y de eso depende el resultado definitivo, se debe votar de nuevo; pero para el caso de la nulidad de elecciones, que el Código entiende como las realizadas en todo el país, la norma no establece cuál es el camino que se debe seguir.
Por mi parte, nunca consideré que el Consejo de Participación fuera más que un adefesio muy útil para el proyecto de gobierno personalista, así que opté por el voto nulo hace ya diez años, aunque al final alguien decida que mi opinión vale un tercio de la de un correísta.
Juan Pablo Aguilar es académico de la USFQ.
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