Cualquier diagnóstico político del país luce inquietante. Y así luce porque las piezas del rompecabezas del juego entre actores políticos no calzan. Basta con examinar algunas cuyo tablero posiblemente se verá modificado por los resultados electorales de este domingo 24 de marzo. Cabe entonces examinarlas antes y después.
- Moreno necesita oxígeno: su margen de maniobra política es extremadamente reducido. Le faltan más de dos años muy difíciles de administrar. Por un lado, tiene un respiro pues los préstamos del FMI y los multilaterales le permiten mantener sus políticas sociales a flote, y así los ha promocionado ante la opinión. Pero por el otro, tiene que tomar medidas previstas en ese acuerdo y, por eso, su soledad política puede incrementarse. Moreno no tiene oxígeno para dos años; a menos que se deshaga de elementos tóxicos en su equipo y produzca un quiebre en su insondable estrategia. Para ello el Presidente tiene que mostrar iniciativa política y adelantarse a los sobresaltos sociales que están anunciados. Eso implica reinventar su perfil.
- La Asamblea es tierra de nadie: hasta finales de febrero, las cartas parecían echadas en la Asamblea. Elizabeth Cabezas tenía más o menos asegurada su reelección a la Presidencia y, en ese sentido, podía suscitar confianza en Carondelet. Tras su metida de pata, las cosas han cambiado para el morenismo. Otro de sus candidatos era Daniel Mendoza, pero cayó en desgracia tras su propuesta de controlar y castigar a los usuarios de redes sociales. Candidatos hay (César Litardo…), pero el morenismo tiene grandes dificultades para cuadrar números y condiciones favorables para conservar la presidencia de la Asamblea.
- Lasso y Nebot en otra lógica: los dos serán candidatos a la Presidencia de la República y eso condicionará, en forma irremediable, sus posiciones y la actividad parlamentaria de sus bloques. Lasso saludó el acuerdo con el FMI (no así Nebot) y estuvo dispuesto a estirar las sábanas cuando el Presidente habló en enero, pero no propuso, un acuerdo nacional mínimo. Nebot es aliado de Moreno pero hará primar, como siempre, sus prerrogativas antes de cualquier otra consideración. Nebot y Lasso tendrán que considerar los resultados del 24 de marzo, pero es indudable que se enfocarán en sus campañas y ese hecho incidirá, en forma innegable, en el futuro inmediato del gobierno nacional.
- El fantasma de la muerte cruzada: el correísmo, es evidente, quiere dinamitar a Lenín Moreno. Y la estrategia reactiva del Presidente, su condescendencia con personas tóxicas (por los motivos que sea) y su inacción política, agravan su caso. El correísmo pesca en esa zona oscura y ambigua en la cual se mueve el morenismo. La vulnerabilidad presidencial no se debe a una supuesta genialidad de Correa (condenado a actuar con troles y escribir tuits): se debe a sus propios errores: presidente-rehén, Santiago Cuesta, dispersión, amateurismo, tentación infinita a encarar la adversidad con propaganda… Como resultado, el morenismo se mueve con torpes golpes de publicidad y mercadeo (sin estrategia política consistente) y produce una pésima comunicación. Un gobierno reactivo fabrica vacío político. Eso explica por qué la muerte cruzada es un fantasma que barajan correístas y otras fuerzas en la Asamblea Nacional.
- Moreno tiene la baraja: si nada cambia en este escenario, si no hay un golpe de timón después del 24 de marzo, si el presidente decide encarar solo el desgaste del ajuste, su soledad política se hará inmanejable. Moreno tiene un largo año por delante, antes de que la dinámica del 2021 provoque una desbandada a su alrededor. Por dos motivos: la impopularidad cuya curva, en su caso, se mantiene y puede crecer. Y su negativa a correr en otra campaña presidencial. No tener nada qué perder debería servirle de acicate. Pero no hay señales de cómo piensa repartir las cartas.
- El gobierno necesita una catapulta: ¿es el acuerdo mínimo nacional? Es evidente que debió convocarlo hace tiempo y que ahora -impopular, con ajuste económico y campaña presidencial en el horizonte- no es el mejor momento. No obstante el Presidente podría argüir que Ecuador, como país, independientemente de los intereses de las fuerzas políticas y quizá coincidiendo estructuralmente con ellas, necesita cumplir con unas metas económicas (concertadas o admitidas por el FMI), hacer algunas reformas para honorar ese acuerdo y desmontar parte de los bodrios institucionales dejados por el correísmo. EL CPCCS, entre otros.
Esas tareas son imprescindibles y convienen por igual a Lasso, Nebot, Gustavo Larrea o cualquier otro político con deseo de ponerse la banda presidencial. Moreno no podrá hacer esas tareas si los dirigentes políticos anteponen sus urgencias electorales y no suman fuerzas en la Asamblea. Y nadie en el país, peor esos presidenciables, evaluarán siquiera si deben unirse a un posible acuerdo si no hay un Presidente que marque resueltamente una ruta, en vez de seguir dorando la píldora.Foto: Presidencia de la República (fotoilustración 4P).
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