miércoles, 26 de febrero de 2014

Qué deja el revés electoral del correísmo



Análisis de Hoy  
Más, mucho más que un simple  sacudón; más también  que  solo un revés  en Quito,  los resultados  en Cuenca, Guayaquil y otras ciudades más grandes del país significan  la  primera mayor derrota que ha sufrido el correísmo. El presidente atribuyó los resultados  adversos al “sectarimo” de Alianza País, por no haberse unido con otras tiendas políticas, como la cercana de Avanza. Pero detrás de los resultados electorales   hay un importante mensaje de los votantes que se  debe aquilatar.  En una  lectura de ese mensaje saltan a la vista estos cuatro elementos:  Primero, una reivindicación de lo local: El presidente quiso convertir al proceso electoral seccional en un plebiscito nacional. 

La Constitución separó las elecciones  de presidente y legisladores de las de alcaldes, concejales y prefectos provinciales para que las primeras no operaran  en la obtención de votos como  pesca de arrastre para las segundas. Las necesidades, expectativas y  especificidades de lo local no se hallan subordinadas a los procesos  nacionales. El presidente y los funcionarios de Gobierno, metidos de cabeza en la campaña en apoyo de los candidatos de Alianza País, defendían su actuación como una  lucha por  la supervivencia de la revolución ciudadana. El electorado local no lo ve así. Hay necesidades mucho más concretas que las ideológicas de la revolución ciudadana. El centralismo del Gobierno, su ejercicio  concentrador del poder, han puesto en segundo plano  la  descentralización, que estuvo antes en primer plano. El voto reivindica lo  local como espacio propio, no subordinado al poder  central sino, por el contrario, con capacidad de asumir,  algunas competencias de ese poder.
Segundo, una reivindicación del pluralismo. La propuesta  del correísmo es de hegemonía de un partido único, en torno al liderazgo  ominipresente de Correa,  pero el mayoritario voto urbano se inclina por la diversidad: es posible la cohabitación de tendencias políticas contrapuestas en el Gobierno central y los gobiernos locales, y por ello no se acaba el mundo.
Tercero, una reivindicación de las libertades y la tolerancia democrática,  expresión de hartazgo y rechazo  al intervencionismo gubernamental: la campaña se desarrollo con una hiriente desigualdad. La propaganda gubernamental sobrepasó todo límite. Ni siquiera se eximió  el régimen de hacer propaganda electoral en las sabatinas pese a  los tímidos exhortos del presidente del CNE, Domingo Paredes, de no hacerlas. El voto refleja el hartazgo con  los insultos, agravios  y descalificaciones en ellas, con las amenazas, el ejercicio abusivo del poder y  con las violaciones de las garantías y derechos básicos.  Habría que esperar que  el revés electoral del correísmo deje como  tarea   la revisión y cambio profundo en el Gobierno. El ejercicio del poder envanece y desgasta. La reflexión  del mensaje de los votantes le permitirá, además, poner los pies en la tierra.

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