viernes, 21 de febrero de 2014

No pisaré las calles nuevamente…



Por: Benjamín Fernández Bogado
Cualquier gobierno en el mundo sabe que el final de sus días está cerca cuando golpea, hiere o mata a jóvenes, mujeres, niños o ancianos. En esta franja etaria no está permitido reprimir y los gobernantes cuerdos lo saben muy bien.
¿Qué pasa cuando el manual de instrucciones se violenta? O para ponerlo mejor en contexto: ¿qué pasa cuando el grupo de choque (una especie de camisas pardas del fascismo italiano) decide con apoyo de la autoridad del Estado acabar con los manifestantes de signo contrario?
En todos estos casos la historia es bastante precisa: las soluciones pacíficas a los conflictos se separan de cualquier posibilidad.
Y peor aún cuando se aísla a una parte de la población con medidas absolutamente ilegales y se conculcan las libertades de expresión y de prensa que justamente impiden que la violencia como la que se da en Venezuela termine con muertos y heridos.

Maduro está acelerando el proceso de salida de un régimen que tiene todas las características de un fascismo de izquierda donde la retórica contraria cada vez suena más hueca.
El caso venezolano es perfectamente el camino de una tragedia griega. Maduro sabe que va a caer, Maduro no quiere caer, pero hace todo lo posible para caer.
La lógica de Homero es absolutamente aplicable al mandatario venezolano, quien pretendiendo emular a Chávez convierte a su gobierno completo en una ópera bufa.
Los muertos y los heridos podrían ser responsabilidad de quien el mandatario pueda imaginarse sin ningún fundamento, porque la lógica retórica de estos mandatarios es huir de la racionalidad acusando de lo que acontece a su país a los cada vez más lejos yankees para acabar en Uribe o el Sultán de Brunei.
Cuando el delirio supera a la razón cualquier argumento irracional se convierte en dogma. Pobre Venezuela y pobre América Latina que nunca como ahora tuvo todas las oportunidades para hacer de su pueblo próspero y desarrollado, con instituciones creíbles y sólidas que permitan que las conquistas del desarrollo se prolonguen en el tiempo.
Este subcontinente del que parece se enamoró el infortunio, parafraseando a Roa Bastos, uno de sus mejores escritores, sigue perdiendo oportunidades. Gobernantes que viven en el conflicto permanente para legitimarse ante una turba que posteriormente se busca salvarlas con pretextos absurdos, que convertirían en nuestras tierras a Kafka en un escritor costumbrista.
Piden desde el agonizante Mercosur el retorno del diálogo. La gran pregunta es ¿cuál de ellos cuando se proscribió el verbo y se persiguió con saña y muerte al contertulio de ocasión? Con los caníbales no se discute de gastronomía.
Hace muchos años un juglar alquilado le dedicó unos potentes versos al golpe contra Allende, hoy cabría preguntar ¿quién escribirá aquello de “…no pisaré las calles nuevamente de la que fuera Caracas ensangrentada?”.

Publicado originalmente en El Comercio, el 19 /02/14

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