jueves, 12 de marzo de 2015

Segunda carta al Presidente: ¿Por qué no se mira en el Chavismo?

Por José Hernández
Señor Presidente,
Es insólito, ya no desde el sentido común sino desde sus intereses políticos, que el gobierno nacional siga defendiendo al señor Maduro: hombre incompetente, patético gobernante que habla con pajaritos y a veces duerme cerca de la tumba de Chávez, candidato posible –si siguen los asesinatos (ahora de niños)– al Tribunal Penal Internacional.
¿Se siente usted cómodo apoyando al chavismo que quebró a Venezuela; país con las mayores reservas de petróleo del mundo? La quebró teniendo 298.000 millones de barriles que alcanzan para unos 300 años y justamente en la década en que el Petróleo tuvo el precio más alto de la historia. ¡Gran proeza, sin duda! El chavismo lo logró en apenas 15 años.
Venezuela se encuentra, usted lo sabe, al borde de la insolvencia. Y es indecoroso ver cómo personas de su gobierno, que hacen odas sobre los diplomas de tercer nivel, repiten versiones tan delirantes como las del señor Maduro. Ese fracaso apoteósico no se debe, según él, a la inviabilidad manifiesta del sistema que encarna: es producto de una conspiración internacional. Además de inepto, el señor resultó aparatoso.
Usted es economista y sabe de estadística. Le es factible, entonces, seguir los índices del Gobierno que dirigió Hugo Chávez desde 1999 hasta 2013. Asdrúbal Oliveros, director de la firma Ecoanalítica,también lo ha hecho y concluyó que el chavismo tuvo cuatro años de auge por los precios crecientes del petróleo: de 2004 a 2008. Desde entonces, la factura no cesa de crecer.
Chávez hubiera podido parar el vértigo que arruinó a su país. Parar el despilfarro. No expropiar y no estatizar empresas cuyo número superó las 1.100; hoy en peores condiciones. No ahuyentar la inversión privada. Ni atacar al sector privado con regulaciones absurdas que desindustrializaron a Venezuela. La industria, que representaba más del 20 por ciento del PIB, bordea ahora apenas el 13%.
¿Recuerda usted a Chávez, señor Presidente? ¿Lo divisa en la calle, rodeado por decenas de cámaras, impartiendo órdenes de expropiar inmuebles y empresas con una determinación parecida a la que muestra el San Jorge de Tintoreto para dominar el dragón? Chávez quería entrar en la historia. Se comparó con Bolívar. Con Martí. Con San Martín. Él se vio siempre como el emancipador que estaba produciendo las nuevas epopeyas históricas del continente.
¿Lo recuerda usted? Parecía niño suelto en fábrica de chocolates. ¿Lo recuerda dando la vuelta al mundo y regalando la plata del Estado venezolano como si fuera la suya? ¿Lo rememora firmando acuerdos, colocando primeras piedras, evocando las gestas épicas paridas por él en noches de insomnio en Miraflores?
¿Alguna vez le creyó, señor Presidente? ¿Piensa hoy que ese mismo Chávez, tan lírico él, tan desprendido, tan ingrávido como un sueño, fue el mismo que derrochó los 350 millones de dólares diarios que, en promedio, recibió su país por cuenta del petróleo durante todos los años de su gobierno? La montaña de dólares es monumental. Ese Chávez es el mismo que, no contento con derrochar el dinero del petróleo, se dedicó con ahínco a desplumar la gallina de los huevos de oro. ¡Y lo logró! La producción petrolera de su país disminuyó en un millón de barriles diarios. PVDSA, la estatal venezolana, sextuplicó su deuda, triplicó su nómina con pipones del oficialismo y ahora tiene que importar petróleo y derivados como gasolina y diesel. Una hazaña inimaginable incluso para los escritores del realismo mágico. ¿Coincide usted, señor Presidente?
En Alianza País dirán, porque ya lo han dicho, que con Chávez bajaron los índices de la pobreza, de la mala salud… y que subió la renta per cápita en Venezuela. Pero claro: basta con multiplicar 350 millones de dólares diarios provenientes del petróleo por 15 años: esa cifra faraónica suministra una explicación. No obstante, ninguna de esas bondades –explotadas por el chavismo para aceitar su base política– es sostenible. La inflación supera el 60% y como las cifras están trucadas, algunos analistas hablan de más del 80%. Ese impuesto licúa los salarios. La tasa de cambio del dólar oscila entre 6.50 bolívares y 150 bolívares. El índice de escasez se calcula entre 80% y 100%. La delincuencia convirtió a Venezuela en el segundo país más violento del mundo… Esta retahíla sí es larga.
Es la obra del chavismo y usted sabe que en el manejo económico solo Chávez y su aparato metieron la mano. Ahora que ya no hay plata para tapar tanta ineptitud, corrupción y cháchara barata, Maduro habla de conspiración internacional. Ese señor –patético representante del chavismo exangüe– ya no sorprende. Lo ininteligible es que su gobierno adhiera a esa farsa.
Señor Presidente,
¿Haber arruinado a Venezuela, tener una cúpula corrupta e inepta, meter presos a los opositores y legalizar, en los hechos, la pena de muerte para los manifestantes, convierte al chavismo en un paradigma digno de ser defendido? ¿Chávez, héroe y ejemplo? ¿Qué le celebra usted a un señor que, en medio de la lujuria petrolera, puso el dinero y el destino de Venezuela al servicio de sus deseos más fatuos? Con Chávez Venezuela salió del ranking de los 10 grandes productores mundiales de petróleo y su economía está entre las peores de una región que él pretendió guiar como nuevo libertador. Inverosímil pero elocuente.
Ahora su gobierno vuelve a jugarse por este régimen tras la declaratoria de “emergencia nacional” hecha por el presidente Barak Obama ante la situación en Venezuela. Su gobierno ve, en ello, un ataque a la soberanía de Venezuela y un atentado a “los esfuerzos en pos del diálogo”. ¿Cree usted que se afecte la soberanía por haber sancionado a siete funcionarios del chavismo, comprometidos públicamente con la persecución, la represión y los asesinatos? El decreto firmado por el presidente de Estados Unidos puede ser polémico pero, en los casos que ha procedido en forma similar, no ha dado lugar a invasión alguna. Es una medida contra represores y corruptos. ¿Sería preferible, señor Presidente, que las democracias del continente cerraran los ojos, como hizo Europa cuando Slobodan Milosevic pudo cometer crímenes atroces en Bosnia, durante tres años?
Estados Unidos hizo saber, además, que no hay sanciones adicionales contra ninguna industria, individuo o entidad que no esté específicamente nombrada en la orden del presidente Obama. ¿Dónde está el atentado a la soberanía? ¿O cree usted que, bajo ese paraguas, los gobiernos pueden hacer con sus ciudadanos lo que se les ocurra? Nadie criticará al presidente Obama (bueno sí, Alberto Acosta) por usar el poder (sin poner un soldado en suelo venezolano) para proteger a los más débiles.
Señor Presidente,
Hace unos años Chávez podía perorar en muchos países y hacer creer que era, al menos, la reencarnación de Bolívar. Hoy Chávez es sinónimo de fracaso estruendoso, miseria y enajenación política. ¿Por qué lo defiende? ¿No cree que el chavismo es un espejo en el cual gobiernos como el suyo deben mirarse? ¿No cree que, en vez de defender al patético señor Maduro, lo sensato, incluso para sus intereses políticos, es aprender a frenar, detener el vértigo en aquello en que su gobierno y el de Venezuela son parecidos?
¿No siente usted que el viento ya cambió de dirección?

Con el respeto debido a su función,

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