lunes, 16 de marzo de 2015


Beatriz León

Dime quién te asesora y te diré quién eres…

Desde los albores de nuestra nación, la violencia contra la mujer ha estado presente de manera estructural. Esa historia a la que miramos, como buscando el espejo de lo que somos, nos devuelve datos frescos de una realidad. En 1795, por ejemplo, una de las persecuciones institucionales más memorables no fue impulsada precisamente para atrapar a un peligroso asesino, sino contra la independentista Rosa Zárate. A aquella valiente, luego de que fue abandonada por su esposo, la acusaron de concubinato público y adulterio. Fue condenada al destierro o a retornar con su marido, acción que sería, en sus palabras, “una condena a muerte”.
Siguieron los años consolidando la imagen “adecuada” de mujer para llegar a otro momento representativo en la Cuenca de 1857, cuando Fray Solano pregonaba, desde el púlpito, el discurso de la moralidad y buen vivir de los tiempos. La Iglesia llegaba a afirmar que la fe se encontraba amenazada por las malas lecturas. En textos de sus boletines eclesiásticos se leía: “Nunca han sido más nocivas y fatales que ahora cuando sin obstáculo alguno de la Policía se venden libros, folletos y estampas abiertamente inmorales como si los poderes públicos, lejos de contener más bien quisieran favorecer la propaganda de la impiedad, de la herejía y de las sectas”. Una osada poetisa, Dolores Veintimilla, organizaba tertulias de lectura y repartía su creatividad y poesía para molestia de los omnipotentes. Poco antes de suicidarse, dolida, escribió Necrología, criticando la pena de muerte que defendía la Iglesia católica, y conseguía con ello perturbar aún más a los poderosos que con su acoso y sospechas contribuyeron a su prematura muerte.
La violencia contra la mujer es estructural, por eso, desde antes de ser República, nuestro país ha construido la naturalización de la violencia como una imagen cotidiana. La cotidianidad del maltrato es tal que en pleno 2014 es asesinada una mujer cada tres días, basta revisar las cifras que publica el Ministerio del Interior para comprobarlo. Estos femicidios se acumulan y se presentan tan habituales que toda la violencia y maltratos previos, así como las formas estatales e institucionales de violencia son invisibilizadas aún más.
También es violencia contra la mujer la epidemia de embarazo adolescente que viene incumpliendo metas de rebaja propuestas por ministros desde hace 25 años. Y para preocuparnos más, lejos de profundizar la respuesta multisectorial e institucional, el presidente de la República ha entregado la Enipla (Estrategia Nacional Intersectorial de Prevención de Embarazo Adolescente y de Planificación Familiar) a una asesora personal, cuya experiencia está excelentemente expuesta en el artículo ‘¿Por qué está en riesgo la estrategia pública para prevenir el embarazo adolescente?’, de Silvia Buendía (http://gkillcity.com). Se trata de la señora Mónica Hernández, quien participará el 5 de diciembre en uno de los congresos más conservadores de producción de políticas públicas del mundo:http://www.politicalnetworkforvalues.org/home.html.

La fuerza de discursos religiosos y oficiales para crear mujeres domesticadas y silenciosas seguirá encontrando cada vez más resistencia en hombres y mujeres libres que actuamos para lograr igualdad. Esperamos que el Gobierno recapacite y otorgue más recursos y participación basados en evidencia científica que aleje la influencia de prejuicios y dogmas para empezar a superar el problema nacional de la violencia contra la mujer en todas sus formas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario