domingo, 15 de marzo de 2015

Francisco Febres Cordero
Domingo, 15 de marzo, 2015
La abstinencia
Me parece que la Mónica Hernández ha reemplazado con ventaja a los grandes ideólogos de la revolución ciudadana que antes impusieron su profunda filosofía para dar los lineamientos por donde debía marchar el país. ¿Qué hubiera sido si ellos no hubieran sembrado la Pacha Mama en nuestros corazones para lograr que la revolución sea de todos (y de todas)? Ellos nos enseñaron lo que es el buen vivir y también nos dieron una ejemplar Constitución destinada a durar trescientos años, aunque a la pobrecita cada rato le perforan por todo lado como si fuera Yasuní.
Pero, como la historia no se detiene, una nueva filósofa ha surgido de las aguas y ha marcado el nuevo rumbo, que es el de la abstinencia. ¡Qué chévere!
Cómo habrá sido el impacto de la nueva doctrina que ahora en el Gobierno todos se abstienen. No pues, no ha de ser por las cámaras de seguridad que han puesto en los moteles, ¿acaso que ellos van a esos sitios? Se abstienen en términos más genéricos, digo, más amplios, que rebasan en mucho lo meramente sexual cuya abstinencia para los de la revolución ciudadana creo que es facilito, con lo que solo se pasan trabajando las veinticuatro horas de los siete días, sin dejar ningún resquicio para el placer, que ahora sabemos que ha sido malísimo.
Cuando la Mónica Hernández anunció que la abstinencia era lo último en guarachas para evitar la concepción, el gobierno revolucionario que antes era dicharachero, dispendioso, manisuelto, carnívoro, de pronto se volvió vegetariano y abstinente y ahora ha comenzado a pregonar que todos tenemos que seguir la línea que impone su nuevo evangelio: abstenernos de comprar autos, llantas, licores, tocino, chuletas, doras, ropa, zapatos, uvas y, en fin, todas las delicias con que el demonio nos tentó durante estos últimos ocho años y nos condujo por la senda de la perdición.
Y como el Gobierno está opuesto a todo tipo de esparcimiento mecánico y no natural, no me llama la atención que haya subido también los aranceles para los vibradores. ¡Híjoles, me hago corrijos!: la subida ha tenido una discriminación de género y ha sido solo para los vibradores, pero de hormigón.
Total, no nos va a quedar más remedio que volvernos unos ascetas aburridos, abúlicos. Pero, como dice la Mónica Hernández, hay que aprender a abstenernos y autoabastecernos. ¡Ay no, qué bruto, autoabastecernos no dijo porque eso también ha de ser pecado! Verán que les aviso: no se autoabastecerán porque eso dizque saca espinillas y con lo que ya no hay cómo importar cremas ¿con qué se van a curar?
Es decir, entramos a una nueva etapa revolucionaria en que todo lo anterior ha sido nocivo porque induce al consumo, el consumo al vicio y el vicio al pecado, y por eso hemos descubierto la necesidad de vivir bien abstenidos.

Viviendo así, solitarios, tristes, mustios, damos el mejor ejemplo posible a los jóvenes que, no pudiendo comprarse una camiseta ni una gorra a la moda, sin poder cambiarse de ropa interior ni ponerse trajes de baño tipo tres equis, sin poder peinarse con gel ni tomarse un trago, con cámaras que les filman en los moteles, sin poder comer una hamburguesa ni probar mostaza ni salsa de tomate, ¡qué van a sentir ganas de sexo!, los pobres. O sea que ahora sí, gracias a la Mónica Hernández, la abstinencia para los jóvenes funciona porque funciona.(O)

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