rancisco Febres Cordero
Domingo,
29 de marzo, 2015
La hora de los
porqués
Llegó la baja
del petróleo. Llegó el invierno. Llegaron las medidas económicas.
En este
inicio de la época de las vacas flacas, el excelentísimo señor presidente de la
República, al referirse a la subida de los aranceles, reitera que los ricos ya
no podrán comer caviar, no podrán endulzar su vida con Nutella, no podrán beber
champán ni comer carne ni frutas importadas. Pero ¿por qué no tomó mucho antes
esas medidas restrictivas para evitar la salida de divisas y hacer de este un
país austero y no dispendioso, despilfarrador? ¿Por qué del jaguar que dizque
fuimos en época de bonanza petrolera, pasamos a ser gato despensero?
¿Por qué en
el tan cacareado cambio de matriz productiva se ignoró a la agricultura?
¿Yachay necesita cuatro mil hectáreas para en esa enorme extensión cultivar
talento humano? ¿Y por qué los altísimos conocimientos tecnológicos que allí se
abonan a costos tan elevados y con sueldos que nos dejan patidifusos, no sirven
para que los agricultores vayan y mejoren sus conocimientos para producir más y
mejor, algo que recién ahora se echa en falta?
¿Por qué si
se han construido tantas carreteras, la principal vía que une la Costa con la
Sierra sigue derrumbándose con los aguaceros, igual que hace cincuenta años?
¿Por qué esa vía que comienza con cuatro carriles se adelgaza de pronto y se
convierte en tortuosa, lenta, peligrosa?
¿Por qué si
se han construido tantos hospitales la atención a la salud de la población no
ha mejorado? ¿Por qué no hay medicinas? ¿Por qué es imposible conseguir turnos
para una atención digna y eficiente?
¿Por qué se
instauró la cultura del dispendio, con una burocracia numerosísima y voraz que
hizo del Estado el eje de toda actividad, y se estigmatizó –con burlas y
olímpico desprecio– a esos inversionistas extranjeros a quienes ahora se
convoca? ¿Por qué se puso tanto énfasis en la soberanía económica cuando los
préstamos a la China se negociaron en términos onerosos y nuestra dependencia
es cada vez mayor? ¿Por qué se terminó empeñando las reservas de oro a una
intermediaria, en condiciones que le favorecen desproporcionadamente a ella?
¿Por qué no
se guardaron fondos para emergencias como las que nos ha traído este invierno
que cada día muestra su rostro más cruel?
¿Por qué el
Gobierno no corta las uñas sucias en esas manos que se pregona son limpias?
¿Por qué el
excelentísimo señor presidente de la República es el único ecuatoriano
inteligente, lúcido, sabio, y quienes osan contradecirlo son estúpidos, en el
mejor de los casos, y, en el peor, sujetos de persecución, juicios y cárcel?
¿Por qué para hablar con el excelentísimo señor presidente de la República sus
opositores tienen primero que pasar por una prueba psicológica?
En fin, en
épocas de vacas flacas van saliendo infinidad de porqués, cuyas respuestas la
gente exige mediante protestas y marchas cada vez más numerosas, cada vez más
contundentes. Unos porqués a los que el excelentísimo señor presidente de la
República, más temprano que tarde, tendrá que responder, con prueba psicológica
de por medio.(O)
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