martes, 17 de marzo de 2015


Felipe Burbano de Lara

Torpeza y delirio ideológico

Estados Unidos ha dado la mejor oportunidad a los defensores de la revolución venezolana para reforzar su tesis de una desestabilización imperialista al proceso de transformación socialista y de ese modo permitirles seguir con sus ojos bien cerrados frente al trágico, triste y doloroso desenlace de la dinámica bolivariana. El error de los Estados Unidos hizo posible que la estrategia de Maduro se imponga en esta coyuntura crítica: magnificar hasta el paroxismo el papel del imperialismo como actor político. Los cancilleres de Unasur han sellado ese triunfo con una declaración que rechaza de modo unánime la política injerencista norteamericana sobre la soberanía de Venezuela, pero dice muy poco sobre la penosa situación de los derechos políticos en ese país, con los líderes de la oposición presos. La declaración apenas apoya la resolución democrática y pacífica, por la vía constitucional, de los conflictos internos de Venezuela. Por lo pronto, la respuesta venezolana fue la ley habilitante: superpoderes a Maduro para enfrentar la amenaza norteamericana. Ya veremos en contra de quiénes se usa y despliega ese poder presidencial hiperreforzado.
La izquierda agita sus propios delirios a partir de la torpe declaración de Estados Unidos de considerar a Venezuela una “amenaza extraordinaria e inusual” a su seguridad nacional. La declaración aviva el resentimiento antiimperialista y el espíritu nacional de América Latina fruto de una historia larga de intervenciones, pero también la ceguera ideológica de la izquierda en el continente y su tendencia a dejar de lado el más mínimo sentido crítico cuando uno de los suyos gobierna. Por ejemplo, ni una sola palabra sobre los activos de los funcionarios del gobierno venezolano congelados en Estados Unidos. Ni una sola palabra y menos todavía una pregunta. La condescendencia resulta total. Basta leer la página de opinión de El Telégrafo del viernes último, y su editorial del día martes, para comprobar el paroxismo ideológico. Un columnista se pregunta, nada y nada menos, si se pasará del golpe blando a la invasión. La declaración gringa daba la prueba final que andaban husmeando. El martes pasado, el editorial del mismo periódico afirmaba, sin inmutarse: “La estrategia contra Venezuela se desnuda de a poco y con fuerza”. Resulta inaceptable la declaración de Obama –añadía el editorial– frente a un país que “afronta con responsabilidad sus dificultades internas”. ¡¿Quéééé?!

El problema de Venezuela es otro: la precariedad de su propio proceso y la pérdida de fuentes de legitimidad de un poder que se aparta de todo principio democrático bajo el argumento de llevar a cabo un proyecto socialista en medio de una bonanza inédita y desperdiciada. Sin su fuente de legitimación carismática, sin recursos económicos, sosteniéndose en el poder de los militares y en la restricción de los derechos políticos de modo aberrante, sin alimentos, con servicios deteriorados y con una permanente concentración de poderes en el Ejecutivo, Venezuela va hacia el abismo. El empujón imperialista apenas les da un respiro a los simpatizantes del proceso para disimular todo lo que sus ojos se niegan a ver, pero alimenta lo más grave: su delirio ideológico. (O)

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