Publicado en la Revista El Observador, Agosto del 2015 |
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En democracia, más allá de las coincidencias y consensos mínimos que son necesarios alcanzar para asegurar la cohesión social, el conflicto es un elemento natural que está presente en las relaciones sociales, en tanto siempre van a existir intereses contrapuestos que derivan en legítimos campos de disputa, cuyas demandas deben ser procesadas por los canales institucionales y cuando estos son incapaces de resolverlas, la voz de la protesta indefectiblemente se traslada a las calles, en busca de respuestas.
De ahí que la buena salud de un sistema democrático se mida por el grado de reacción de la ciudadanía; pues, un país en donde los derechos fundamentales se irrespetan, incluido la libertad de expresión y pensamiento, no cabe el silencio, la pasividad o indiferencia de la población ya que, en ese caso, estaríamos ante la Isla de la Utopía, de Tomás Moro (lo cual es improbable) o bien ante el temor y recelos que despiertan en la gente las “democraduras” o “dictablandas”. Cuando se interpreta correctamente la esencia de los procesos políticos, antes que frenar la movilización social, en una democracia real, esta debe ser respetada, lo cual tampoco implica aupar la violencia o anarquía. Empero, si la protesta, acudiendo a ardides maquiavélicos se la restringe de forma directa o indirecta o se la desacredita desde la visión simplista del calentamiento de las calles, no ayuda a edificar un sistema político robusto y participativo. No hay que olvidar que la política es una actividad colectiva que regula los conflictos sociales. Entonces, desconocer la presencia del conflicto equivaldría a desvirtuar a la propia política. Juan Cuvi fue fundador y ex dirigente de Alfaro Vive Carajo. Fue torturado durante el gobierno de León Febres Cordero y Jaime Nebot. ‘Mi familia nunca supo dónde estaba, pensaban que estaba muerto. Y a los dos o tres días de que llegué a la penitenciaría recién me pudieron ver. Me tocó vivir un par de años de hostigamiento en la cárcel, una violación sistemática de los derechos humanos. Febres Cordero mandó construir un calabozo especial para nosotros. Durante un año en la cárcel no pude ver la luz del sol. Salí en 1990, luego de cumplir mi condena. ‘Por sanidad política nacional hay que esclarecer estos hechos, para que las nuevas generaciones lo conozcan y sean el mejor escudo para prevenir que se reediten estas prácticas que son vergonzosas para el país’. Cuvi, actualmente trabaja en la fundación Donum de Cuenca. Fue candidato a la Constituyente por Pichincha en el 2007, por Alfaro Vive Carajo. Actualmente es coordinador nacional del Movimiento “Montecriste Vive” organización política que respalda las iniciativas de los movimientos sociales y populares de exigir que sus demandas sean escuchadas, apoya las marchas y movilizaciones convocada por el FUT, la CONAIE y los demás movimientos sociales del país para unir esfuerzos en un gran frente de resistencia a las modificaciones constitucionales y a las políticas represivas del régimen. ¿Cómo valora las movilizaciones y marchas de protesta que se vive en todo el territorio nacional? Constituyen el despertar del sentido de autonomía social y de participación política del pueblo, que son los ejes fundamentales de una auténtica democracia. Reflejan el agotamiento de un modelo populista autoritario y corrupto que se basó en el clientelismo más burdo. Hoy que la plata se acabó salen a la luz las costuras del régimen: ineptitud en el manejo económico, extravío en la conducción política, ridiculez en el plano diplomático. ¿Se puede pensar que mientras la izquierda calienta las calles la derecha cosecha en los hoteles? La izquierda no puede inmovilizarse bajo el pretexto de que será la derecha la que coseche las movilizaciones. La izquierda siempre debe mantener su espíritu de lucha, permanentemente, porque es la única posibilidad de profundizar los cambios con cualquier gobierno. Así como hay que luchar contra el gobierno actual, porque traicionó las expectativas de los sectores populares, habría que hacerlo con otro gobierno de derecha que eventualmente lo reemplazara. Pero ese no es el tema central, sino cómo se posiciona la izquierda en el futuro. Lo peor que le puede pasar a la izquierda es amilanarse frente a los riesgos. ¿Qué es lo que realmente está en juego en el país? Una disputa desde los sectores sociales frente a dos opciones conservadoras: la nueva partidocracia correísta y la vieja partidocracia oligárquica. La izquierda y los movimientos sociales tienen que hacer el máximo esfuerzo posible para no quedar a la cola de ninguna de estas dos opciones políticas. Ello implica repensar y redefinir su papel en el poscorreísmo, para no ser los convidados de última hora cuando haya que reconstruir la democracia. ¿Considera que la salida política sería el derrocamiento del Gobierno de la “Revolución Ciudadana”, antes que ganar la batalla en las urnas? Correa debe gobernar hasta el último día de su mandato. Debe asumir las consecuencias de sus decisiones erráticas, del despilfarro de los recursos, de la corrupción generalizada. La izquierda y los movimientos sociales tienen dos años para reconstituirse, para establecer una agenda común en el poscorreísmo, para disputar un espacio político autónomo y coherente con un proyecto de transformación social. ¿No pretendo relativizar las protestas y la necesidad de marchar y ser escuchado, son necesarias, sobre todo en un contexto en el que un gobierno no escucha. Hacia dónde se encamina el brote de protestas e indignación social? La situación es de difícil pronóstico debido a la torpeza, al empecinamiento y a la ceguera del gobierno. Existe tal mediocridad e ineficiencia en el manejo político que no se sabe hacia dónde quiere ir el régimen. Cualquiera con dos dedos de frente se daría cuenta de que está frente a una ciudadanía indignada, incrédula, desconfiada, que requiere de mensajes claros y convincentes respecto del cambio de escenario. Sin embargo, el gobierno sigue insistiendo en la misma ficción creada durante ocho años: “somos más, hemos refundado el país, hemos hecho una revolución, el país ha cambiado, etc.”. El modelo basado en la ficción publicitaria se desmoronó el momento en que la crisis nos estampó contra la dura realidad. Para responder a la situación, el gobierno debe tomar decisiones que demuestren su disposición a dialogar: en primer lugar, retirar las enmiendas inconstitucionales; luego, retirar algunos decretos ofensivos para los derechos humanos, como el Plan Familia, los decretos 16 y 813; en tercer lugar, sustituir la ley de comunicación por una normativa democrática discutida con todos los actores sociales; en cuarto lugar, derogar las leyes que han metido la mano a los bolsillos de los jubilados y los maestros. Esto solamente por citar algunos puntos prioritarios. ¿En todo caso que ganaríamos con los derrocamientos, cuando la experiencia nos enseña que han sido la derecha y las Fuerzas Armadas las que mueven los hilos? Reitero: no hay que derrocar al gobierno. ¿ Cuál sería la alternativa o salida política a la coyuntura? Fortalecer un diálogo que surja desde la sociedad. El llamado a diálogo hecho por el gobierno tiene una deficiencia genética: busca la rendición de los sectores populares. Nosotros, como Montecrisiti Vive, hicimos un comunicado donde proponemos 12 puntos centrales que deberían ser los referentes de una agenda de la sociedad para el poscorreísmo. Lo fundamental es evitar que el derrumbe el correísmo sea aprovechado por un pacto de trastienda entre los sucesores de Correa y los representantes de la derecha como Nebot, Lasso y Rodas. Es impresionante cómo el propio gobierno se ha encargado de enrumbar a estos políticos, como si estuviera allanado el camino para un gobierno frontalmente de derecha. ¿La izquierda ecuatoriana está preparada para asumir la conducción política de los movimientos políticos y buscar una salida política a la coyuntura? No, porque es evidente la debilidad y la dispersión. Lo que sí puede hacer la izquierda es trabajar intensamente por reconstituirse y establecer una estrategia de mediano y largo plazo. No olvidemos que el correísmo ha sido uno de los gobiernos más nefastos para la izquierda y para los movimientos sociales, porque los ha dividido, cooptado, perseguido, debilitado. Adicionalmente, el correísmo ha envilecido a muchos militantes de izquierda y dirigentes sociales de base que terminaron apoltronados en las redes de la burocracia estatal. Se olvidaron de la gente por irse de compras a Miami. Una posibilidad para la izquierda es fortalecer una política de alianzas con ectores progresistas que al menos puedan neutralizar la profundización del autoritarismo y de la desintitucionalización del país. No obstante, para que eso sea posible debe empezar hoy mismo y debe trabajar para no quedar aislada ni marginada en el escenario posterior al 2017. |
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