domingo, 23 de agosto de 2015

¡Actorazo!

Francisco Febres Cordero
Domingo, 23 de agosto, 2015


Apenas supe que el excelentísimo señor presidente de la República iba a estar los tres primeros días de esta semana que termina dedicado a actividades particulares, pensé ¡uf, qué alivio! Y no pues alivio por nosotros (aunque también), sino por él que, después de tantos sobresaltos, tantas cadenas, tantas tarimas, se veía al borde del agotamiento, con una voz enronquecida por los discursos y por los cantos con que festejaba, junto a su combo, la felicidad revolucionaria de haber cercado a los manifestantes, haberlos infiltrado, reprimido y apresado.
Exhausto se le veía al excelentísimo señor presidente de la República, francamente. Y cada vez más cabreado, también. Todo le molestaba, le indignaba. En la penúltima sabatina, por ejemplo, cada rato les acanallaba a los que estaban encargados de pasar los videos que él había pensado que debían pasarse, y que los otros, lentos, despistados, temblorosos, no ponían. Y ¡cómo denigraba a todos los que salían a las calles a protestar! ¡Cómo insultaba a los dirigentes del paro indígena! Y cómo repetía las visiones que le atormentaban: golpes blandos que le machacaban por todo lado, calaveras de la CIA junto a fantasmas de la restauración conservadora, que le acosaban.
Yo sí dije: le va a dar surmenage al excelentísimo. Y es que no podía ocultar su desconcierto y nerviosismo. Está a punto de que se le pelen los cables, pensé. Y para mis adentros dije ojalá se fuera a su palacio a pegarse una buena dormida, porque ha sido mucha la tensión que ha tenido que soportar y lo peor que nos pudiera suceder es que se le funda el mate y comience a decir más incoherencias. Chuta, estaba preocupadísimo por la salud del excelentísimo, con lo que no duerme y es tan hiperactivo que por cualquier cosa se cabrea y por eso se pone a dar manotazos contra todo lo que se mueve.
Entonces, cuando oí que iba a tomarse unos días para asuntos particulares, dije qué bueno, con unos seis xanax, unos tres zetix y unos ocho nembutales a la vena ya le ha de pasar y cuando se despierte ha de ser otro.
Pero, ¡qué bruto!, qué equivocado que había estado. Casi me da a mí el surmenage cuando descubrí que durante esos tres días en vez de descansar iba a ser protagonista de un documental sobre el Ecuador. ¡Qué dormir ni qué nada! Él prefirió ser la estrella de una película turística que mostrará al mundo las maravillas del país que ha construido, el Oriente que ha salvado, las Galápagos que ha recuperado, las erupciones que ha vencido.
Verán, estarán atentos: no se perderán cuando pasen por la tele el “Royal Tour”, porque se van a encontrar con un actor fuera de serie que recorre un país maravilloso, lleno de carreteras, escuelas, hospitales, universidades, todas construidas sin sobreprecio y bien fiscalizadas. Eso es lo que en términos cinematográficos se llama reparto. ¡Qué reparto!
Tan grande ha de ser el éxito del documental, que al excelentísimo le han de seguir contratando para que protagonice otras series donde podrá reelegirse indefinidamente como el actorazo que ha demostrado ser, aunque para eso siga sin dormir, al borde del surmenage, ronco, febril, acelerado, furioso y sin indios que hagan de extras ni cuatro pelagatos que griten, ni nada mismo. (O)

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