Esta es la tercera de una serie de entrevistas que Ecuadorreview hará con los principales personajes políticos de Ecuador.
¿Cuál es su análisis sobre el gobierno de Rafael Correa ante esta ola de movilizaciones callejeras?
Este es un gobierno en retirada o en caída libre, pero no por ello deja de ser poderoso y peligroso. Perdió la iniciativa política hace más de un año y, en lo que puedo prever, no la recobrará. Lo que ha estado haciendo es defenderse agresivamente de la iniciativa política que viene de diversos sectores, no solo los sociales.
Correa dice que somos  cuatro pelagatos, que no representamos a nadie. Entre paréntesis, no conozco gobierno alguno, en ninguna parte, que diga que un paro ha sido exitoso. Lo que ocurre es que este gobierno ya no tiene proyecto y ni siquiera tiene posibilidades de realizarlo por las limitaciones económicas. Veo un gobierno que, desde hace algún tiempo, está gobernando para parar a la oposición, llegar a las elecciones de 2017 y tratar de obtener una reelección por la vía del fraude.
HOJA DE VIDA:Enrique Ayala Mora,nacido en 1950, historiador, autor de numerosos libros y ensayos. Rector de la Universidad Andina Simón Bolívar, es militante socialista y uno de los políticos más cercanos a los indígenas y a los movimientos sociales en Ecuador.
¿Se puede temer que en esa tarea de defenderse el gobierno introduzca, como un factor permanente, la represión y la violencia que se ven en este momento?
Lo que ha hecho, previamente, es mantener una estructura de clientela política que es cara y escandalosa para Ecuador.
Luego su estrategia es dividir las organizaciones sociales. No entiendo cómo este señor (Rafael Correa) puede decir que es socialista y que fuera del país le sigan creyendo, cuando su vocación ha sido lo que no ha logrado la derecha: atacar, manipular y dividir el movimiento social.
En ese sentido creo que el siguiente paso será radicalizar la represión. Ya lo dijo en el último paro y lo hizo. Lo cual no solo implica reprimir en forma desmedida, sino intensificar la infiltración y los encapuchados que provocan.
Él quiere crear una imagen de violencia en la oposición. Lo que va a suceder es lo que sucedió en el gobierno de Lucio Gutiérrez cuando hubo una escalada de violencia con heridos y hasta muertos. Esto es indeseable pero podría suceder. La violencia verbal de Correa, que ha sido perenne, se va a transformar en violencia física. Creo que eso ya está sucediendo.
¿Es pensable que la oposición haga un manifiesto de no-violencia para distanciarse de la violencia oficial?
Ha venido haciéndolo en la práctica. Los movimientos sociales, por ejemplo, han dado un ejemplo de movilizaciones pacíficas. Igual los sectores medios que se reagrupan en la Shyris, en Quito, y en las provincias.
Los movimientos sociales caminaron desde Zamora Chinchipe hasta Quito con un pliego de peticiones. El primero es pedir el archivo de las enmiendas constitucionales que contiene, entre otras cosas, la reelección indefinida. ¿Esa plataforma, en la cual se reconocen muchos sectores políticos, es un paso hacia una alianza suprapartidista?Desde luego. Eso es un gran avance de los movimientos sociales que, aparte de sus propias reivindicaciones, como la ley de aguas o decretos antiobreros, se suman a temas más nacionales. El FUT y la Conaie han planteado con fuerza dos temas que son centrales. Por un lado las enmiendas que unifican a un gran sector de la población, pues no se trata solamente de la reelección indefinida sino de otros temas que afectan incluso a las Fuerzas Armadas. Y por otro, la designación de una comisión anticorrupción que funciona en forma autónoma.
Lula acaba de aconsejar a la presidenta de Brasil Dilma Roussef  que renuncie bajo el peso de la corrupción. Y la corrupción en Brasil es bastante menor que la que hay en Ecuador. No me extrañaría que en los próximos meses se convoque a jornadas nacionales contra la corrupción donde se haga evidente esta lacra que, en este gobierno, ha sido escandalosa.
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Muchos creen que las próximas movilizaciones masivas serán en diciembre cuando la Asamblea debata las enmiendas. ¿Qué puede pasar hasta entonces?
Agosto y septiembre puede haber cierto receso en la protesta, pero el rechazo hacia el gobierno continúa. Hay provincias enteras que están movilizadas: Galápagos, Morona, Loja, Imbabura, Tungurahua… Es decir, hay un movimiento nacional muy efervescente contra el gobierno que va a ir subiendo.
¿Pero las enmiendas no son, para el gobierno, un punto de salida de esta encrucijada?
Creo que se le está planteando al gobierno de la forma más sensata –a veces en forma enérgica– que desista de ese proyecto. Si lo hace, dará una señal de sensatez y bajará sensiblemente la reacción social. Si el gobierno sigue afirmando que esas reformas constitucionales van porque van, sigue insultando a los dirigentes sociales, e intenta imponerlas, lo que va a ocurrir es que los días de ese debate se van a transformar en levantamientos y cerco del palacio legislativo. Habrá una batalla social y no sé con cuánta violencia: ojalá no la haya.
¿El acuerdo suprapartidista que se vislumbra con motivo del rechazo a las enmiendas,  podría dar lugar, pensando en las elecciones del 2017, a un acuerdo electoral?
Me parece que la tarea fundamental de la izquierda no es electoral, actualmente. Es recomponer su vinculación orgánica con el movimiento social su tejido organizativo a nivel nacional. La izquierda tiene que repensar algunas cosas pues creer el stalinismo es la solución es una barbaridad. Además la tarea es volver a ganar el centro político porque la izquierda no puede confinarse a sus cuarteles del 4% al 8% por ciento del electorado. Eso sería condenarse a la derrota permanente.
Es verdad que hay que enfrentar la coyuntura electoral y personalmente creo que los acuerdos que pueden hacerse pasan por convenir, entre los diversos sectores sociales, que debemos desmantelar el correísmo con una asamblea constituyente.
¿Propone usted que a ese acuerdo se llegue ahora?
Hay que comenzar a madurarlo desde ahora. Hay que preparar al país para que hagamos  una constitución no para un gobierno ni para un presidente sino para que podamos convivir democráticamente en el futuro. La constitución tiene que ser un instrumento jurídico que permita, a quien gobierne, hacerlo en democracia, con división de poderes y con fiscalización. Para eso esta constitución ya no sirve.
¿Para citar a una constituyente se requiere ganar las elecciones antes?
No. Lo que tiene que haber es una mayoría nacional lo suficientemente importante como para que lleguemos a ese acuerdo.
¿Esto no pasa por lograr, previamente, acuerdos para cuidar los votos en 2017?
Sin duda. Una de las cosas que hemos propuesto los socialistas a los movimientos sociales es que, a las demandas que ya se han planteado, se sume la necesidad de reorganizar el Consejo Nacional Electoral de manera que dé credibilidad a la ciudadanía. Una de las condiciones para creerle a Correa –que va a llevar adelante un proceso democrático– es reorganizar creíblemente ese organismo.
¿Eso implica oponerse al voto electrónico?
Hay que hacer todo lo que este a nuestro alcance para garantizar que no se puedan meter paquetazos de fraude. Si hay la más mínima sospecha de que el voto electrónico permite eso, no tenemos por qué ser tan modernos. La gente en Europa sigue yendo a las urnas como ha sido costumbre desde hace más de 100 años.
Volvamos a la Constituyente. ¿Qué condiciones podrían suscitar un acuerdo global alrededor de esa propuesta?
La primera es que no puede hacerse de un día para el otro como un instrumento electoral. Debe prepararse precisamente para que sea un instrumento de todos.
Segundo, tiene que ser objeto de un acuerdo previo nacional. No puede hacerse a partir de los votos para que quien más tenga crea que puede imponer a los otros. Por esto, no excluyo a nadie de un consenso con la gente de derecha, centro, organizaciones sociales, cámaras de la producción y, desde luego, con la gente de Correa que crea que tenemos que dar al país una constitución mejor que la que tenemos, porque la actual es un desastre.
¿Ese acuerdo no se puede extenderse a un plan mínimo para un gobierno de transición?
Empecemos definiendo lo que es una transición, porque podría ser de diversas formas. Primero podría darse una situación de facto en la cual el gobierno podría verse separado de sus funciones. En eso los militares tiene una capacidad de arbitraje que no debieran tener.
En la pregunta se entiende un gobierno que, ganando en las urnas, transite del correísmo hacia el restablecimiento de la democracia plena en Ecuador.
Estoy diciendo diversas formas de transición porque esta también es una. No creo que es deseable para nadie, pero el gobierno se ha planteado las cosas de tal forma, que podría suceder. La otra alternativa es que haya elecciones y que –gane quien quiera– la tesis de la constituyente tenga mayoría. Lo que hay que hacer en ese caso, es preparar las condiciones para que sea convocada.
¿No cree, entonces, que la izquierda pueda extender este acuerdo a un gobierno de transición?
Pero ¿qué es un gobierno de transición? Lo que podría pasar es que desde la primera vuelta haya un acuerdo nacional. Eso implicaría que no se cuente con los candidatos de la derecha que actualmente están sonando. Lasso, Nebot o cualquiera de ellos. Se tendría que buscar una candidatura de centro, independiente, que pueda garantizar eso. Con un candidato así se podría ir a la primera y segunda vuelta. Lo que no veo posible es que en la izquierda hagamos un acuerdo para respaldar al candidato de la derecha en segunda vuelta. La izquierda ecuatoriana ya ha cometido el error de apoyar a quienes terminaron siendo sus enemigos: no creo que debería volver a cometer ese error.
Usted dice: mejor Correa que cualquier otro.
No. El criterio aquí es que el pueblo escoge. Lo que no creo que debería plantearse es un frente con la derecha que, en nombre del anticorreismo, justifique que la izquierda y los sectores populares den un voto de confianza a un candidato que, por ejemplo, es un conocido banquero que no represente al país.