Francisco Febres Cordero
Domingo, 9 de agosto, 2015
Tonces Manuela Cañizares, que había invitado a algunos amigos a su casa para una reunión, lanzó el primer grito de la independencia que se oyó hasta el Palacio de Gobierno porque ella, francamente, tenía una voz bien fuerte y hasta cuando hablaba en secreto le decían baja la voz, Manuela, que todos te están oyendo. ¡Qué gritona que eres!
Domingo, 9 de agosto, 2015
Tonces Manuela Cañizares, que había invitado a algunos amigos a su casa para una reunión, lanzó el primer grito de la independencia que se oyó hasta el Palacio de Gobierno porque ella, francamente, tenía una voz bien fuerte y hasta cuando hablaba en secreto le decían baja la voz, Manuela, que todos te están oyendo. ¡Qué gritona que eres!
Cuando el presidente de la Real Audiencia, que estaba en el Palacio, oyó ese grito, dijo que ese grito no valía porque estaba descontextualizado y, además, no había sido lo suficientemente verificado ni contrastado. Chuta, todos le pidieron a Manuela que mejor se callara porque si no le iban a sacar la perimbucha por andar gritando descontextualicuanteces.
Pero Manuela Cañizares, que era una mujer de armas tomar, como ya estaba ronca cogió papel y lápiz y escribió una frase que decía “Fuera el presidente de la Real Audiencia, fuera”, y comenzó a hacerlo circular y la gente empezó a gritar y salió a las calles y gritaba y gritaba.
Tonces el presidente de la Audiencia al escuchar esos gritos dijo que eso era la demostración de que estaba en marcha un golpe blando por medio del cual los malos querían destituirle a él, que había sido elegido por Dios para gobernar mientras que la tal Cañizares no había sido elegida por nadie para gritar y por lo tanto era mejor que esa gordita horrorosa se callara porque, además, ella era una vocera de los marqueses y, como se sabía, todos ellos eran unos pelucones que vivían en casas con lagunas y en haciendas con caballos pura sangre y no se daban cuenta de que ese territorio de la Nueva España ya había cambiado y por eso los ministros y funcionarios que apoyaban al régimen, que antes eran pobrísimos, tenían ahora casas con lagunas y caballos pura sangre y cada vez eran más, muchísimos más.
Tonces el presidente de la Audiencia dijo a su audiencia que había que permitir que él se reeligiera indefinidamente y que para eso iba a reformar la ley, porque en ese tiempo no había Constitución, así como tampoco había Asamblea. O sea más o menos como ahora, pero mucho antes.
Lo cierto es que este territorio era parte de un reino, por lo cual el presidente tenía las atribuciones de un rey y por eso viajaba como rey en una de las dos carrozas que tenía a su servicio, siempre con su séquito de guardaespaldas que le protegían de todos los que le daban un yucazo cuando pasaba por la calle.
Y como en ese tiempo tampoco había cadenas nacionales, el presidente de la Real Audiencia les encadenaba con cadena local a los que eran sus enemigos y les metía juicios porque por algo tenía jueces que estaban a su mandar y un tribunal de la Inquisición en el que caían todos los que escribían contra el excelentísimo señor presidente de la Audiencia.
¡Qué bestia, qué época! Es lo que en la historia se conoce como la época del terror, porque todo el mundo le tenía terror al presidente, que era furiosísimo y bien insultón, para qué también. A sus enemigos les trataba de idiotas, puercos, infames, enfermos, perros, basura, brutos, limitaditos. Horrible era ese presidente, según nos cuenta la historia.
Tonces con Manuela Cañizares totalmente afónica y los próceres totalmente presos y asesinados, se acabó el primer grito de la independencia. Ahora estamos en el segundo, creo. (O)
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