viernes, 1 de junio de 2018

Gustavo Jalkh se inmoló ante Julio César Trujillo

  en La Info  por 
“No me obligue a usar la fuerza pública para reducirle al sitio que le corresponde”: Julio César Trujillo se dirige a Gustavo Jalkh. Luce exaltado tras numerosos pedidos hechos al Presidente del Consejo de la Judicatura para que se siente al lado de los consejeros de la Judicatura. Jalkh acababa de hablar, durante 35 minutos y en vez de sentarse en el sillón negro de los comparecientes, lo hizo entre el público. Un gesto desafiante, ejecutado para desconocer la formalidad de la audiencia en la cual él, y otras cuatro personas, debían defenderse en el marco de la evaluación que, sobre su gestión, lleva adelante el Consejo de Participación Ciudadana Transitorio.
Cuatro veces, el Presidente del Consejo de Transición lo invitó, le rogó que se sentara al lado de sus compañeros. Jalkh no accedió e invocó, incluso, su estatus jerárquico para no acatar las órdenes. Pero apenas Trujillo amenazó con hacer intervenir las fuerzas del orden, Jalkh abandonó la sala, seguido por Ana Karina Peralta, Rosa Jiménez, Néstor Arbito Chica y Alejandro Subía. Ellos renunciaron voluntariamente a defenderse.
Se esperaba una sesión tensa porque ya había habido cruce de frases entre Trujillo y Jalkh y por la actitud claramente pendenciera del Consejo de la Judicatura que, en forma simultánea, desconoció al Consejo de Transición y amenazó  con recurrir a la Corte Constitucional para bloquear su decisión. Lo hizo. Jalkh también hizo un desplante al enviar un informe de gestiones contenido en 258 887 hojas… Hoy quiso ridiculizar a Trujillo y demás consejeros. Mostrar que se equivocaron al calificar de mañosos los concursos. Burlarse de sus cifras (hablan, dijo, de 700 denuncias, numeralmente solo hay 170 en el informe, se analizan solo 29 y en los anexos aparecen 114). Abochornar a los consejeros asegurando que ellos, seguramente, no han leído el informe al cual alude y no identifica. Denunciar la subjetividad de su trabajo.
Con esa soltura de huesos hermana gemela de la prepotencia, dijo que encontró evidentes fallas jurídicas y técnicas, errores de redacción y hasta de ortografía. Luego descalificó a Luis Pásara, el experto peruano que criticó la supuesta modernización de la Justicia y lo tildó de desactualizado. Mostró un párrafo del informe que no identificó donde, según él, hay tres falsedades. Volvió sobre el informe de la Contraloría que, a sus ojos, no habla de concursos mañosos y, exasperado por tamaño error, denunció el irrespeto a los jueces y fiscales que ganaron, dijo, limpiamente los concursos.
Igual gimnasia verbal empleó para analizar el caso de renovación de jueces en la Corte Nacional de Justicia. Habló de la paridad de género, “una referencia mundial”, y del intento “de afectar la estabilidad del más alto organismo de justicia”. Y para que el país lo sepa, advirtió que “algún interés está queriendo generar un ambiente para desestabilizar la Corte Nacional de Justicia”. Que “quieren tomársela”. Con igual vehemencia, denunció que los testimonios en su contra sean anónimos, que haya injurias y calumnias en las denuncias, que el error inexcusable haya sido vilmente confundido con error judicial… Y leyó ante Trujillo y los demás consejeros, para que se enteren, la actitud que deben adoptar como jueces: imparciales, objetivos, desprejuiciados… Antes de irse, apremiado por el tiempo, dijo mirando a Trujillo que no son una caterva, sino gente honesta.
Jalkh se bajó del podio habiendo sembrado en el auditorio percepciones poco favorables sobre el trabajo del Consejo de Participación Transitorio: parcializado, basado en testimonios anónimos o nada fiables, impreciso, subjetivo, proclive a interpretar mal lo que dijo la Contraloría… Y esa impresión se mantuvo hasta que Pablo Dávila, vocero y consejero, aprovechó una pregunta de un periodista para poner las cosas en su puesto. No solo lo hizo: mostró, con aplomo de gran juez y ateniéndose a hechos y datos, al Jalkh marullero que, según sus amigos, un día, hace mucho tiempo, fue otra persona.
Dávila dijo que el documento en que Jalkh basó su defensa le fue enviado, con fines absolutamente informativos, por el propio Consejo de Transición. Se lo entregaron para que conociera las denuncias que había recibido el Consejo. Más de 800. Denuncias no firmadas porque el propio mandato permite el anonimato, por seguridad y protección de sus autores. Pero denuncias que los investigadores no tragan entero sino verifican. De hecho, el documento que Jalkh usó era confidencial. Le fue entregado por el Consejo de Transición para que él y sus consejeros pudieran defenderse conociendo el panorama en su totalidad.
Jalkh tergiversó y mintió: usó ese documento como si fuera una resolución. De la misma forma falseó las conclusiones del informe de la Contraloría que Pablo Dávila volvió a leer. En él se dice, entre otras cosas, que los aspirantes no alcanzaron el puntaje previsto y que, por lo tanto, se debió declarar desierto el concurso. La Contraloría, contrariamente a lo que sostuvo Jalkh, sí habla de un concurso plagado de irregularidades.
Pablo Dávila desinfló el globo mentiroso que Jalkh lanzó ante las cámaras. Así sumó puntos al terrible descrédito que arrastra Jalkh y los otros consejeros, por haber sido una pieza fundamental en el montaje y el funcionamiento del poder autoritario. Hoy el ex secretario particular de Correa hizo méritos para que su vaticinio se cumpla: le quedan horas al frente del Consejo de la Judicatura.

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