Moreno rompió hoy con el nacionalismo bobo
La visita de Mike Pence, vicepresidente de Estados Unidos, sirve para volver a poner en el país los relojes a la hora. Tras una década de hojarasca ideológica y alardes de nacionalismo bobo, que produjeron muchos aplausos y muy pocos beneficios comerciales, Ecuador vuelve a pararse ante la realidad: tiene necesidad de préstamos de organismos multilaterales, necesita dólares para defender su sistema monetario, requiere mercados para sus productos y apoyo logístico y de inteligencia para combatir el narcotráfico y demás delitos que amenazan la frontera norte. No hay, además, un mejor mecanismo para defender a los emigrantes en Estados Unidos que tener vías fluidas de diálogo con el gobierno de ese país. Dicho de otra manera, hay innumerables carpetas que se tienen que discutir con Estados Unidos. Y mejor si esas conversaciones se hacen con definiciones directas de la Casa Blanca.
Las críticas hechas al gobierno por el despliegue de una bandera estadounidense muestran no solo el prurito anti-yanqui de la vieja izquierda: recogen la religión de la soberanía autárquica que tanto daño hizo al país. Todavía hay actores en el gobierno (Fander Falconi), o en la Asamblea (Pabel Muñoz), que armaron mapas de los países de Asia y Europa del Este que debían reemplazar los mercados tradicionales del Ecuador. Una forma solapada de decir Estados Unidos; país con el cual el correísmo no quería acuerdo comercial alguno.
El país perdió una década extraviado en esos sueños fantasiosos de unos políticos que prefirieron endeudar el Ecuador, a tasas demenciales con China, solamente para mantener la fachada de ser de izquierda. Esa factura es la que aún paladea el gobierno sin saber cómo ni cuándo se va a pagar. Ahora basta con revisar los temas principales tratados en la charla de Lenín Moreno con Mike Pence para sopesar el daño absurdo que hizo la ideologización de la política en la década correísta.
- La agenda económica: Según el presidente Moreno Estados Unidos ayudará a viabilizar el financiamiento que necesita Ecuador con los organismos internacionales. Eso no es ni de izquierda ni de derecha: es lo que tiene que hacer Ecuador. Así como aspirar a mantener los beneficios del Sistema Generalizado de Preferencias (que beneficia a unas 800 empresas) y pedir que los productos nacionales entren sin aranceles al mercado estadounidense. Es la forma de ampliar la paleta de productos y mantener el superávit comercial no petrolero y también el petrolero, registrados en 2017. Así se debe entender el acuerdo político para facilitar e incrementar el comercio bilateral y la inversión. Por esto, Ecuador tiene que cuidar ese mercado y aprovechar el acercamiento propuesto, mediante esta visita, por Estados Unidos. El momento es, además, propicio porque hay que reducir los riesgos que conlleva para el Ecuador que Donald Trump, otro cruzado nacionalista, haya declarado la guerra comercial a sus grandes competidores mundiales.
- La agenda política: hay acuerdo para convocar una mesa de diálogo político bilateral para fin de año. Eso pone plazo y escenario al diálogo con el primer socio comercial del país. Es un buen paso. Además plantea al gobierno y al país económico y político trabajar en un andarivel pragmático en el cual cabe sacar partido a los acuerdos y encapsular las diferencias.
- La agenda de seguridad: Ecuador tiene un problema enorme en la frontera norte y los hechos han mostrado que no está preparado ni tiene los mecanismos para enfrentarlo. En ese punto, hay acuerdo para ampliar la cooperación y encontrar nuevas formas para combatir las amenazas de las mafias transnacionales -en particular las que trafican drogas-, un tema que forma parte de la agenda de seguridad nacional para Estados Unidos. Lo más probable es que la embajada en Quito abra de nuevo la Oficina de Cooperación para la Seguridad mediante la cual los militares estadounidenses ofrecen asistencia, capacitación y equipamiento. Entretanto, el vicepresidente ratificó los fondos para la lucha contra el narcotráfico.
- La agenda sobre Venezuela: en este punto hay un desacuerdo entre Quito y Washington en el que, al parecer, no se avanzó. El vicepresidente de Estados Unidos, como otros 18 países de América, quieren una condena abierta y la expulsión de Venezuela de la OEA. El presidente Moreno reiteró, según dijo, su posición que, en última instancia, plasmó en la propuesta de una consulta popular en la cual los venezolanos deberían ratificar (o no) a Maduro en la Presidencia. Moreno dijo ante Pence que Ecuador no ha recibido respuesta a su iniciativa; ignorando así la contestación negativa del canciller de Maduro. Jorge Arreaza sencillamente dijo que en “la propuesta hay un desconocimiento profundo de la Constitución Venezolana”. Lo que es cierto es que Moreno sigue tratando con guantes el caso de Venezuela; no así el de Nicaragua, a pesar de que en esencia esos dos dictadores son y representan exactamente lo mismo.
- Punto de orden: el gobierno de Ecuador marcó ante el vicepresidente de Estados Unidos abiertas distancias con la política migratoria, absolutamente indefendible, de Donald Trump. En definitiva, el gobierno de Moreno rompió hoy el esquema del nacionalismo bobo porque se defienden mejor los intereses del país negociando, a pesar de las asimetrías, que haciendo discursos para ser aplaudido por soberanos autárquicos.
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