Yachay es una simulación en 3D de la nueva casta del correísmo
Por José Hernández
Yachay es la metáfora más sofisticada del correísmo. Es la construcción, en simulación 3D, de un gran arquetipo: la unión perfecta entre la vanguardia mesiánica y un puñado de tecnócratas que, en lo más alto de la pirámide, arguyendo el bien general y el conocimiento técnico, fabrican la realidad y su ideología. Yachay es la falacia perfecta de la nueva casta. Una aristocracia nacional, esnob y afectada, cuyo norte está en Seúl.
Correa intentó seguir ese modelo: carreteras, hidroeléctricas y reforma educativa, como en los años sesenta en Corea del Sur. Y un gobierno autoritario, profundamente intervencionista en el campo económico y fanático de la opacidad administrativa.
El escándalo que reventó tras el despido y confesión de Fernando Albericio, el rector, es la muestra que faltaba de la inconsistencia de un modelo del cual quedarán rutas, hidroeléctricas, intervencionismo, opacidad administrativa y autoritarismo. Pero Yachay no será el sinónimo criollo de Silicon Valley.
Yachay es conocimiento en Kichwa. Su misión luce ininteligible, a imagen de la deplorable descripción que hay en su página web:“Ciudad planificada para la innovación tecnológica y negocios intensivos en conocimiento, donde se combinan las mejores ideas, talento humano e infraestructura de punta, que generan las aplicaciones científicas de nivel mundial necesarias para alcanzar el buen vivir”.
Que el gobierno piense en la ciencia, que quiera conectar empresas y desarrollo tecnológico, que sea consciente de que el país debe dar un salto cuantitativo y cualitativo en esos temas… Pues se celebra. Esas intenciones macro no fueron cuestionadas. El debate que se planteó –y al cual el Gobierno respondió como siempre, con improperios– tocó, en forma directa, su pertinencia. Yachay se volvió la crónica anunciada de un sinsentido que, ahora, tras 16 meses de haber sido inaugurado, toma cuerpo ante la sociedad. Esto es lo que delata:
¿Sabe quién va a reemplazar a Rafael Correa?
El ejercicio es sencillo. Se puede hacer en familia o entre amigos. Un consejo: no censure ninguna idea. Anótelas todas.
Tome papel y lápiz. Escriba las cifras que conozca de las encuestas sobre los posibles sustitutos de Rafael Correa. Hay datos globales que hay que tener en cuenta. Voto duro por Correa: alrededor de 30%. Voto duro anti Correa: alrededor de 35%. Voto flotante: 35%.
Escriba las intenciones de voto: Correa entre 40 y 42%. Es decir, puede ganar en la primera vuelta si logra 40% y suma 10% o más de votos válidos de diferencia con quien lo siga. Esa es una gran ventaja porque los votos duros son suyos mientras el 35% de votos anti Correa se repartirán. Aún no se sabe entre cuántos. Un contrincante (quien sea) tendría que lograr por lo menos 35-37% de votos para forzar una segunda vuelta y no encontrarse en una situación peligrosa. Que el CNE diga, por ejemplo, que solo obtuvo 29-30%. Recuerde: las sumadoras del CNE tienen el atributo de restar. Tampoco olvide que los votos de los flotantes o indecisos pueden ir a Correa y repartirse entre las demás tendencias. Las hay de sello ideológico muy diferente.
Manual no autorizado de la mentira oficial
Tras ocho años, el correísmo ha demostrado que su mayor problema es lidiar con la realidad. La niega, la oculta, la fabrica, cambia los mecanismos para medirla, la nombra de otra forma, da otro significado a las palabras… En ese proceso, acaba de dar un paso más: prohibir que sean exhibidas las piezas documentales que ellos producen.
Prohibir videos. Documentos. Discursos. Claro, María José Carrión, asambleísta del correísmo, no dijo prohibir. Ella, como sus amigos, ahora es experta en eufemismos, en circunloquios. Ella dijo regular a propósito de la intervención en la Asamblea de Cynthia Viteri. Regular también dijo Mauro Andino cuando preparaba la ley mordaza y los tribunales de la inquisición para la prensa. Dijo regular cuando debía haber dicho destruir el periodismo, perseguir periodistas y medios, aniquilar voces disidentes.
No obstante, el correísmo ha elaborado antídotos para que la irrealidad que produce no niegue las odas que se dedica. También en ese capítulo es generoso consigo mismo. He aquí un manual no oficial e incompleto de cómo se construye la verdad oficial:
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Decálogo de la última esquizofrenia correísta
El correísmo no imaginó el vuelco político que vive el país. De ahí su dificultad para encararlo. Rafael Correa luce a la defensiva. Reaciona. Perdió la iniciativa de la que gozó durante ocho años.
Rafael Correa entró en un túnel que ya recorrió el chavismo. Y en vez de reinventarse, parece decidido a imitar políticamente al régimen venezolano. Curiosa actitud porque en vez de corregir, emprende acciones que, por su cinismo, desnudan la verdadera naturaleza de su régimen. El llamado de Ricardo Patiño a organizar las bases de Alianza País, perfila una vía peligrosa: la violencia trepa al escenario.
¿Cómo salir de una década autoritaria, estatista y pacata?
Cuando Ecuador se despierte una mañana después de un sueño intranquilo, se encontrará convertido en un país inmanejable. Con ciertas obras y algunos procesos rescatables. Pero endeudado. Petróleo hipotecado. Decenas de miles de burócratas improdutivos. Un presupuesto insostenible. Subsidios impagables. Parte de la moneda inorgánica. Un país dividido. Iracundo. Fustrado.
– ¿Qué me ha ocurrido? Se dirá.
Entonces, como en La metamorfosis de Kafka, se percatará de que no era un sueño sino el efecto de un panzazo: descubrir que en el discurso correísta había un país simulado, ficticio. Y que ganar en las urnas no alivia las cargas. Las hace evidentes como ya se percibe en los estudios de Eduardo Valencia.
Correa estira la lógica mortífera
¡Qué gobierno más predecible! Se calienta la calle, el Presidente anuncia que ellos pondrán más gente. Porque son más, muchísimos más. Se desborda la calle y se programa un paro nacional, el Presidente anuncia un debate nacional. Ya dio esa orden a sus ministros y María Duarte, ministra de Desarrollo Urbano y Vivienda,confesó a Expreso que también les pidió “dejar de andar en carros de lujo”. Hay que cuidar las apariencias.
El supuesto diálogo llega como parte de la estrategia de supervivencia. Mientras el Presidente descalifica a los manifestantes que salen a la calle, ordena a sus subalternos realizar diálogos sectoriales con aquellos que piensan salir a la calle. La movida es vieja y a veces funciona: consiste en tratar de neutralizar a algunos actores sociales para que las protestas no confluyan en una de mayor amplitud. El correísmo ya sabe que en las calles no son más, muchísimos más y cambia de táctica: ensaya el diálogo. Esta empresa tiene algunos problemas para el gobierno.
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