viernes, 30 de septiembre de 2016

Los jueces

Ramiro García F.
Martes, 27 de septiembre, 2016


No existe país con un sistema judicial perfecto, pues los jueces, como seres humanos, están sujetos a cometer tantos errores como cualquier otra persona y son susceptibles a influencias endógenas y exógenas en el mismo nivel de cualquier miembro de su sociedad. El nivel de la justicia de un país no puede por tanto radicar, única y exclusivamente, en el falso supuesto de personajes incorruptibles, con niveles éticos tales que puedan resistir los embates de la política y la ambición personal. En síntesis, los jueces son producto de su sociedad y reflejan tanto los aspectos positivos como los negativos de esta.
¿Puede una sociedad que deifica el éxito económico a como dé lugar, que evalúa y valora a las personas con base en sus posesiones y capacidad financiera, tener jueces honestos y no proclives a las tentaciones a las que diariamente están expuestos? Pues, difícilmente. El juez también tiene familia y necesidades, así como un proyecto de vida y ambiciones. Al juez le gustan las casas bonitas y los autos, le gusta viajar y divertirse, en el mismo nivel que cualquier otra persona de su entorno social. El juez cuida de su trabajo porque, en la mayoría de los casos, es su único sustento y la mejor posibilidad de mantener un estándar de vida adecuado. La mayoría de ellos han pasado por el libre ejercicio profesional y conocen las incertidumbres y sinsabores propios del litigio. Dentro de sus cálculos de riesgos y probabilidades, la posibilidad de un sueldo seguro al final del mes es sin duda bastante más halagüeña que el tener que medirse día a día en audiencias y depender de las decisiones de terceros. ¿Podemos exigir a los jueces actos de heroísmo, que pongan en peligro el sustento de él y los suyos? Casi imposible.
¿Puede una sociedad que deifica el éxito económico a como dé lugar, que evalúa y valora a las personas con base en sus posesiones y capacidad financiera, tener jueces honestos y no proclives a las tentaciones a las que diariamente están expuestos? Pues, difícilmente.
El juez es un tipo de clase media, cuya formación normalmente se limita a lo que ha recibido en la carrera de Derecho. Al no haber podido acceder a una formación posgradual, fuera de sus posibilidades económicas, lo que aprenda una vez acabada la carrera dependerá de lo que la Escuela Judicial del Consejo de la Judicatura pueda proveerle o, en el mejor de los casos, algún posgrado en alguna universidad del país. Muchos de ellos han contraído responsabilidades familiares en edad temprana y recibieron el título de abogado en compañía de cónyuge e hijos, así que la opción de tomar una mochila y destinar unos cuantos años fuera del país a su formación es casi impensable. Su nivel de conocimiento jurídico, por tanto, es una buena muestra del nivel de nuestras facultades de Derecho y de los esquemas de formación continua de la judicatura.
¿Está sujeto el juez a influencias exógenas, como medios de comunicación y entorno social? Sin lugar a duda. En las ciudades, grandes o pequeñas, la “alarma social”, que no es otra cosa que la cobertura que los medios de la localidad han decidido brindar a un tema específico, puede constituirse en un elemento decisivo a la hora de resolver un caso, especialmente cuando el juez es nuevo, timorato o de dudosa reputación.
Como vemos, ejercer una judicatura no es tarea sencilla, pues, per se, las circunstancias en las que desarrollan su actividad los jueces son harto complicadas y conflictivas.
¿Qué pasa cuando la sociedad y el sistema político hacen de estas circunstancias algo todavía más difícil o perverso? ¿Qué sucede cuando los jueces están sometidos a presiones políticas y saben que, al no ceder a estas, perderán su puesto y por tanto deberán modificar todo su proyecto de vida? Simplemente se lo convierte en un bellaco, en un sirviente del amo de turno, es un ser despreciable incluso ante sus propios ojos.
¿Qué sucede cuando el juez ha sido formado por estructuras académicas deficientes, como las que tenemos en nuestras facultades de Derecho, donde todavía la precariedad política impera por sobre los esquemas de excelencia académica? ¿Los estudiantes del profesor que no ha hecho investigación alguna en su vida estarán listos para impartir justicia? ¿Qué aprende el futuro juez, cuando muchos de sus profesores han recibido una formación todavía más básica y precaria que la que él adquiere?
Lo que tenemos en las judicaturas no es otra cosa que el producto de nuestra sociedad. ¿Qué porcentaje de ciudadanos está dispuesto a dar una coima a un vigilante para no recibir una sanción de tránsito? Pues ese es el mismo porcentaje de jueces dispuestos a ceder ante una propuesta de cohecho. ¿Qué porcentaje de profesores ecuatorianos de Derecho tiene publicaciones internacionales de calidad e indexadas? Pues ese es el mismo porcentaje de jueces que puede emitir sentencias con fundamentación académica de calidad. (O)

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